“Más calmados que en sus efervescentes trabajos de los ochenta, pero lo han vuelto a conseguir, el misterio de la canción pop perfecta está resuelto”
Mamá
“Estándar”
ROCK INDIANA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Impresionante. Lo ha vuelto a hacer. José María Granados ha dado con la fórmula para conseguir la canción pop perfecta y desgrana casi media docena de ellas en este su reciente disco. Desde el retorno de Mamá en el 2009, algunos discos, algunas canciones le surgen impecables, otras más defectuosas, pero la fórmula está conseguida. Un ejemplo: la curiosa ‘Estándar’, que se referencia sí misma comentando los efectos de construir un hit siendo a su vez un verdadero prodigio: bien limada, con un estribillo luminoso y un descarado empuje rítmico que lleva a reproducirla una y otra vez, una y otra. A mí me ha pasado con esta, a ustedes quizá con otra, pero el efecto va a ser el mismo: el mundo es más agradable en esos tres minutos.
Una nota destaca en el trabajo, un recorrido que ha ido apareciendo en los Mamá del nuevo milenio: la preocupación por temas sociales que se resuelve en ‘Los hombres de las praderas’ –sacado el título de una alegoría hippy presentada en la península con el “Manifiesto de lo borde” del grupo Smash – que denuncia la inhumana actitud de los inconcretos poderes que nos gobiernan, hecho que se personaliza en ‘A patadas’, con rayos de esperanza leves pero llenos de sensibilidad para aquellos que lo han perdido todo. Un zas en toda la boca para los que piensan que el hip hop o el rock tienen la potestad del compromiso: las guitarras con precisión melódica también son válidas para la lucha.
De hecho, en esta última resalta un fenómeno que aparece sobremanera en ‘Dibujos animados’, recién abierto el disco: la textura de la canción, la voz de Granados, ese empuje personal que llamamos estilo parecen provenir de Rodrigo García, y tener detrás a Cánovas, Adolfo y Guzmán. Durante unos buenos segundos estaba convencido de que Rock Indiana se había equivocado y me había mandado unos inéditos de la época de “Señora azul” que guardaba en secreto.
Por lo demás, es una variada colección que alcanza puntos sublimes: ese deje a lo Beatles que se abre en ‘Inútil’ o la melancolía de regusto por el pasado de ‘Tirabuzones’ son ejes que recorren la obra del grupo desde su primer epé, de la misma forma que ‘Las torres de Shangai’ es un retrato costumbrista de esos de irónica ternura o ‘Me hago daño’ se recrea pausada en las telas del corazón. Y toda esta brillantez se transparenta por una producción que potencia la pureza en el sonido –cosa que no siempre ha sucedido en sus discos–, que le da el protagonismo único a unas guitarras puras, de sonido impoluto, y a una voz cuya dicción es clara sin aplastar los detalles rítmicos. Da miedo pensar qué ocurriría si aún tuviesen la guitarra de Manolo Mené.
Más calmados que en sus efervescentes trabajos de los ochenta, pero lo han vuelto a conseguir, el misterio de la canción pop perfecta está resuelto. Solo deseamos que cada cierto tiempo Mamá nos vaya regalando canciones. Y que aunque estas que presentamos vayan a dar para mucho y no cansen las escuchas continuas, rogamos que no tarden.
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Anterior crítica de discos: “Los Tiki Phantoms y el misterio del talismán”, de Los Tiki Phantoms.