«Triana no hacían ni rock progresivo ni eran españoles, hacían brujería musical y eran de otro mundo»
Triana
“Recuerdos de una noche”
WARNER
Texto: JUANJO ORDÁS.
Cualquiera que les haya escuchado entiende el embrujo de Triana, o más que entender, lo siente. Porque entenderlo es complicado. Este nuevo recopilatorio titulado “Recuerdos de una noche” viene bien para recordarlos, por mucho que la crítica más cool y vanguardista (el futuro es pasado de hoy para mañana) haya hecho por arrinconar un estilo como es el rock progresivo. Añádele la denominación de origen española y ya será más de uno el que deje de leer. Bien, no hay problema. Pero Triana no hacían ni rock progresivo ni eran españoles, hacían brujería musical y eran de otro mundo. Etapa barroca, etapa comercial, batid la historia de la banda y haced sonar este doble cedé. Al margen de la poesía y atrevimiento, sí, es obvio que Triana eran andaluces y que fusionaron el cosmos progresivo con las raíces de su tierra, pero es que todo acercamiento literario se queda corto. Uno tiene que descalzarse, echarse en la cama y dejar que la música del trío suene. ¿A dónde te lleva? A cada uno a un sitio distinto. ¿No os emociona la idea? Os tiene que estimular a la fuerza.
Respecto al repertorio, el gran triunfador es “El patio”, su enorme disco de debút del que se incluyen todas las canciones. No es exagerado, ese álbum contiene piezas de arte musical mayor, lo que nos lleva a desear una reedición integral de la discografía de la banda aunque para las nuevas generaciones los dos cedés de “Recuerdos de una noche” sean más que suficiente, pues el resto de los temas están bastante compensados respecto a cada álbum.
Puede que un Moog efervescente suene anticuado, puede que mirar hacia las propias raíces sea algo pasado de moda –salvo que lo haga un indie–, pero cuando suenan Triana nada de eso importa, porque al igual que Pink Floyd o King Crimson, ellos creaban su propio universo, en el que es sencillo sumergirse con un libreto que contiene todas las letras de las canciones, poesía de la mano de un Jesús de la Rosa ya inmortal desde entonces.
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