“La edad de mierda» contiene rock, blues, rock and roll y un punto conceptual marcado por un acertado diseño que se entrelaza perfectamente desde la ‘Intro’ hasta ‘Perdedores en la lluvia’”
Gritando en silencio
“La edad de mierda”
WARNER
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Rock asertivo. Sin reservas. «La edad de mierda» viene plena de rabia pero sin caer en el resentimiento, y también con espacio para cuestiones más líricas. Es inevitable asociarles con los mejores ecos de Extremoduro, Rosendo, Platero y Tú, Barricada, Ilegales, Marea, Albertucho o La Fuga, y no es hablar por hablar. A esto hay que sumarles su demarcación sevillana, donde el rock ha trabajado más del doble para hacerse notar, dando nombres de gran calado y variedad, desde Silvio hasta Reincidentes.
Con Marcos Molina a la cabeza (guitarra eléctrica, voz y letras), Gritando en Silencio lleva más de una década haciendo camino y «La edad de mierda» puede ser su particular salto cuantitativo, ya que cualidades les sobran para ser uno de los grandes nombres del rock patrio. Desde sus primeras maquetas, pasando por «Contratiempo» (2009) y «Maldito» (2011), así lo demuestran.
Jorge Correa a la batería, Alberto Curtido al bajo y coros y Miguel Santos a la guitarra eléctrica firman la música junto a Marcos Molina. Cuando un grupo quiere dejar constancia entre sus filas de la persona que lleva el management, Carlos el Quinto en este caso, siempre añade un plus de cooperativa, familiar o clan, como prefiera cada uno, que ayuda a creer en el proyecto desde dentro y fuera. Algo así sucede con Celtas Cortos y Eduardo Pérez, y mal no les ha ido ni les va.
Producido por ellos mismos, y con la producción adicional de Carlos Romero para las guitarras, «La edad de mierda» contiene rock, blues, rock and roll y un punto conceptual marcado por un acertado diseño que se entrelaza perfectamente desde la ‘Intro’ hasta ‘Perdedores en la lluvia’. ‘Ganado’, ‘A las armas’ o ‘Sueños rotos’ destilan rabia e inspiración a partes iguales, teniendo en piezas como ‘Rock’n’roll Barrabás’ la llave perfecta para gritar lo que pensamos ahora mismo, en medio de tanto atropello institucional e institucionalizado, y un enganche ideal para el merecido éxito.
–
Anterior crítica de discos: “Gasolina, santos y calaveras”, de Los Radiadores.