«Un disco destinado, de una vez por todas, a convertir a Delanada en un nombre propio en mayúsculas de la música hecha en este país»
Delanada
«Duelo al alba»
OVEJAS Y DISCOS
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
No me resulta difícil recordar cómo llegué a la música de Delanada. Porque aunque parezca rocambolesco, a los críticos también se nos ponen etiquetas. Yo llevo la de “quiquegonzalismo” a cuestas desde hace unos cuantos años y lejos de huir de ella, porque me honra, la reforcé editando un libro sobre el susodicho con el efecto evidente de su potenciación. Ahora mismo los lectores más avispados estarán preguntándose qué tiene que ver la música de Javier Molina, figura que se esconde tras el proyecto, con la del rockero madrileño. Más o menos lo mismo que pensé yo cuando me puse a escuchar aquel lejano ya «Cuatro canciones para no dormir y una declaración de intenciones» (2009), brillante título para su primer epé. Cierto es que allí, la música de Molina era más abierta, más cercana si quieren a la de González, pero tampoco había que exagerar. No debió pensar lo mismo el director de una de las revistas en las que entonces colaboraba y que me entregó el disco con un “a ti que te gusta Quique González”. Y es que lo fácil era llegar a la comparación: cantautor rock que canta en castellano y con evidentes influencias estadounidenses da como resultado Quique González. Pues en este caso es injusto, para uno y para otro. Y por suerte el propio Molina ha ido consiguiendo desmarcarse de esa etiqueta gracias a un universo propio que lo acerca más a otros músicos del panorama patrio como Luis Gago, Diego Vasallo o Luis Auserón. La primera prueba de ello fue «El enemigo silencioso» (2012), que lo situaba a medio camino entre los dos terrenos. Este «Duelo al alba» es el paso definitivo. Y es que tiene el álbum mucho más de un Mark Lanegan acústico o de Bill Callahan que de Tom Petty. El músico ha crecido y su música también.
Apuesta Molina por un álbum corto. Ocho canciones con pasajes instrumentales intercalados que dan linealidad a un disco cargado de estructuras de folk complicadas, casi barrocas en su concepción, que no en su interpretación. Acercándose al folk británico de gente como Pentangle en los temas no cantados y dejando fluir una lírica cada vez más personal en las canciones con letra. Cargadas de arreglos sensibles, cuidados hasta el último detalle en preciosistas tonadas como ‘La canción de los muertos’ o ese ‘Enésimo manual de conducta’ convertido en primer single del disco y que supone una muestra perfecta de lo que vamos a encontrar en estas ocho pistas destinadas, de una vez por todas, a convertir a Delanada en un nombre propio en mayúsculas de la música hecha en este país.
–
Anterior crítica de discos: “Me lo encontré así”, de Los Nastys.