«Ni con discazos como el que nos atañe será capaz, para su desgracia, de salir no ya de un segundo plano sino de un tercero totalmente injusto»
Mark Mulcahy
«Dear Mark J. Mulcahy, I love you»
FIRE/POPSTOCK
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
No, desgraciadamente para mi ego el mérito no es mío. Fue mi tocayo Eduardo Ranedo, musicólogo, discoadicto, periodista y amigo el que me puso tras la pista de este disco mediante un comentario en las redes sociales (benditas en estos casos). Ah, y del Athletic, que no se me olvide. Y no puedo evitar pensar que Mark Mulcahy podría ser un seguidor del Athletic. Porque lo suyo está destinado a, haga lo que haga, quedarse a media tabla. A veces aspirará a entrar en Europa y a veces sufrirá para aguantar la categoría, pero ni con discazos como el que nos atañe será capaz, para su desgracia, de salir no ya de un segundo plano sino de un tercero totalmente injusto.
Reconozco que yo le perdí la pista demasiado pronto. Seguí sus pasos mientras fue líder de aquellos Miracle Legion injustamente llamados precursores del indie rock, pero dejé de tener noticias de ellos tras la publicación en 1996 de «Portrait of a damaged family». Sí que recuerdo hace apenas cuatro años las noticias de la muerte de la mujer de Mulcahy, dejándolo solo con dos hijas gemelas de tres años, y la reacción de sus amigos de la industria (Michael Stipe, Frank Black o Thom Yorke, entre otros) para protagonizar un disco homenaje con el objetivo de recaudar dinero para el cuidado de las niñas. Poco más. Hasta que Ranedo apunta que “’Dear Mark J. Mulcahy, I love you’ es un disco de rock con mayúsculas” y me pongo a ello.
Definición. Esa es la primera palabra que se me ocurre tras la primera escucha del álbum ¿Dónde lo coloco? ¿Rock americano? ¿Rock alternativo? ¿Indie rock? Difícil. Porque lo es todo y a la vez nada de eso. Estrictamente es rock estadounidense porque el tipo es nacido en Connecticut pero no contiene ni una pizca de la habitual influencia del country en sus canciones, ¿o sí? Vuelvo a dudar. También es rock alternativo si por ello entendemos aquel rock alejado del gran público y los charts. Y también es indie, en el estricto sentido de la palabra, si por ello entendemos este puñado de canciones como música independiente. Así que quizá la solución es pensar que estamos ante un disco de rock, sin más, y dejarnos de mandangas. Cargado de temas que recuerdan a los R.E.M. más libres o a los Modern Lovers más pausados, Mulcahy consigue crear uno de esos álbumes fetiche destinados a permanecer mucho tiempo en tu memoria. Retratando situaciones y personas con una importante carga de ironía con ‘Everybody hustless Leo’ o ‘Let the fireflies fly away’ como mejores ejemplos y recurriendo a giros instrumentales imposibles (ahí están las guitarras de ‘The rabbit’ o las baterías de ‘My rose colored friend’ para demostrar lo que digo). Lo triste es que poca gente acabará dándose cuenta de su grandeza. Como el Athletic, vamos.
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