«Te ves, una y otra vez, levantando la aguja, dando la vuelta al plástico y pinchando el vinilo sin parar. Embriagado por esos sonidos polvorientos y llenos de vida»
Crudo Pimento
«Crudo Pimento»
AUTOEDICIÓN
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Contradictorio y excelente disco el que se han sacado de la manga Raúl Frutos e Inma Gómez bajo el nombre de Crudo Pimento. Lo segundo intentaré justificarlo unas líneas más abajo. Vamos a lo primero, afirmación creo más sorprendente y por ello necesaria de explicar con urgencia. Porque hablamos de un disco de blues primigenio en el que se fusionan desde ritmos caribeños a danzas tribales, pasando por country o folk y, sin embargo, es en su asentamiento en las raíces donde está la apuesta y la grandeza de su sonido. Huyendo de lo que suele caracterizar a otros discos que podríamos llamar de fusión (sic, que me perdonen) Crudo Pimento apuestan por lo que podría haberle sucedido a Robert Johnson o a Blind Lemon Jefferson si se hubieran acercado a la frontera. Y es que el blues siempre ha crecido a base de influencias externas y ellos aquí no hacen sino confirmarlo y llevarlo un paso más allá. Vamos que sí. Mezcla de estilos hay, pero todo con un poso irredento de pureza al que además colabora que el álbum haya sido grabado en la habitación del mismo Raúl, en el pasado integrante de los ya lejanos Neuman.
Hablaba hace unas semanas con el director de esta ilustre publicación sobre la “liga” en la que jugaban los grupos nacionales que optaban por el inglés como vehículo de expresión. Al final, por diferentes caminos, llegábamos a la misma conclusión: la justicia es compararlos con la amplia escena internacional, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Pues bien, ahí está la excelencia de este disco. En el hecho de que no solo se permite jugar en esa liga sino plantar cara a muchos discos venidos de fuera e incluso superarlos. Que no les acompleje mirar a los ojos a bandas como Left Lane Cruiser o Black Diamond Heavies. Pueden hacerlo con orgullo porque han demostrado el por qué se hablaba de su propuesta tanto antes incluso de tener un disco en el mercado. Aunque en ‘Tic tac toc’ parecen tirar del camino andado por los también patrios Guadalupe Plata sus huellas cruzan el Atlántico. Así, ‘Dream and alcohol’ le guiña un ojo y casi los dos a Howlin’Wolf, ‘Feathers’ a Son House y ‘Spices and fear’ a Ramblin’Jack Elliott. Pero no olvidan girarse más al sur. Que América no son solo los «States». ‘Mariana’ bebe agua de Jamaica, mientras ‘Le fin du monde’ (en francés) y ‘Cumbia de muertos’ (en castellano) parecen el billete perdido entre Veracruz, Barranquilla y Nueva Orleans.
Y así te ves, una y otra vez, levantando la aguja, dando la vuelta al plástico y pinchando el vinilo sin parar. Embriagado por esos sonidos polvorientos y llenos de vida. Sorprendido, probablemente de manera injusta, porque un grupo “de aquí haya hecho un disco tan de allí”. Y gozas. Que al final la música se hace para eso. Y aunque sea llevarles la contraria, la cumbia no es solo de los muertos.
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Anterior crítica de discos: “Another self portrait (1969-1971)”, de Bob Dylan.