En su selección mensual de discos de géneros poco frecuentados en Efe Eme, Gernot Dudda nos trae de Ryuichi Sakamoto a Jorge Pardo.
Una sección de GERNOT DUDDA.
Ryuichi Sakamoto
«Three»
DECCA/UNIVERSAL
Es probable que de forma más habitual de la que debiera, Ryuichi Sakamoto suele volver por el repertorio que verdaderamente ha caracterizado esa sensibilidad tan personal y representativa, herencia probable de los sacrosantos Brahms, Listz o Satie. Hablo de esas maravillosas melodías surgidas para la música de películas como “El último emperador”, “Feliz Navidad, Mr. Lawrence” o “Tacones lejanos”, que vuelven a encontrar en este “Three” una nueva expresión, más camerística, gracias al chelo de Jacques Morelenbaum y al violín de Judy Kang, amén del propio piano de Sakamoto, que desde que abandonó (parece ser que definitivamente) los sintetizadores, se convirtió en su instrumento de cabecera. Y para colmo de tanta “saudade”, añado más morbo al tópico si dijera que estas sesiones tuvieron lugar además en un estudio de Oporto (Portugal), poco después de la gira que hizo en 2011 con esta misma formación. Hace tan solo dos décadas, Sakamoto todavía mantenía simultáneamente tres vías para su música: la composición de bandas sonoras para el cine, su vertiente experimental y de clásica contemporánea y una más lúdica próxima al house y a la música brasileña. Pero no queda ya ningún rastro del techno pop vanguardista que lució en los setenta y ochenta junto a la Yellow Magic Orchestra ni de sus muy fecundas ramificaciones a las músicas del mundo. Ahora solo quedan el cine y la música instrumental contemporánea, fundidos en este abrazo recurrente, por supuesto que igualmente maravilloso, claro. Incluso cuando es capaz de traerse aguas a este molino con empeños pretéritos en terrenos alejados de esto, como en ese ‘Happy end’ minimalista que estaba originalmente en el avanzadísimo “BGM” de la Y.M.O. de 1981 o en ‘Bibo no aozora’ y ‘Tango’, del brasileiro “Smochy” de 1996, fecha por lo demás de la que data la última vez que Sakamoto se presentó ante el planeta en formato de trío.
–
Danny Michel with The Garifuna Collective
«Black birds are dancing over me»
CUMBANCHA/KARONTE
Los vuelos entre Canadá y el Caribe deben de estar últimamente muy asequibles. En apenas seis meses ya tenemos al siguiente canadiense –y del mismo sello discográfico– dispuesto a compartir un proyecto con músicos caribeños tras quedar sucumbido ante el encanto local. Primero fue Kobo Town con ese “Jumbie in the jukebox” cocinado entre Jamaica y Trinidad & Tobago, y ahora Danny Michel, un natural de la gélida Ontario, que ha aparcado por un momento su recorrido indie para compartir espacio musical con los poco accesibles músicos de origen garífuna que conoció en sus viajes a Belize. Detrás anda por supuesto Iván Durán, descubridor, productor y mecenas del malogrado mito de la cultura garífuna, Andy Palacio. Pero ojo que “Black birds are dancing over me” no pretende hacerse pasar por otro de esos grandes testimonios de la etnia garífuna que fueron el “Wátina” de Andy Palacio, el trabajo de su más directo discípulo, Aurelio (“Laru beya”), o el del colectivo de mujeres garífuna, The Garífuna Women’s Project. Esto es pop muy directo y sencillo, muy agradable al paladar gracias a la habilidad de haberlo sabido especiar tan bien con los aromas nativos y las elocuentes habilidades instrumentales de estos músicos. Lo que es la imaginación, o el caprichoso devenir de los ejes que cubren tan largas distancias, que muchos han comparado esto con Peter Gabriel o con el “Graceland” de Paul Simon. Y puede que no vayan muy desencaminados, escuchando esta voz de songwriter estimulado y en perfecta sintonía con animosos ritmos y punteos de guitarra. ‘Survivor’s guilt’ y ‘Behind the waterfall’ son piezas muy a perseguir.
