Diez grandes canciones de Rod Stewart (de cuando Roddy era imbatible)

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Gran protagonista del número 36 de Cuadernos Efe Eme desde la portada y un completo reportaje interior que, a manos de Luis Lapuente, aborda sus mejores años. Rod Stewart lleva décadas cincelando el pop y el rock, regalando discos y canciones que ya forman parte de la historia de la música y le han convertido en una de sus figuras más icónicas. Aprovechando su paso por España, con una gira que comienza hoy en Madrid y concluye el día 22 de julio en Cádiz, el mismo Lapuente rescata algunas de sus gemas más valiosas para calentar motores.

 

Selección y texto: LUIS LAPUENTE.

 

Hubo un tiempo, apenas cinco años, entre 1969 y 1974, en que cada nuevo disco de Rod Stewart era sinónimo de magia, de buen gusto, sensibilidad, profundidad; cada canción representaba una razón para vivir. Luego, el encantador macarra del norte de Londres se hizo millonario, se instaló en Estados Unidos y poco a poco fue olvidando aquellos secretos ingredientes que habían convertido discos como Every picture tells a story o Never a dull moment en deliciosas piedras preciosas del pop. Aquí seleccionamos diez canciones mágicas de aquel quinquenio.

 

1.- “Handbags & gladrags” (1969)

Gema absoluta que había escrito el vocalista de Manfred Mann, Michael D’Abo, para Chris Farlowe un par de años antes, pero que adquirió categoría de canónica en la versión de Rod Stewart. Bolsos de mano y ropa de fiesta, qué mejor definición de los objetos que fascinaban a un joven macarrilla de clase obrera a punto de convertirse en millonario. Arreglos (¡ese maravilloso oboe!) y piano del autor de la canción, Mike D’Abo.

2.- “Man of constant sorrow” (1970)

En el elepé An old raincoat won’t ever let you down bullía el aliento de Keith Richards, ese toque de country blues canalla con guitarras acústicas que se escuchaba en “Love in vain” y “You got the silver». Y también estaba, claro, al menos en espíritu, Bob Dylan, omnipresente en la versión del clásico folk “Man of constant sorrow”, que había inmortalizado por Bob en su primer elepé.

3.- “Only a hobo” (1970)

Gasoline alley, publicado el mes de junio de 1970, apenas cuatro meses después de su debut y el de los Faces, abundó en los hallazgos, perfeccionó los mimbres de su primer elepé y depuró aún más su lectura del libro de estilo del Dylan electroacústico, en esta gloriosa revisión de “Only a hobo” que contaba tanto, o más, de su biografía que de la del propio Bob: «Mirar el mundo desde un agujero en el suelo, esperar tu futuro como un caballo cojo. ¿Tumbarse en la cuneta y morir sin nombre? Solo un vagabundo, pero uno más se ha ido, no dejando a nadie para cantar su triste canción». Quizá, al interpretarla, Roddy se veía a sí mismo como aquel vagabundo que sobrevivió en las calles de Barcelona, de donde le expulsaron en 1963 en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes; vagabundo también cuando trabajaba como sepulturero en el cementerio de Highgate, quien sabe si remojando la garganta por la mañana en el pub de la esquina con el equivalente londinense a un sol y sombra madrileño. Así es el callejón de la gasolina, canciones sobre la tierra, sobre la chica que te espera a la salida del curro, sobre las calles mugrientas y las fábricas

4.- “Every picture tells a story” (1971)

“Every picture tells a story”, compuesta al alimón con Ron Wood, describe a la perfección la grandeza y la miseria del rock and roll way of life, en las andanzas de un pícaro trotamundos, racista y machista, que finalmente encuentra a la mujer que no imaginaba que existiera: «No dejaría ni que me ataran el zapato las mujeres que he conocido; ellas no te darían ni la hora. Pero la dama de los ojos rasgados me dejó sin aliento, Dios, me alegré de haberla encontrado». Un cuento de Dickens pringado en salitre del delta del Misisipi.

5.- “Mandolin wind” (1971)

Hermosa letanía de amor intemporal que te arrebata en sus acordes, con la guitarra y la mandolina de Martin Quittenton reciclando el alma de rock and roll de Stewart, según el libro de estilo de los Fairport Convention. El crítico Robert Christgau catalogó la obra maestra con estas palabras: «Un éxito tan grande como “Maggie May” debe satisfacer a Rod, el Mod, del mismo modo que un clásico tan innegable como “Maggie May” satisface a Rod, el Artista. Pero es “Mandolin wind”, que da paso a Motown y a Tim Hardin, la que hace justicia a todo lo que él es».

