“Apuesta por una gama de sonidos que va desde la barahúnda electrónica desmesurada, hasta brumosos y gélidos intimismos pasando por muestrarios psicodélicos de vieja escuela.”
Copiloto
“Los puentes hundidos”
GRABACIONES EN EL MAR
TEXTO: CÉSAR PRIETO.
Javier Almazán es un francotirador oscense que con su grupo Copiloto quizás no haya llegado al gran público, pero sí puede jactarse de construir unas canciones que encauzan un buen montón de propuestas de las que han hecho grande a la música popular de finales del XX y las resuelve con perfecta artesanía. Con este cuarto disco supera los caminos pop de los anteriores y apuesta por una gama de sonidos que va desde la barahúnda electrónica desmesurada, hasta brumosos y gélidos intimismos pasando por muestrarios psicodélicos de vieja escuela.
Es el caso de “Los puentes hundidos”, recargada en esas guitarras que estallan en estribillos mucho más luminosos, de los que despliegan chispas. Toda la canción arde con un corazón subterráneo, con una hoguera desesperada bajo las ascuas. Una psicodelia que remite a los Beatles, como muchos de los dejes del disco, desde el piano de fragilidad pop de ‘Fulminado’, hasta la evanescente y rugosa ‘¿Crecer es matar a un niño?’. Pero en todo caso es un disco que expone cuadros estéticos muy variados.
En ‘Tu cara cuando miras los aviones’ saca partido a un sonido muy básico que se detiene un segundo antes de explotar en tempestad, también es guitarrera ‘Uno vs. el mundo formal’, que lo que pierde en sutilidad lo gana en fuelle, pero el final del disco es krautrock en estado puro, ruidoso y desacompasado. Hay ciertos dejes de escuela valenciana en ‘La guerra por mi lado’, melodías certeras con algo de tristeza y aire esperanzado, pero también lamentos acústicos, íntimos, que lo acercan al mismo tiempo al Bowie más oscuro en la citada ‘Fulminado’.
Y como tema de base el amor, un amor desesperado en su pérdida, arrebatado en su tenencia, incluso un amor a la infancia, todo se pierde y el tiempo escapa aunque haya algún momento de esperanza. Un foco que es verdadero y luminoso hilo conductor, que sí que da una continuidad a las canciones con letras sencillas y palabras dolientes, carnales. Arriesgado impulso, pero todavía deben de quedar por ahí corazones románticos, dandis que no evitan lo usado y lo hacen nuevo, a quienes les va a gustar mucho.
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Anterior crítica de discos: “Ponte en lo peor. Llámame el lunes”, de Detergente líquido.