Diez joyas de Gabinete Caligari que tal vez nunca has escuchado

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Más allá de los éxitos que les auparon en los ochenta y los noventa, la discografía de Gabinete Caligari alberga reliquias dignas de escucha. Como acompañamiento a su trayectoria discográfica —reconstruida en el Cuadernos Efe Eme número 20—, Eduardo Tébar selecciona una decena de piezas que quedaron en segundo plano y que merecen una atenta escucha.

 

Selección y texto: EDUARDO TÉBAR.

 

Que la magnitud popular de los éxitos de Gabinete Caligari no impida ver el bosque. A lo largo de prácticamente dos décadas en activo, Jaime Urrutia, Edi Clavo y Ferni Presas sazonaron el arte de la canción pop perfecta. Desde Los Brincos, nadie como ellos supo casar la vanguardia musical con la cultura ibérica (que es la hoja de ruta que prima hoy, atentos). Por supuesto, hay vida más allá de “La culpa fue del cha-cha-chá”, “Camino Soria”, “Tócala, Uli” o “El calor del amor en un bar”, todos ellos clásicos intergeneracionales del rock español. El trío castizo evolucionó entre temas siniestros, pasión taurófila, historias de maquis y amores de tasca. Pero Gabinete también tuvieron destreza en el empleo del bisturí para hacer canciones con los pequeños átomos de la realidad y el lenguaje (“A dormir”, “Malditos refranes”, “Balada del señor Dudas”). Extraemos estas diez perlas de su discografía, pero podrían ser muchas otras.

 

1. “Mentir” (Que Dios reparta suerte, DRO/Tres Cipreses, 1983)

Una de esas canciones oscuras y atmosféricas del primer elepé, al igual que “Pérdidas blancas” (título inspirado en el poemario, inencontrable, de Eduardo Haro Ibars en 1978). Por entonces, el post punk de talla expresionista de Gabinete Caligari trataba de adaptarse a una suerte de crónica negra mesetaria, sus particulares episodios nacionales. Una fórmula consagrada aquí ya con “Que Dios reparta suerte” y “Sangre española”: el invento del llamado rock torero. Al margen del olor a carne quemada en el rancho y de las heroicidades en el ruedo, se abría con “Mentir” una poética más sentimental y confesional. La cadencia pendular, acentuada por Ferni en la línea de bajo, funciona con la guitarra acústica y la armónica de Ulises Montero, y sobre todo, encaja las piezas para que la voz de Jaime sonase al fin enigmática, sensual y con ese decir literario que impregna toda la obra de Gabinete. Como curiosidad, se reconoce en los créditos la participación en la letra de Ana Díaz, mujer por aquella época de Pito Cubillas, seguidores ambos de Alaska y los Pegamoides, y mánager a la postre; fue musa de moteros y de Corcobado, que le produjo el espléndido Satélite 99 en los noventa. “Mentir” sugiere la vena tanguera de Edi Clavo, que sería miembro de Malevaje.

2. “Me tengo que concentrar” (Sangre española, Tres Cipreses, 1983)

Es la cara B del single de Sangre española y una pieza habitual en los recopilatorios de los ochenta. También en el repertorio televisivo de aquellos tiempos, como bien constatan los documentos que circulan en YouTube, tanto en La edad de oro como en Caja de ritmos. Otra versión en vivo se incluye en el disco En directo, los restos arqueológicos de la actuación en el Colegio Mayor Mendel, el 11 de febrero de 1984, que vio la luz en 2016. Se nota la mano en la producción de Ángel Altolaguirre, factótum del sonido gótico madrileño y responsable del cambio de rumbo de Dinarama.

3. “El arte de amar” (Que Dios reparta suerte, DRO/Tres Cipreses, 1983)

El tema que cierra el álbum Que Dios reparta suerte sigue la estela de canciones como “Mentir” y “Pérdidas blancas”, solo que aquí la sexualidad es más explícita, posiblemente tras una ingesta colectiva de botellas de vino y versos de Ovidio. O después de un atracón de Visconti y Pasolini. De nuevo, de algo sirvieron las aportaciones de Ana Díaz, que volvía a figurar en los créditos. El punto sádico, presente en Gabinete desde la inaugural “Golpes”, se muestra con el vapor de los teclados de Ana Curra. Estaban en tierra de nadie, pero se sentían aún hermanados con Parálisis Permanente.

4. “Gasolina con ricino” (Haciendo el bobo, Tres Cipreses, 1985)

El motero del trío, Edi Clavo, fue el catalizador de una de las canciones con mayor regusto a rock and roll de todo el legado de Gabinete. Es, a su vez, una de las grandes joyas ignotas en su discografía. Salió como cara B de “Haciendo el bobo”, una pieza con la que buscaban el efecto barniz de los teclados de Al Kooper con Bob Dylan. Sin embargo, aquí el protagonismo lo tiene la guitarra, crepitante y al ritmo del motor. Eso sí, la canción fue tema central y eje narrativo del cortometraje Madrid-tránsito que rodó Adolfo Garijo en 35 milímetros. Merece un hueco en las listas de rockabilly español. Y ojo a Ulises Montero, feroz con la armónica.

