Luis García Gil fija la mirada sobre el cantautor Joan Baptista Humet, que grabó el grueso de su obra entre los setenta y los ochenta, y escoge diez de sus composiciones imprescindibles.
Selección y texto: LUIS GARCÍA GIL.
En activo desde finales de los sesenta, en la década de los setenta y hasta mediados de los ochenta Joan Baptista Humet grabó una decena de discos —entre epés y elepés— en castellano y valenciano. Esta es una guía a través de sus canciones fundamentales de aquellos tiempos, con un guiño al último disco que publicó, ya en 2004.
1.“Gemma” (single, Columbia, 1970)
Desde sus primeras canciones Joan Baptista Humet refleja una extraordinaria sensibilidad con una escritura que tiene muy presente el magisterio de Joan Manuel Serrat. De origen valenciano, la infancia de Humet transcurre en Tarrasa, su ciudad adoptiva. En el ámbito catalán registra sus primeros discos y “Gemma”, canción que dedica a su hermana paralítica, constituye su primer éxito. Grabada en 1971 y editada en un single titulado Gemma / El Llaurador, contiene ya las virtudes que serán propias de Humet en el modo de mirar, de fijar su poesía en las cosas más cotidianas con melodías siempre envolventes.
2.“Fulls” (Fulls, Columbia, 1973)
Esta canción delicada y sensible daba título a su primer álbum de larga duración. En esta pieza vivencial y autobiográfica Humet reflejaba su experiencia docente en escuelas de barrios de inmigrantes. Rafael Ferro, arreglista de gran experiencia, dota a la canción de la instrumentación adecuada. Canta Humet en la primera estrofa: «Son pequeñas gotas de agua enamorada / que te esperan impacientes cada mañana / que ensucian de garabatos una pizarra / y limpian el aire de una escuela gris».
3.“Despiértame al amanecer” (Diálogos, Movieplay, 1975)
El mejor Humet vibra y brilla en el que es probablemente su álbum más expresivo, Diálogos, grabado en 1975 y que se beneficiaba de unos arreglos exquisitos de Francesc Burrull y Josep Maria Bardagí. El cantautor valenciano se estrenaba en la lengua cervantina con diez canciones sin desperdicio. El disco se abría con “Despiértame al amanecer”, canción de huida del hogar maternal, de soltar amarras, de afirmación y búsqueda de otros horizontes con versos tan definitorios e incisivos como ese que decía aquello de «me voy a amargarle la vida a otra mujer».
4.“Miradla” (Diálogos, Movieplay, 1975)
Otra de las canciones que formaban parte de Diálogos. Una despedida amorosa en la que letra y música conviven armoniosamente. «Yo a soledades vine acostumbrado», endecasílabo perfecto de Humet que recuerda aquel «A mis soledades voy, de mis a soledades vengo» de Lope de Vega. “Miradla” es un ejemplo de la dulce melancolía que baña todo este disco y que es consustancial al propio universo de Humet.
5.“Que no soy yo” (Diálogos, Movieplay, 1975)
Humet enuncia aquí la búsqueda de sí mismo, una travesía por el desierto de la propia personalidad a través de la experiencia. En cierto modo somos seres incompletos, en movimiento y replanteamiento, y esta canción refleja perfectamente esa insatisfacción y búsqueda. Humet firma con “Que no soy yo” otra de sus grandes canciones dentro de la feliz cosecha de un disco tan definitorio de su personalidad como fue Diálogos.
6.“Terciopelo” (Aires de cemento, Movieplay, 1978)
En 1978, tres años después de Diálogos, