«Pop clásico, al fin y al cabo, no está muy lejana la resolución de las canciones de, por ejemplo, Juan y Junior»
Los Lagos de Hinault
«Flores de Europa»
FIKASOUND
Texto: CÉSAR PRIETO.
Que Carlos Ynduráin es un perfecto talento pop parece claro desde los tiempos de Portonovo, ese grupo que se añadió a una de esas historias menores del pop español, a esos capítulos que florecen de manera espontánea, que duran lo poco que duran una bandas febrilmente esporádicas y que dejan un pequeño arañazo de intensa belleza. Fue una época, la del cambio de milenio, que contará en las notas al pie con Mirafiori, con Clyde, con Dar Ful Ful, grupos que destacaron por las guitarras y los sentimientos cotidianos y exquisitos, por partituras plácidas y letras que eran pinceladas de sensaciones olvidadas y cercanas a la vez.
Véase simplemente el cuadro de portada que presenta el nuevo disco –segundo del grupo actual de Ynduráin–, para observar que si se ha reinventado con Los Lagos de Hinault, algo del espíritu de ese escueto movimiento aún continúa. Así atacan las dos primeras canciones, ‘San Juan de Luz’ o ‘(María del) Mar Rojo’, son pequeñas estampas que encajan en el ideario folk pop y tienden a la música de campamento. Sin embargo, están arregladas –ese es el truco– con suprema delicadeza, son levemente preciosistas y destacan subrayadas por la trompeta de Cristian Pallejà, que desde Fred i Son –quizás los herederos de ese sonido– también produce el disco. Pop clásico, al fin y al cabo, no está muy lejana la resolución de las canciones de, por ejemplo, Juan y Junior.
No es la única referencia que puede asaltar al oyente. Hay algo de los Planetas más pulidos, pero el regusto mayor que aguanta en el paladar es a Décima Víctima o Golpes Bajos, más que a Radio Futura de quienes hicieron ‘Amor en frío’ en su primer disco y a quienes enfocan de la mano de intertextos con ‘Zumba’, guiada constantemente por una guitarra deudora del Donosti Sound. Y sobre todo, hay también de esa inteligencia para resolver la canción con elegante naturalidad, al alcance de Stephin Merritt y de pocos más. Una media docena de buenos manantiales estilísticos que hacen que el grupo alcance un dominio exquisito de los caminos de la melodía como demuestran en el magnetismo de ‘Futuras licenciadas’ o en esas estampas melancólicas y ese leve piano que hace flotar ‘De los faros en el mar’.
Y en el centro, escondido, un soberbio apunte, ‘Panero y yo’, una de esas construcciones que no aparentan divinidad a la primera escucha pero que sin sentirlo calan en el espíritu, que parecen ir construyendo su especial sensibilidad mientras se cantan y que tienen un escueto estribillo que es contundente en su lirismo, muy afín al Sisa más bolerista, al de “Transcantautor”. En definitiva, un excelente disco, con canciones que quizás reclamen un mejor sonido –quizás solo, le sientan bien esas telas crudas, escuetas–, índice de que aún Carlos Ynduráin tiene camino para llevar canciones a paisajes más oxigenados. Bastante camino. Ojalá lo vaya siguiendo.
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Anterior crítica de discos: “María canta copla”, de María Rodés.