“Me encuentro con que ‘Duets: Re–working the catalogue’ tiene sentido, que funciona y que posee entidad, que no es un compilado, sino una obra grabada ex profeso con Don Was de coproductor y –alucinante– el hard rockero Bob Rock mayormente como mezclador”
Van Morrison
“Duets”
SONY MUSIC – RCA
Texto: JUANJO ORDÁS.
Mi pelea con Van Morrison es mítica dentro de mi círculo íntimo. La culpa la tiene mi padre. Corría 1999 cuando se puso a la venta “Back on top”, el entonces nuevo disco de Morrison. Mi progenitor, fan irredento, me insistía en que lo escuchara. No se puso demasiado pesado, pero entre su entusiasmo y el de la prensa me decidí a ver qué es lo que había en ese “Back on top” que estaba enloqueciendo al mundo entero. Y no encontré nada. Con Van Morrison se me produjo ese típico bloqueo de saber que algo es bueno pese a no lograr disfrutarlo, y el bloqueo duró años y años. De hecho, solo conseguí desbloquearme respecto a Van hace relativamente poco, por lo que “Duets: Re–working the catalogue” me ha supuesto una nueva baldosa amarilla en el camino hacia el reino de Oz. Y a tiempo real. Creo que hay que tener cierta madurez para paladear la obra de Van Morrison, pero tal vez solo me esté excusando por no haber llegado antes a él.
Por supuesto, fui suspicaz con este nuevo disco. Es decir, cruzo la línea de meta después de años de carrera y ahora me encuentro con que este caballero edita un disco prototípico, ¿no? ¡El típico disco de dúos! Qué poco sentido, ¿verdad? El arisco de Van invitando a una fiesta en su casa. Siguiendo con la analogía fílmica, esto es como si la bruja del Este montara un guateque con sus monos alados y le mandara un flyer a Dorothy. Pero siendo Van un tipo que intimida tanto como la bruja y yo un inocente en el reino al estilo de la joven de Kansas, me encuentro con que “Duets: Re–working the catalogue” tiene sentido, que funciona y que posee entidad, que no es un compilado, sino una obra grabada ex profeso con Don Was de coproductor y –alucinante– el hard rockero Bob Rock mayormente como mezclador. Y para tratarse de un disco de colaboraciones en el que siempre sobra alguien (¿Michael Bublé? No, gracias), el elenco es ciertamente poderoso. Es muy emotivo encontrarse al desaparecido Bobby Womack en una versión muy caliente de ‘Some peace of mind’ de exquisitas cuerdas y hermoso saxo, con vida, mucha vida.
El espíritu del disco queda definido desde esa calidez inicial. Morrison y sus colaboradores no colaboran, se funde. Lo que Womack y él hacen es hermoso, pero no dejéis que mi amor por el primero os confunda, el resto del disco está al mismo nivel. Es una gran idea que nos recuerde a todos el talento de Joss Stone en una pausadísima ‘Wild honey’, aunque sea la invitada que más cohibida parece, su voz es hermosa y casi se diría que Morrison la utiliza más como herramienta que como compañera. Pero si la delicia empezaba com Bobby Womack, termina con una excelsa ‘How can a poor boy?’ mano a mano con Taj Mahal, blues etéreo.
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Anterior crítica de discos: “Máximo Ruiz Ferrer”, de Napoleón Solo