«Con este disco evidentemente no se ha de reescribir la historia del pop español pero, aparte de su valor histórico y de un puñado de buenas canciones, servirá al curioso para modificar un par de claves que se daban, simplemente, por supuestas»
Plástico
«Plástico»
SUBTERFUGE
Texto: CÉSAR PRIETO.
De Plástico se conocía un cotizadísimo y único single de 1980 con una cara A, ‘Nieva’, evanescente y melancólica, llena de efectos sintetizados. Una hermosa y onírica canción, en todo caso, que pasó como una «rara avis». Se sabía que Manuel Malou, cinco años antes en Los Golfos del ‘¿Qué pasa contigo, tío?’ andaba en el grupo, reconvertido a nuevaolero desde la rumba y aún con discos en nuestro siglo, pero quedó registrado como un proyecto efímero y desgajado de las corrientes principales. Así estaban las cosas, hasta que se ha producido un pequeño milagro, una sacudida para los que somos devotos de esos años que, sin llegar a restructurar todo, aporta una nueva pieza a un puzzle que se creía ya completado.
En serenas y plácidas tardes de terraza Rafa Gutiérrez, de Hombres G, y Carlos Subterfuge conversan. Sin sentirlo, el primero alude a que estuvo en los inicios de Plástico y que llegaron a grabar un elepé. Se enciende la alarma, indagaciones y pesquisas para descubrir si aún existe ese master. Y sí, existe. No solo existe sino que fíjense en el elenco, en los seis componentes, todos rondado los 15 años: aparte del propio Rafa, Eduardo Benavente, Toti Árboles y Luis Carlos Esteban. Es decir, el abono de lo que después sería la saga Pegamoides-Parálisis-Dinarama, Los Trastos, Olé Olé, los olvidados Flashstrato y La Frontera; una impoluta línea de pop hispano que casi compite con el bagaje que arrastran los miembros de Kaka de Luxe. De hecho, comenzaron ambos en 1977, y si hasta ahora se creía que el grupo que gestaron Alaska y El Zurdo estaba solo en el Madrid prenuevaolero, ahora se demuestra que la historia se estaba gestando también por otro lado.
Con algún concierto en el barrio y en unos pocos colegios el disco supone un documento más de esa época, aún quizás en penumbra, en la que tras la muerte de Franco grupos de quinceañeros sin tablas pero movidos por la urgencia se aprestaban a intentar que se proyectase ese espíritu que creían tener en las manos. El rumor llegó a los despachos de EMI, que los llamo para que en sus estudios de la madrileña Plaza de Ramales registraran una maqueta. Después de esto, los descartaron sin más explicación.
¿Pero cómo eran las canciones, cómo era ese grupo que dio en gran parte el pop de los ochenta? Pues no esperen originalidad ni magia, nada de eso, si acaso, escucha tras escucha, el oyente puede captar unas ganas, una ilusión y una energía juvenil que salva la evidente falta de producción. Sobre todo mucho sonido Tequila, del que eran devotos, no olvidemos que Felipe Lipe, el bajista de los hispanoargentinos, era hermano de Rafa. Así que su sonido recuerda en primera instancia al grupo de Ariel Rot, algún toque funky que evoca el inicio de ‘Salta’, algún solo de esas guitarras que enervaban entonces, un desparpajo juvenil que atendía a temas como las fiestas, el “spleen” adolescente, las chicas, un cierto nihilismo como el de Kaka de Luxe en ‘Me aburro’…; pero es que a la que uno hurga un poco e intenta avanzar fuera de esta impresión encuentra tics de época fuera de sus modelos, ¿no es el juego de voces de ‘Rodando por las escaleras’ similar al de ‘Toca el pito’? ¿No tiene el primer fraseo de ‘Tira la piedra a la luna’ la chulería canalla de Burning? Eran talentos en ciernes que no se dedicaban solo a rockanrolear –a pesar de que ‘Necesito Rock’n’Roll’ sea el ‘Johnny B. Good’ plagiado– y seguramente estaban buscando nuevos caminos sin saber cómo. Esperen ustedes canciones directas, redondas y claras, que en algún caso no han envejecido bien, pero que un oído atento puede interpretar –a posteriori es fácil– como indicio de un futuro prometedor.
Este cronista, por ejemplo, ha quedado trastocado por ‘Déjate llevar’. Veamos, estamos hablando del bienio 77-78. Un grupo de adolescentes perpetra una canción con dejes de ese sonido de discoteca tan en boga entonces. Su letra llamaba a la pista. Escúchenla con atención: ¿no recuerdan los efectos al ‘Bailando’? ¿No recuerdan las trazas melódicas al ‘Deja de bailar’? Es decir, un Eduardo Benavente al que le faltaban dos años largos para entrar en los Pegamoides perpetra una canción extrañamente parecida al que será después su mayor éxito, ese que siempre se dijo que era una recreación de ‘Cuba’ de los Gibson Brothers. Con la aparición de este disco evidentemente no se ha de reescribir la historia del pop español pero, aparte de su valor histórico y de un puñado de buenas canciones, servirá al curioso para modificar un par de claves que se daban, simplemente, por supuestas.
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Anterior crítica de discos: “Dos noches en el Price”, de M Clan.