Luis García Gil se adentra en el repertorio de Barbara, una de las grandes damas de la canción francesa en los sesenta y los setenta. Aquí van diez canciones imprescindibles, el complemento perfecto para el artículo que García Gil firma en el número 20 de Cuadernos Efe Eme, ya a la venta.
Selección y texto: LUIS GARCÍA GIL.
1. “Dis quad reviendras-tu?” (1964)
La lánguida pregunta amorosa y ese piano que estremece. El mito Barbara que se edifica en los años sesenta, que empieza a cimentarse en textos cantados tan bellos como este. Cantarle al amor que se va, al desgarrado corazón, al último naufragio. La primavera como promesa para dejarse ir amorosamente por las calles parisinas. Hay mucho de Jaques Brel, de su vértigo, de su odisea cantada, de sus crescendos. «Dime, ¿cuándo volverás?», se pregunta Barbara, que sabe que el tiempo es fugitivo y doliente la letanía del corazón.
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2. “Nantes” (1964)
Ciudades cantadas y habitadas. A mediados de los años sesenta ve la luz Barbara chante Barbara. La cantante recibe además el premio de la Academía Charles Cros y se presenta en el Bobino, templo del music-hall parisino, radicado en Montparnasse. “Nantes” es una canción recorrida por una particular atmósfera. Empieza con la imagen de la lluvia que cae sobre la ciudad, luego viene el desgarro de la revelación. En el número 25 de la calle de la Grange-aux-Loups alguien va a morir en una habitación. “Mon pére, mon pére” desvela Barbara en esta emotiva pieza autobiográfica dedicada a su padre, Jacques Serf, en la que se detecta alguna influencia de Jacques Prévert, revisitando a su manera la canción Barbara que cantara, por ejemplo, Yves Montand. Es tiempo aún de dejarse la piel en cabarets como L’ Écluse, donde canciones como “Nantes” impactan en la audiencia por su tono confesional. La presencia del padre, figura compleja y dolorosa para Barbara, se dejará sentir en su cancionero.
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4. “Pierre” (1964)
En el ascenso a las cumbres de la canción francesa mucho tuvo que ver la intensidad de piezas como “Pierre” en la que la lluvia que cae vuelve a ser el marco idóneo para cantar las pérdidas y cobijarlas. “Pierre” es una de sus primeras canciones realmente resonantes. Canción melancólica que refuerza el saxofón de Michel Portal. No se precisan mayores alardes. La voz despojada de artificio y floritura de Barbara maneja la propia arquitectura de la canción. Estamos en 1964. Primera producción de Claude Dejacques para la artista. “Pierre” es otro amante huido al que se le espera mientras llueve incesantemente. Escuchen la versión que se indica a continuación, grabada en Châtelet en 1987. Barbara está algo mermada vocalmente, pero suple esas carencias con una interpretación memorable.
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5. “La dame brune” (1967)
Barbara, que había cantado a Brassens y a Brel, se cruza con Georges Moustaki, que le dedica este tema que cantan a dúo y que evoca la canción francesa anónima del siglo XVII “Au clair de la lune”. Barbara la incluye en su álbum de 1967 Ma plus belle histoire d’ amour. Entra en escena como arreglista Michel Colombier. Barbara consolida su estilo. En el currículo de Moustaki figuraba “Milord” para Edith Piaf, pero lo mejor estaba por llegar. Con Barbara, aura y misterio en forma de chanson, la complicidad es absoluta. Y la refrenda esta canción luminosa y melancólica que tiene versos que podía haber firmado la propia Barbara, hasta tal punto se mimetizan los estilos compositivos de Moustaki y de la cantante francesa.
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6. “Soleil noir” (1968)
Barbara venía de una depresión. El sol negro —oxímoron— de la melancolía asoma en su horizonte y se convierte en canción inspirada en el poema “El desdichado” de Gérard de Nerval. “Soleil noir” es otro autorretrato de la artista que se busca a sí misma, que quiere huir de las canciones lúgubres, de esa tonalidad trágica que impregna su cancionero. Comienza diciendo que ha salido de las brumas, de las mañanas grises, que quiere ir hacia el paraíso. Pero la tentativa se queda en eso, en tentativa y la cantante se reconoce envuelta en la desesperación, en el sol negro metáfora perfecta y anímica.
Hay toques jazzísticos en los versos largos y lamentación en los versos cortos. Esa mezcolanza surca “Soleil noir”, que parte de varios sucesos trágicos que afectan a la cantante, entre ellos el deceso del hijo de Michel Colombier a la temprana edad de cuatro años.
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7. “L’aigle noir” (1970)
Probablemente la obra magna de Barbara, la más emblemática, que en nuestro país hiciera suya Maria del Mar Bonet. Barbara venía de un periodo de desnudez sonora entre 1962 y 1967. Ahora ensaya cierto minimalismo y arreglos más osados. La particularidad de “ ‘aigle noir” es que Barbara lleva hasta extremos inimaginables lo confesional. Porque la canción es el relato de los abusos sexuales a los que le expuso su propio padre, abusos que revelaría en sus memorias interrumpidas que tituló Il était un piano noir….
Canción que resuena el verano de 1970 y que alcanza status de obra maestra dentro del legado de la chanson. La primera versión de estudio contaba con el acompañamiento de Michel Colombier y su orquesta con la presencia, entre otras instrumentaciones, del acordeón electrónico de Roland Romanelli.
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8. “Mon enfance” (1969)
Otra pieza maestra de su repertorio. La poesía de Barbara fluye armoniosamente. Es interesante compararla con la canción homónima de Brel. Dos infancias entrecruzándose. Barbara le canta a la niñez y a la guerra. En su rememoración arden también las pérdidas familiares y la memoria materna. «¿Por qué vine aquí, donde mi pasado me crucifica?», se pregunta Barbara.
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9. “Les insomnies” (1978)
En los años setenta Barbara elige orquestaciones algo más suntuosas. Su discografía no alcanza el equilibrio de sus años dorados. Pero, a fogonazos, Barbara sigue componiendo canciones imperecederas. Como “Perlimpinpin”, mirada desgarradora a la violencia que se ejerce contra la infancia, compuesta por una serie de preguntas encadenadas. Otra de esas canciones setenteras a reivindicar es “Les insomnies”, cuarenta y cuatro versos vertiginosos con una rima casi única. Barbara vuelve a hablar de sí misma, de sus de sus noches insomnes, de su propia desesperación, pero lo hace con superlativa ironía: «Pero si dormirse es morir/ prefiero mis insomnios/ mucho mejor morir en el infierno/ que vivir en el paraíso…».
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10. “Gauguin” (1990)
Canción largamente gestada cuyo primer registro se produce en 1990 para su recital en el Teatro Mogador. Barbara rinde homenaje a su amigo y compañero Jacques Brel, al que había cantado y con el que había compartido una película, Franz, que había dirigido el propio Brel. Barbara hace alusión a Léonie, su personaje en aquella cinta. Canción liberada de corsés métricos en la que Barbara tutea a Brel, conversa con él, traza una oda memorable a su refugio último al que cantó postreramente en Les marquises. Barbara se despide de Brel pero ella también se está despidiendo de nosotros. Asume su propio crepúsculo y firma otra de sus grandes canciones. «Debió de asombrarse Gauguin/ y tú, como un bailarín cansado/ con tu mirada de niño/ y tú: “Buenos días, señor Gauguin, hágame sitio/ soy un viajero lejano/ llego de las brumas del norte…” ». Barbara, brumosa, melancólica, eterna y testamentaria.