«Querían parir un disco sexy para escuchar pasada la medianoche, como si entre los engranajes de su maquinaria rítmica se hubieran filtrado gotas de humedad soul rock, y a fe que lo han conseguido»
Arctic Monkeys
«AM»
DOMINO
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Aparentemente más despreocupados que nunca de ser catalogados de una manera o de otra, los Arctic Monkeys cada vez caminan con más garbo por la pasarela del pop rock británico más lustroso. Porque si las apariencias gozan aún de significancia, habrá que convenir que el elegante porte que se gastan en sus directos (como el de su última actuación en el FIB) es el reflejo más fiel de la madurez que han alcanzado a la altura de esta quinta entrega. Aquellos niños-maravilla del 2006 son hoy en día cuatro jóvenes cuya rotunda reafirmación no acierta a enmanillar los límites de su progresión. Y mejor es que así sea, porque nunca como en este «AM» han logrado un mayor equilibrio entre la mejor tradición brit (esa a la que se asomaron con tanta puntería en «Suck it & see»), y los aguerridos accesos de testosterona rock que comenzaron a destilar cuando Josh Homme (aquí también presente en un par de temas) les produjo su tercer álbum en un desierto de California.
El tercer componente de la aleación, y quizá el más determinante por lo que aporta de frescura, sería esa sinuosa sensualidad que destilan en canciones como ‘R u mine?’, ‘Why’d you only call me when you’re high?’ o en ‘One for the road’, con ese falsete cimbreante y unos coros de aúpa. Querían parir un disco sexy para escuchar pasada la medianoche, como si entre los engranajes de su infalible maquinaria rítmica se hubieran filtrado gotas de una inaprensible humedad soul rock, y a fe que lo han conseguido. Si antes tenían el ritmo, ahora también tienen el swing. Algo que en modo alguno contradice su habilidad para sumergirse en libros de estilo clásicos con inusitada clarividencia: si ‘No. 1 party anthem’ es una deliciosa balada que haría las delicias de Morrissey o Richard Hawley, ‘I want it all’ es un petardazo glam rock que levantaría una sonrisa a Marc Bolan. Y en los márgenes de esa contundencia, pueden sonar deliciosamente lúdicos en ‘Snap out of it’, melancólicos en ‘I wanna be yours’ o incluso dulces en ‘Mad sounds’. Pero siempre igual de convincentes. Un pleno al doce.
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Anterior crítica de discos: “Noches de rock & roll”, de Burning.