6.- “Tomorrow is a long time” (1971)

En el absolutamente fundamental Every picture tells a story destaca la canónica lectura del “Tomorrow is a long time” de Bob Dylan, mejor aún que las que firmarían Elvis Presley (1966) o Sandy Denny (1972). Nadie ha cantado nunca a Dylan con el pasmoso convencimiento, con la deslumbrante profundidad y camaradería con que lo hizo Roddy en sus años de madurez, tanto en solitario como con los Faces; pero hay dos momentos estelares, este y el de “Only a hobo”.

7.- “Maggie May” (1971)

Con “Maggie May”, Rod creó el arquetipo perfecto del jovencito inexperto de clase obrera que pasa la tarde del domingo en los billares, alardeando ante sus amiguetes de sus supuestas hazañas sexuales con mujeres maduras. La describe el propio Roddy en sus memorias: «Creo que es una buena canción, un bonito y breve cuento. Tiene una parte de mandolina bastante buena, interpretada por Ray Jackson, del grupo de folk rock Lindisfarne, un instrumento que raras veces se introduce en una canción pop, pero que le daba una textura que siempre me había gustado en la música folk. Es cierto que jamás creí que pudiese ser un single. De hecho, durante un tiempo, pensé incluso en descartarla del álbum porque no tenía estribillo, tan solo esas farragosas estrofas. No tenía gancho. ¿Cómo vas a grabar un single con una canción que solo tiene estrofas, pero no estribillo ni gancho? Y, además, era un poco larga; Dios santo, duraba más de cinco minutos, lo cual resultaba bastante operístico para el estándar de un single pop. Quizá debí aprender de Bob Dylan el hecho de que una canción no necesita de una frase pegadiza en el medio para hacerse popular, que también había sitio para una letra que se va por las ramas». Obra maestra mayor.

8.- “(Find a) Reason to believe” (1971)

Canción mayúscula en un disco sembrado de luminosas piezas de orfebrería: “(Find a) Reason to believe” y “Maggie May” fueron las respectivas caras A y B del single publicado por Mercury en julio de 1971, que se mantuvo en el Top 1 de las listas de Billboard durante cinco semanas, después de que “Maggie May”, favorita en las emisoras de radio, le arrebatara el protagonismo a la versión del tema de Tim Hardin, que a Stewart le parecía más apropiada para las emisoras de radio. Como hizo varias veces con Dylan, y a pesar de que “Maggie May” le robó el favor del público, Rod grabó la versión canónica del clásico de Tim Hardin.

9.- “Stay with me” (1971)

Urgía emular el hallazgo narrativo y melódico de “Maggie May” antes de que otros encontraran el filón, y enseguida surgió la gloriosa “Stay with me”, coescrita con su compinche Ronnie Wood para el álbum de los Faces A nodis as good as a wink… to a blindhorse: «Por lo que recuerdo, no hubo ni una sola banda de glam, de punk o de heavy metal de los años ochenta que no estuviera influida por los Faces, por su sonido y por su imagen. Tenían un estilo único de componer, grandes estribillos, grandes melodías y, por supuesto, la garganta inimitable de Rod Stewart. Fueron la banda definitiva de rock and roll británica y, además, la primera gran banda de rock and roll con melenas al aire. ¡Todos queríamos ser como los Faces!», afirmó Slash, de Guns N’ Roses.

10.- “You wear it well” (1972)

La genuina clásica absoluta del canon del folk y el blue eyed soul del álbum Never a dull moment, quizá su disco más difícil de grabar (¿cómo igualar el brillo de un diamante si no eres capaz de conseguir otro parecido?), fue “You wear it well”, casi una secuela de “Mandolin wind” y “Maggie May”, compuesta por Martin Quittenton y Rod Stewart, que le escribe una carta a un viejo amor, recordándola con cariño y respeto: lo que ella «lleva bien puesto o viste con elegancia» («you wear it well») puede ser su vida actual, o los años que pasan sin apenas dejar huella o el vestido de cumpleaños que una vez le compró.

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