“Crear arte es lo único en mente de Rufus, ya sea convirtiendo lo mundano en algo mágico o componiendo canciones barrocas y sobrecargadas”
En 1998, el músico neoyorquino Rufus Wainwright debutó con un disco homónimo. Casi veinte años después, Jagoba Estébanez recorre su discografía para escoger diez de sus mejores canciones.
Texto: JAGOBA ESTÉBANEZ.
Corren tiempos en los que muchas canciones dentro de un mismo género musical están cortadas por el mismo patrón y resultan predecibles. En un mundo donde pocos músicos arriesgan tras haber dado con la tecla del éxito en la industria musical, y tenemos acceso a infinita música pero poca nos sorprende, tiene cabida Rufus Wainwright.
El cantautor, mitad quebequés-neoyorquino nacido en 1973, es el encargado de acercarnos a un entorno musical más profundo. Fue criado y encauzado hacia la música en el seno de una familia de artistas, hijo de los cantantes de folk Loudon Wainwright y Kate McGarrigle. Para mayor escarnio, y mejorar (si cabe) los genes, tuvo una hija con Lorca Cohen, hija de Leonard Cohen.
Con nueve álbumes de estudio a sus espaldas, Rufus es el divo que confiesa aburrirse haciendo pop, y en vez de converger hacia un género como perfectamente podría haber sido el glam rock, ha segmentado fans para crear minorías contra el statu quo, escribiendo una ópera como “Prima Donna”, o musicalizando sonetos de Shakespeare en su último elepé “Take all my loves”. Por si esto no fuera suficiente, ahora mismo está componiendo su segunda ópera que estrenará en Canadá, sobre Adriano, el clásico de la novela histórica de falsas memorias de Marguerite Yourcenar.
Pruebas aparte, músico y artista nunca pudieron estar tan ligados. Crear arte es lo único en mente de Rufus, ya sea convirtiendo lo mundano en algo mágico como si de Jep Gambardella se tratara, o componiendo canciones barrocas y sobrecargadas, donde su voz tenor es un elemento más que hilvana belleza con fondo oscuro y cierto melodrama, volando por encima del bien y del mal como una bella mariposa.
Pero toda mariposa fue crisálida. Y Rufus Wainwright fue larva durante una larga metamorfosis. Tras un largo y traumático proceso previo a afrontar su homosexualidad, fue violado a los 14 años de edad por un hombre en Londres. Hizo un gran debut en solitario en 1998 con el disco homónimo “Rufus Wainwright” (1998), y durante la preparación de su segundo disco pasó seis meses tomando anfetaminas a diario en el Chelsea Hotel, incluso llegando a perder temporalmente la visión. Pero a pesar de todo, logró recuperarse y consagrarse con su segundo disco, “Poses” (2001), para seguir deleitando durante este nuevo siglo, no solo a doctos o al público más selecto con álbumes variopintos rozando el histrionismo, sino a todo el público abierto a cruzar la frontera del rock sin prejuicios.
Anselm Clavé acercó la ópera a la clase trabajadora en el siglo XIX, entonces al alcance de unos pocos. En el siglo XXI, donde tenemos acceso a infinitas posibilidad musicales, Rufus Wainwright reinventa la ópera, ahora al alcance de muchos.
Aquí van, sin orden de importancia, diez canciones que nos permitirán conocer un poco más sobre Rufus Wainwright.
1. ‘The one you love’ (“Want Two”, 2004)
Todo un “hit” dentro de uno de los álbumes más introspectivos del artista, una bailable canción pop que anima a no perderse ninguno de los segundos que nos brinda la vida.
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2. ‘Cigarettes & chocolate milk’ (“Poses”, 2001)
Tras continuos escarceos con las drogas, este pegadizo tema con aires de cabaret daba el pistoletazo de salida a “Poses”, su segundo disco, superando en luz al primero, copando más protagonismo la banda y sus intrumentos. Bob Dylan abrió el “Blonde on Blonde” con el mismo tono burlesco sobre los vicios. Pasen y escuchen.
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3. ‘Montauk’ (“Out of the game”, 2012)
Oda de amor soft rock dedicada a su hija Viva, donde le promete máxima compresión una vez convertida en adulta, y se compone de momentos amargos donde incluso le esperará el fantasma de su abuela (fallecida en el 2010) en su ciudad natal.
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4. ‘California’ (“Poses”, 2001)
Folk rock pegadizo con melodía de tres acordes que no podrás sacarte de la cabeza, con aires del Tom Petty de “Wildflowers”.
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5. ‘The Art teacher’ (“Want Two”, 2004)
‘Chanson’ con piano y vientos que derrocha puro amor adolescente entre obras de arte de Rubens y Rembrandt.
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6. ‘Gay Messiah’ (“Want Two”, 2004)
Vals donde Wainwright, tras haber sufrido un traumático proceso respecto a su homosexualidad, ironiza sobre ella con perspectiva.
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7. ‘Hallelujah’ (“Want Two”, 2004)
Hay versiones que superan a las canciones originales. Ya lo hizo Johnny Cash versionando ‘Hurt’ de Nine Inch Nails, y en esta ocasión Rufus Wainwright se queda cerca de hacerlo con la versión de su paisano Leonard Cohen.
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8. ‘Dinner at eight’ (“Want One”, 2003)
Digna de un musical del Hollywood de los años cincuenta, un Wainwright profundo trata la relación con su padre en una explosión de sentimientos.
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9. ‘Go or go ahead’ (“Want one”, 2003)
Escribe esta profunda canción al más puro estilo cantautor tras reconocer su adicción a las drogas.
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10. ‘Going to a town’ (“Release the stars”, 2007)
Ha trascurrido una década de su último disco pop, que contenía himnos como este ‘Going to a town’, con una cadencia digna de Gustavo Santaolalla en cualquiera de las películas escritas por Guillermo Arriaga, donde uno es capaz de visualizar las imágenes por culpa de la melodía, y no al revés.
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Bonus track: ‘Across the universe’ (“I am Sam” OST, 2002)
Versión naíf del clásico de los Beatles, en la que el cantante cierra los ojos con todas sus fuerzas y desea un mundo paralelo inalterable.