“Un disco lleno de libertad creativa que podría llegar y gustar a muchos más oyentes que los del público estricto que lo escuchará”
El Ser Humano
“Egresión!”
AUTOEDITADO
Texto: CÉSAR PRIETO.
Un crítico escucha todo lo que cae en sus manos: lo esperado y lo no esperado. Todo le da sorpresas, evidentemente más agradables las de la música que aparece de súbito. Bien está, ello permite no perder la excitación. Así es que rodeado de cajas jewel, entrando y saliendo cedés del reproductor me frené ante algo que parecía merecer más atención de la aparente, Sonaba creíble, trabajado y preciso. Era el tercer disco de los valencianos El Ser Humano: “Egresión!”.
Volví al principio y la lista de diez cortes fue pasando poco a poco y desvelando esos detalles que son los que al fin y al cabo resuelven la canción. Ahí estaba la letra plagada de recursos científicos a lo Antonio Vega de ‘Ella cae’ y su tejido barroco final rebozado de electrónica. Fue esta la que despertó la particular atracción. De golpe, empezaron a aparecer baladones en todo el espectro que va desde Vetusta Morla –‘Italia’ – a los aires crooner y desesperados de ‘Piedras’ –tangencialmente country – y sobre todo de ‘Juan y Adrián’, a la que cuerdas y vientos dan carácter épico, y ‘Se llaman igual’, la máxima tristeza, la perfecta plasmación de un paisaje gráfico y existencial, extraño en el pop español. Todo acompañado de un cuidado andamiaje de teclados y levedad.
Pero también hay tiempo para las guitarras aceradas. Son cortantes, con filo, al borde del western en ‘Número 1’ y crean espacios enérgicos y desolados, con recuerdos a esa limpidez de los setenta o a Los Brincos. También hay un recuerdo en ‘Vestido’ a ese retrogusto en la chulería del lenguaje, en el fraseo, de Radio Futura.
Y aquí entramos en el territorio de los matices, en esos viajes a otros sonidos que se escapan de un disco coherente, con voces a un punto del desmelene emocional de Bunbury, textos de lirismo sentimental y guitarras que a veces pasan a primer plano sorteando la electrónica. Viaje en el espíritu funky de ‘El rumor’ o el divertido toque caribeño de ‘Cierto optimismo’, versión casi bailable de un desconocido combo valenciano, Petit Mal. En definitiva se trata de un disco lleno de libertad creativa que podría llegar y gustar a muchos más oyentes que los del público estricto que lo escuchará. Si los canales de difusión fueran más fluidos, no duden de que este iba a ser uno de los discos del año.
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Anterior crítica de discos: “Natalie Prass”, de Natalie Prass.