5. “A dormir” (Al calor del amor en un bar, DRO/Tres Cipreses, 1986)

La otra cara de la moneda. Y en esta capacidad para reinventarse radica una de las claves de la creciente popularidad de Gabinete Caligari. “A dormir” describe de forma entrañable una rutina por la que todos desfilamos cada noche, el acto de meterse en el sobre. Desde el niño que hace «pipí» tras darle las buenas noches a sus padres hasta el adulto que apaga sus zozobras en ese no-lugar y no-tiempo. Estamos, por tanto, no ante una cancioncilla tonta, sino frente a una píldora filosófica llena de lucidez. Como bien canta Jaime, en el sueño no hay frío ni calor, ni existe el verbo aburrir. El aire infantiloide y onírico de “A dormir” contrasta con las turbiedades que envolvieron este disco: roces con el productor Jesús Gómez, la ruptura sentimental en ciernes de Jaime Urrutia y Teresa Verdera, y la adicción de Ulises Montero.

6. “Viaje al averno” (Cien mil vueltas, EMI, 1991)

Nada sería igual para Gabinete en los noventa. Muchas cosas envejecieron de un día para otro. Y resulta injusto, ya que sus discos de esta década son más que dignos. En el caso de Cien mil vueltas, se trata de una colección de composiciones brillantes. La producción corrió a cargo de uno de los nombres de postín de EMI en aquellos tiempos, Phil Manzanera, viejo guitarrista de Roxy Music y responsable del sonido que disparó a Héroes del Silencio. Con todo, estos Gabinete maduros, ya pasada la treintena, habían decidido en Privado (1989) que lo que son, en esencia, es un grupo de rock. Su audacia consistió en resolver la cuestión ofreciendo un cancionero de lo más variado, a la par que compacto. Por haber, hay hasta una clara reminiscencia de The Cure en este “Viaje al averno” con el que arrancan, que deviene en palpitante informe de sentimientos. Jaime consolida ese ramalazo a lo Scott Walker (o raphaeliano, por cercanía) que, en este contexto, se antoja simplemente delicioso.

7. “El extranjero” (Cien mil vueltas, EMI, 1991)

Un medio tiempo que entra y agarra entre arpegios y la orgía de teclas de Esteban Hirschfeld. Extranjeros: así se reconocían Gabinete en esta grabación a lo grande en Londres y en el último disco realmente magistral de su carrera juntos. “El extranjero” no tiene mucho que envidiar a otras maravillas del paquete, como “Lo mejor de ti”, “Al final de todo”, “Como un animal” o “Queridos camaradas”. Jaime canta con la profundidad de quien arrastra ya cierta carga en la mochila.

8. “Delirios de grandeza” (Delirios de grandeza, EMI, 1993)

Hizo justicia Jaime Urrutia cuando, en 2007, optó por abrir su álbum recopilatorio en directo —En Joy— con “Delirios de grandeza”. Era una de esas canciones que quedan perdidas o desperdigadas con el paso del tiempo porque no forman parte de ningún disco de estudio. Esta, en concreto, se incorporó como propina al “Grandes éxitos” de 1993. El tema cuenta con una edición en single: escueta y triste, como los singles en cedé. La canción, a pesar de todo, es portentosa. Un chute de autoestima con comparsa taurina. El texto enfrenta con maestría la introspección del protagonista ante la enormidad del universo. Pajarillos en la cabeza mientras la naturaleza desata un vendaval. Puro romanticismo, pero a la manera de Gabinete: con palabras sencillas, certezas, firmes, y pisando la plaza.

9. “El hombre de oro” (Gabinetíssimo, Polygram, 1995)

Gabinetíssimo es el disco fantasma de la discografía de los madrileños. Lo publicaron con Polygram Ibérica y no se ha reeditado. Ni está en streaming, ni es que los seguidores se den tortas por reivindicarlo. El trío tardó cuatro años en rematarlo y la grabación, en Londres y bajo el mando de Esteban Hirschfeld, no fluyó del todo bien. Pero en todos, absolutamente todos los trabajos de Gabinete Caligari, encontramos gemas. “El hombre de oro” revela al grupo infalible en crudo, con el sostén de unas guitarras crujientes y sin aditivos. Suena a maqueta, pero pellizca.

10. “La historia se vuelve a repetir” (Subid la música, Get, 1998)

Una pícara y tórrida instantánea de la vida en pareja. El calor del amor ya no estaba en el bar, sino en el nido compartido. Evoca en cierta forma a Ray Davies y a Gainsbourg; guarda esa facilidad para relatar lo cotidiano con febricitante argucia. Y ya puestos, recuerda al Sergio Makaroff de “Yo no tengo novia”, cuando los tortolitos reinventan las posibilidades amatorias de los rincones del hogar. Otra muestra de que, hasta el último disco, a Gabinete nunca se les secó la inspiración. Y eso que Subid la música no tuvo un final feliz.

 

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