–
Jorge Pardo / Ernesto Hermoza / Juan Medrano Cotito
«Puerta del Sol»
NUBA/KARONTE
El Jorge Pardo más criollo y flautista. Es la conclusión de esta muy enriquecedora experiencia junto a los músicos peruanos Ernesto Hermoza (guitarra y charango) y Juan Medrano Cotito (cajón peruano). “Puerta del Sol” es el fruto de una única sesión mantenida con ellos en un estudio de Lima en la mañana del 17 de Diciembre de 2009. Pero no ha sido hasta este 2013 que se completó su mezcla, masterización y consiguiente publicación. Apenas unas horas antes de la sesión, los músicos ni se conocían. Pero lo hicieron, y a modo, la noche antes, merced a una vigilia de fiesta en Barranco y pasando por peñas de música criolla de la noche limeña, empezando por el bar “Juanito”. Después de esta experiencia, Pardo también pudo volar a la selva amazónica y tocar su flauta junto al jefe de la tribu de los Boras. Todo ese mundo indómito, me consta que incluso inédito a oídos occidentales, queda muy bien reflejado en esta grabación. Aunque la lengua vehicular sea el jazz, sus generosas grietas para la libre improvisación permiten disfrutar de una fertilidad local sin igual. No en vano hablamos de la cuna del cajón flamenco y de un saxofonista/flautista muy flamenco que siempre busca ese corazón en sus viajes. ¿Acaso no hay un equivalente entre los palos flamencos y los de aquí, aún cada uno a su manera y libre albedrío? Marineras de Lima y bulerías (como ‘El aire de la tierra’), guajiras por festejos, landós, zapateos, garrotines por panalivios, festejos y tanguiyos (como ‘De occidente a oriente’), festejos moros, tonderos… Independientemente de las grabaciones que hace Jorge Pardo con su camarilla habitual, es en estos lances donde podemos descubrir a un absoluto maestro.
–
Anoushka Shankar
«Traces of you»
DEUTSCHE GRAMMOPHON/UNVERSAL
“Traces of you” es el primer trabajo de Anoushka tras la desaparición del gran Ravi Shankar, y a nadie se le escapa la gran parte de homenaje a él que conlleva. Aunque hay aquí ciertas concesiones comerciales, tratándose de alguien, su padre, que siempre huyó de ellas, a pesar de su amistad Beatle. Ravi Shankar estuvo siempre inmerso en la música clásica hindú y, aunque gozó de ese gran prestigio para poder darla a conocer al mundo entero, fue muy fiel a sus principios y a su guion personal. También lo ha sido Anoushka, que tuvo el privilegio de gozar en primera persona de una educación clásica impecable gracias a él, pero que ha sido también capaz de llevarla mucho más allá en su obra, como ha demostrado en todos sus discos, en los que el flamenco, por poner un ejemplo, ha sido también una parte primordial. En “Traces of you” cuenta con la voz de su hermanastra, la reconocida Norah Jones, en lo que parece una cicatriz cerrada merced a sus intervenciones vocales en las poéticas ‘The sun won’t set’, ‘Traces of you’ y ‘Unsaid’, en las que también toca el piano. Pero quienes siempre hemos seguido a la Shankar –y todavía nos pellizcamos de admiración recordando su participación en el famoso concierto de homenaje a George Harrison, donde ella solita, tan joven y alevín, se merendó a una orquesta entera de al menos veinte profesores– nos congratulamos de su destreza al sitar, en primer orden, y a su capacidad enmudecedora de situarlo en tantos frentes avanzados como es posible, contando con piezas delirantes como ‘Maya’, ‘Monsoon’ o ‘Chasing shadows’. Produce otro grande: Nitin Sawhney.
–
Bobo Rondelli e L’Orchestrino
«A famous local singer»
PONDEROSA/RESISTENCIA
No falla. Lo llevan en sus genes italianos. En ese ADN italo-deshinibido que arrastra una tradición impecable con sacrosantos del calibre de Celentano, Carosone, Paolo Conte, Battiato o el más reciente Capossela, capaz él solo de dinamitar todo lo aportado con anterioridad en décadas de afortunada y muy sonriente historia musical. Bueno, pues no le va a la zaga este ragazzo de Livorno que también lleva lo suyo –hasta nueve trabajos, tres de los cuales al frente de la banda Ottavo Padiglione– y que responde por Bobo Rondelli. Ese parapeto de evidente porte balcánico-mediterráneo que responde por L’Orchestrino, su banda, le aporta un sustento de autenticidad con esa animosa bohemia “gipsy”, “brass” dislocado y coros desesperados que tanta personalidad transfieren a su música. Un puntazo. Las canciones de la vida y el amor. Y ahí no es de extrañar que surjan pelotazos del calibre de ‘Cuba lacrime’ (sí, a lo Paolo Conte), ‘Bimbo sul leone’ (fiero soul, bien incendiario) o ‘24000 baci’ (o como cuando Adriano Celentano se encendía poniéndose de lo más urgente, yeyé y rockero por igual, no en vano la canción es suya). Es inevitable referirse al último “hype” italiano que era, es, Vinicio Capossela. Pues bien, esto ni quita ni pone rey. Simplemente demuestra la vivacidad que tienen nuestros vecinos de la península de al lado para reinventar las normas de la música de nuestra Europa más sureña. Y me temo que aquí, con mucha más coña, soltura y atajos que los de nuestro adorado Capossela, cuyo ingenio y sofisticación hay que disfrutar ya en liga aparte.
–