“Se trataba de interpretar al completo el repertorio del disco, pero claro, dos horas dan para mucho y Sabina, zorro viejo, sabe magnetizar al público con llamadas al inconsciente colectivo”
Joaquín Sabina
“500 noches para una crisis”
SONY MUSIC
Texto: CÉSAR PRIETO.
Con la gira a máxima potencia, Joaquín Sabina pisa aún más el acelerador y pone a la venta el testimonio de una de sus actuaciones de los conciertos en forma de pequeño cofre con dos cedés y una producción visual de lo que fueron los conciertos del “Luna Park”, en pleno Buenos Aires.
La excusa era la celebración del decimoquinto aniversario de “19 días y 500 noches”, el trabajo que pasará a la historia como el más completo entre los suyos, la industria musical lo ha decidido así. Y se trataba de interpretar al completo el repertorio del disco, pero claro, dos horas dan para mucho y Sabina, zorro viejo, sabe magnetizar al público con llamadas al inconsciente colectivo. Es la suprema virtud del hombre de escenario, que no tanto del artista, enfervorizar cuando él quiere, y así las alusiones, regustos y recreaciones en la cultura porteña hacen su buena labor de crear una corriente continua que traspasa de bambalinas a gallinero.
Así, aparecen alusiones a la Plaza de Mayo, al Boca y a Palermo, se dispara con un ‘Adios, muchachos’, un ‘Con la frente marchita’ y un regusto bonaerense para un disco, el celebrado, que de por sí ya lo tenía en ‘Dieguitos y Mafaldas’, por ejemplo. El caso es que estos dejes se ajustan como guante a las excursiones que se regala por la posguerra española, con una versión de ‘Y sin embargo te quiero’ y ‘De purísima y oro’, una de las canciones del disco de 1999, por la que hacen su impresionante recorrido la primera posguerra, la muerte de Manolete y el horror, registrada desde la prueba de sonido –quizás al público argentino le quedase muy lejos–, con todo el grupo relajado.
Por lo demás, cumpliendo el objetivo, aparecen casi todas las interpretaciones del disco al que se rinde homenaje. En la que da título al conjunto monta un enorme jaleo y en ‘Barbi Superstar’, igual que en ‘Conductores suicidas’, se pone a rocanrolear hasta concluir la desmesura con el ‘Mueve tus caderas’ de Burning o el ‘Don’t let me down’. Despliega también antiguos éxitos, como ‘Princesa’, rumbas, como ‘Contigo’, versiones de Dylan y un lujo de banda, sólida y precisa, que acompaña a su estado de gracia y a su voz, vale, sí, cascada, en ‘Donde habite el olvido’ ya definitivamente rota, pero por ello más cercano a convertirse en nuestro Tom Waits particular.
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