Del jazz al folk, y explorando medio planeta, Gernot Dudda selecciona los mejores discos encuadrados en «otras músicas». Con presencia destacada de Pat Metheny y Loreena Loreena McKennitt.
Una sección de GERNOT DUDDA.
Pat Metheny Unity Group
“Kin (<–>)”
NONESUCH7WARNER
Asusta pensar en la extraordinaria capacidad de superación del genio de Missouri trabajo tras trabajo, y en esa titánica habilidad que tiene de poder trabajar simultáneamente en varios escenarios y con planteamientos e hipótesis distintas (que es lo que explica que sus discos se sucedan con apenas pocos meses de intervalo). Así, de su reciente colaboración con John Zorn en “TAP: The book of angels, Vol. 20” y su tremenda “vanguardia sionista”, pasamos a una de las obras más completas, bellas y clásicas de toda su larga carrera, no queriendo decir con ello que esté exenta de su proverbial sofisticación sonora, ni mucho menos. En orden cronológico sería el segundo trabajo de su recién creada Unity Band (¿subterfugio ideado para eludir la presión del nombre “Pat Metheny Group”?, quién sabe). Es aquí donde un saxo tenor vuelve a entrar en su música por primera vez desde 1980 (el de Chris Potter).
Pero las condiciones cambiaron con la gira que los músicos hicieron luego para presentar aquel homónimo trabajo de 2012 y, tras rodar y rodar, rodar y rodar, Metheny se dio cuenta de que el proyecto había acabado adquiriendo un vuelo propio, así que lo replanteó desde un punto de vista más “orquestal”, lejos de lo que habitualmente se entendía como un cuarteto de jazz, y donde la suma de las partes empezaba a ser más grande e importante que las individualidades en sí (la suya incluida). Encima se les sumó un nuevo individuo en forma de músico polivalente y multiinstrumentista (Giulio Carmassi), con tan claro dominio de los instrumentos de viento.
Una evolución en tan solo pocos años que justifica el por qué hemos pasado de la Unity Band al Unity Group. Y que se disfruta plenamente con las piezas más largas del álbum (‘On day one’, ‘Kin (<–>)’, ‘Born’), que son las que ofrecen toda esta expansión sonora, con una dinámica tan rica en tímbrica y armonías: esos “dogmas methenyanos” que se van realimentando solitos a lo largo de todo el metraje, para acabar estallando en esos maravillosos crescendos marca de la casa, y que en el caso de la pieza ‘On day one’, por ejemplo, hasta con un sorprendente final vocal a lo Pedro Aznar, como en los mejores momentos del Pat Metheny Group. Sí, amigos de la nostalgia, el Pat Metheny más lírico, cromático y ambiental ha vuelto a sus anchas con este “Kin (<–>)”.
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Javier Elorrieta
«Temps d’aimer»
RESISTENCIA
Tras aquel discreto punto y aparte que fue el reciente “Souvenir” –dejémoslo solo en eso, en punto y aparte–, Javier Elorrieta retorna por sus fueros a lo mejor de sí mismo: su muy personal reinterpretación de la chanson, a la que ha sabido enriquecer –incluso para sorpresa propia– con ese apasionado grado de “conoisseur” y su muy sensual y arrebatadora voz. Son ya con este tres volúmenes en el desempeño de este ejercicio y cualquier profano podría pensar que no hay repertorio que pueda aguantar tanto el nivel de sorpresa inicial. Pues errado anda, pues aquel que por ejemplo no conociera los discos anteriores podría perfectamente concluir que es aquí donde queda recogido lo mejor de la jugada, donde se reparte realmente el bacalao. Y así, con el pretexto del amor, tenemos ‘Que c’est triste Venice’ de Charles Aznavour, ‘Los paraguas de Cherburgo’ de Michel Legrand, ‘La mer’ de Charles Trenet, ‘Petite fleur’ de Sidney Bechet, ‘Michele’ de Gerard Lenorman…
Pero hay que ser justos precisando una vez más que sin la concurrencia de la excelente banda de jazz que tiene detrás, esto no sería del todo tan posible. Con la dirección musical de Domingo José Sánchez, los saxos de Marcelo Peralta, el piano de Alberto Alonso y la sección rítmica de Richie Ferrer en el contrabajo y Pedro Navarro en la batería. Sus arreglos son exquisitos, le quitan caspa a las canciones, añaden un componente de clasicismo único y atemporal, oxigenan las tomas con una muy agradecida demostración instrumental que permite descubrir otros ángulos (pero que nunca se pasa de rosca)… Dicen que va gente cada vez más joven a sus conciertos, y claro que me lo creo.
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Loreena McKennitt
«The journey so far – The best of Loreena McKennitt»
QUINLAN/UNIVERSAL
“So far”. Nada menos. Un término que describe bien el largo viaje llevado hasta aquí por una dama pelirroja que, un tanto lejos de los neurálgicos centros de poder de la música céltica (ella es de Ontario, canadiense por tanto), ha conseguido un nivel de presencia absolutamente imprescindible en la música occidental de estos últimos treinta años, aniversario que justamente celebra con esta antología de doce piezas.
