«Un disco de amplio alcance, pero especial para los devotos del mundo de Bryan Ferry»
Bryan Ferry
«Avonmore»
BMG
Texto: CÉSAR PRIETO.
Dos años después de la recreación de su cancionero en clave de la música orquestal de los años veinte con “The jazz age”, vuelve el Bryan Ferry más fácilmente reconocible por sus seguidores. Conectado directamente con “Bête noire” de un lejano ya 87, por sus cadencias próximas a la pista de baile, y con ‘Avalon’, como en la que da título al conjunto, por el cuidado en unas melodías almibaradas tratadas con un patente lirismo expansivo, nos presenta este «Avonmore» en el que ni los toques electrónicos ni la sofisticación se comen terreno, fusionados así en perfecta amalgama. Son puntuales las colaboraciones de Maceo Parker, Johnny Marr o Todd Terje, camino este de las colaboraciones que podría servir para sembrar nuevas tonalidades a su obra, si se decidiese a darles más cancha.
No es casual que, como en el primer elepé de Roxy Music, el disco comience con trasiegos de fiesta, conversaciones y el vidrio de las copas, para introducir con ‘Loop de li’ la exquisitez, una sofisticación no lejana del jazz de su anterior disco. Los ambientes crecen en cosmopolitismo en la ferroviaria ‘Midnight train’, con el ritmo constante y animado de los raíles, especial para los que somos devotos de las rutas nocturnas y los coches-cama, o se anegan en el teatro de la melancolía con la soulera y desesperada ‘Soldier of fortune’.
En todo caso es una colección de diez canciones que si no crece, por lo menos no decae en ninguna de las dos direcciones que hemos expuesto al principio. Un ‘Lost’ de voz zozobrante deja paso al trote más carnal de ‘One night stand’, como en Roxy Music con unos coros omnipresentes y un saxo que lleva la canción a dosis de exasperada elegancia. Y, preparadas para un magnífico fin de fiesta, deja el galés las dos versiones del disco para el final; ahí están ‘Send in the clowns’, extraída del músical “A little night music” de Stephen Sondheim, Grammy a la mejor canción del año 1976 cantada por Judy Collins, que convierte en una balada de crooner electrónico a lo Bowie y un ‘Johnny and Mary’ de Robert Palmer, de la que extrae el andamiaje hiriente de su base electrónica y la dota de un fondo tan sutil que convierte esa letra de amores enfangados en pura melancolía. Ni más ni menos, queda la certeza de que es un disco de amplio alcance, pero especial para los devotos del mundo de Bryan Ferry, un conjunto sólido de canciones con los mimbres que este teje a la perfección. No se espera más de él.
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Anterior crítica de discos: “Directo en Las Ventas 27-9-14”, de Rosendo.