«Un álbum que debe reconciliarlo con aquellos a los que él mismo nos define acertadamente como talibanes del rock»
Andrés Calamaro
«Bohemio»
Warner
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Falta le hacía a Don Andrés un disco como «Bohemio». Un trabajo de grandes canciones y rock a raudales que deja atrás cumbias, tangos y cualquier otra influencia latina. Un álbum que debe reconciliarlo con aquellos a los que él mismo nos define acertadamente como talibanes del rock. Porque Calamaro es un tipo sabio y si en un momento de su carrera decidió arriesgar con discos tan discutibles y discutidos como «El Palacio de las Flores» (2006), «Tinta roja» (2007) o el frustrado «On the rock» (2010), sabe que ahora no toca. La situación requiere recuperar el empaque de sus grandes obras, con «Honestidad brutal» (1999) y «Alta suciedad» (1997) a la cabeza. Aunque hacerle un hueco entre ellas puede parecer osado, muy lejos no anda la cosa.
Dice el músico que se trata de un álbum metafísico, calificación que igual que aquel sonido mercurial de Dylan solo él mismo es capaz de definir y ni así acabamos de ser capaces de comprenderlo el resto pero, en todo caso, necesitados estábamos de este Calamaro. Del músico contenido que es capaz de escoger diez temas que sobrepasan ligeramente la media hora de duración e incluso dejar fuera una undécima canción al encontrar que no encajaba en el conjunto del disco. Opuesto a la opulencia compositiva de «El salmón» (2000) o de sus aventuras en la red de redes. Y quizá ese es uno de los motivos por los que el trabajo funciona tan bien. Y puede que otro sea el hecho de que el argentino se ha concentrado en la composición y la interpretación vocal abandonando cualquier instrumento que pudiera distraerle de esas tareas.
Para ello se atreve a arrancar el álbum con su tema más lento, la exquisita ‘Belgrano’, dedicada sin disimulo a su amigo fallecido Luis Alberto Spinetta. Sigue con ‘Cuando no estás’, que sirvió además como single de adelanto y que poco tiene que ver con el bolero del mismo nombre porque aquí la cosa va de medio tiempo con ínfulas pop marca de la casa. ‘Tantas veces’ es el enésimo intento de expiación del argentino y para ello se apoya en referencias a «Love story», a un bolero de Pedro Flores o incluso a Los Rodríguez. Precisamente ‘Rehenes’ podría ser una canción perdida de estos, descartada en la época de «Honestidad brutal» y recuperada ahora. ‘Nacimos para correr’ toma de Springsteen el nombre, la épica y poco más. Balada convertida en tributo a la existencia y la permanencia. ‘Bohemio’ es la canción que da título al disco y eso significa algo. Es el perfume del trabajo. Es el resumen perfecto de todos sus objetivos y si Diego A. Manrique la definió como “bolero rebelde” no será un servidor quien le lleve la contraria. ‘Plástico fino’ tiene menos secretos tras sus evidentes referencias líricas a Radio Futura. Un misterio que se recupera en ‘Inexplicable’, más rock, más visceral y con la habitual referencia taurina incluida. ‘Dentro de una canción’ es una confesión que se inicia con ecos de Sergio Leone y se abre a caminos ya transitados con un Andrés ligeramente forzado en su estribillo. Para el cierre queda el rock and roll vacilón muy Rodríguez, de nuevo, de ‘Doce pasos’ en un intento de final feliz contradictorio (no en vano esos doce pasos son los que deben superar los adictos para rehabilitarse).
Dicen que una vida bohemia es aquella inconformista, libre y no convencional. Errante y poco organizada. Sin ajustarse a convencionalismos. Despreocupada y alejada de ostentaciones estéticas. Y cada una de estas definiciones le viene como anillo al dedo a un disco que nos recupera al mejor Andrés Calamaro. Que nos dure.
–