Pero es fundamental echar mano de la edición “deluxe” y acompañarla en paralelo con las piezas grabadas recientemente en directo en Maguncia –julio de 2012–, donde se aprecia al máximo la trascendental evolución de la que desde un punto de vista instrumental acabó beneficiándose su repertorio. Porque sí, está muy bien escuchar de nuevo ‘Bonny Portmore’, ‘Stolen child’, ‘The lady of Shallot’, ‘The old ways’ o ‘Penelope’s song’, y con su inmaculada, bella y prístina voz a lo Sally Oldfield o Judy Collins, pero una mente tan inquieta y viajera como la suya no podía quedarse solo ahí, así que desde hace ya un tiempo empezó a plantear sus grabaciones como ambiciosos trabajos de investigación –rayando en lo arqueológico–, que le llevaron a seguir la senda de los celtas “rojos” por Turquía, China, Mongolia y Siberia, y asumir nuevos retos que se tradujeron en copiosas grabaciones con los mejores instrumentistas del ramo.
Una decisión encomiable que ha enriquecido su música de forma brutal y que le sitúa al mismo nivel de los más grandes en este sentido –Dead Can Dance, por supuesto–, pero que ha ralentizado necesariamente su ritmo de publicación, para exasperación de sus más puros y ortodoxos seguidores célticos. Para ellos ya encontró la fórmula de mantener periódicamente publicaciones de tipo navideño y tradicional –que no requieren de tanto esfuerzo instrumental–, ya que afortunadamente ella no se baja de la burra y pronto nos presentará los resultados de su última investigación antropológica, ¿en la Luna?
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Habib Koité
«Soô»
CONTRE-JOUR/KARONTE
Encomiable, una vez más, el esfuerzo de Habib Koité por proclamar unos valores sociales de paz, convivencia y armonía en el tan castigado Malí. Especialmente en el Oeste africano son los músicos los que detentan ese “servicio social”, ese papel cohesionador que sirve de argamasa reivindicativa de unas raíces, de una cultura propia, de un día-a-día con futuro. Por el mensaje y también por la música. En el caso de Habib Koité nos encontramos ante uno de los músicos más formados e intelectuales de su país (un músico “de conservatorio”, si aplicamos la “terminología” que tenemos en Occidente). De los pocos capaces de cantar en varias lenguas locales y de integrar en sus canciones elementos originales de todos y cada uno de los territorios que componen tan vasto y disperso país. Con las raíces en la mano es también capaz de hacer un trabajo tan perfectamente actual y cosmopolita como el que nos ocupa, con espacio para pensar pero también para bailar y disfrutar.
¿Algunas recomendaciones? ‘L.A.’, por ejemplo, una pieza que ya grabó con el bluesman Eric Bibb en su maravilloso “Brothers in Bamako” y que aquí no canta en inglés sino en bambara. O ‘Bolo mala’, con ese estribillo chapurreado en un ininteligible castellano, vestigio de aquellas décadas en que la música cubana y sus orquestas eran tremendamente populares en el continente. O ‘Khafole’, con esos bellísimos coros y su suave toque de guitarra. O por supuesto, ‘Téréré’, tan cien por cien maliense, con sus cambios de compás y la inestimable aportación de Toumani Diabaté en la kora y Bassekou Kouyate en el n’goni.
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Contradanza
«El canto de la tripulación»
ETNOM
Cuarto trabajo ya de esta banda radicada en Sevilla y un salto cualitativo en lo que a la inclusión de letras, poemas, danzas y romances tradicionales andaluces supone. Se trata de un grupo de folk que desde un punto de vista vocal, sobre todo, sabe mantener sin embargo una mayor aproximación hacia el pop y la canción de autor (un tanto a lo Café Libertad 8), algo bien aprovechado y expuesto en los primeros temas del disco, que incluyen una acertadísima versión del ‘Arponera’ de Esclarecidos, tremendamente fiel a su espíritu original pero bien distinta (“como registrada en una taberna portuaria entre los sones del acordeón, la mandolina y el saxo tenor”, como dicen ellos).
Jugosos instrumentales como ‘Trafalgar’ y ‘Viñeta’, aparte de desvelar un perfil más céltico (esa parte de mar y salitre que reclaman), les sitúan como estupendísimos instrumentistas, sin fisuras, con una muy competente compenetración entre flautas, violines, mandolinas y acordeones, cualidad que extienden a piezas también vocales, como ‘A la una’, ‘Jardín olvidado’ o por supuesto la popular/tradicional y (sin embargo) sofisticada ‘Torregorda’ (la mejor y más original de todo el álbum), donde además el buzuki suena a gloria y se hace sonar al sintetizador como una zanfona. Y con todo es innegable que Contradanza no es un grupo de folk al uso y que hasta en sus más mínimas carencias sabe sacar adelante una gran personalidad propia, que es algo que no abunda precisamente por ahí.
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