“Son capaces de sonar grasientos y crudos. Prácticamente lo-fi cuando Blas encara un tema instrumental acompañado de cucharillas, y rotundamente crueles cuando tiran de blues rocoso”
Blas Picón & Junk Express
“I’d rather be dead”
AUTOEDITADO
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Tercer disco del que probablemente sea el mejor trío de blues del país y, como no podía ser de otra manera, tercer acierto. De hecho, quizá este sea el más completo de sus tres trabajos. Lástima que Picón haya asegurado también que probablemente con él se acaba un ciclo, aunque no tengamos muy claro qué significa eso.
Es cierto, la banda lleva el nombre de su alma máter y cantante en la cabecera, pero funcionan como un todo, y en este disco aún más. Han optado por embrutecer su sonido, cosa que se complementa a la perfección a su habitual ausencia de bajo, algo que los convierte en un rara avis. O no. Porque no se puede negar que en los últimos tiempos el formato está de moda y el nombre de los White Stripes y sucedáneos puede salir rápidamente a colación. También lo hacen por su escasez (en cuanto a cantidad) instrumental bandas como Black Keys o Left Lane Cruiser. Pero Blas Picón & The Junk Express son otra cosas. Ellos no intentan actualizar el blues, combinarlo con sonidos actuales o mezclar géneros, Dios nos libre. Lo suyo es más bien todo lo contrario. Es la búsqueda del Santo Grial, de la esencia. Del maná celestial del que bebieron los bluesman de antes de la guerra. “Hay gente que dice que va a un concierto de blues y se mosquea si no escuchan ‘The sky is crying’ o ‘Got my mojo working’. ¿En serio? ¿De verdad me tengo que creer que se trata de esto? Vamos, no me jodas”, me aseguraba hace escasos días Blas delante de una jarra de cerveza. De hecho, no duda: “A mí lo que me interesa es la gente que te cuenta una historia, no la que suena a alguien. Con Lazy Jumpers hacíamos West Coast cuando aquí nadie se lo creía. Ahora hay grupos de West Coast y a mí ya no me interesa. Lo veo casposo, antiguo. No me lo creo. A lo mejor dentro de quince años la gente hará tríos sin bajo y será la leche. Yo puedo disfrutar de esas bandas si me cuentan algo, no simplemente porque vengan de una supuesta base blues”.
Pues los Junk Express cuentan cosas y muchas. Son capaces de sonar grasientos y crudos. Prácticamente lo-fi cuando Blas encara un tema instrumental (tres incluye el disco) acompañado de cucharillas, y rotundamente crueles cuando tiran de blues rocoso. Con letras tan personales como siempre (¿alguna vez se han planteado dedicar un blues a la SEAT?), y una voz en primer plano que acompaña a la armónica. Sí, no me he vuelto loco. Aquí el protagonismo se lo lleva el instrumento, algo que refuerza el excelente trabajo a la guitarra de Óscar Rabadán que consigue, no que olvidemos que no hay bajo, sino que no queramos que lo haya, y el temple rítmico, ferroviario, de Reginald Vilardell a las baquetas. Magnífico álbum que tendremos pocas ocasiones de disfrutar en vivo. La primera de ellas, eso sí, bien cerquita: 4 de junio en la Sala Rocksoun de Barcelona. Búsquenme allí.
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Anterior crítica de disco: “You’re the one”, de Cristina Quesada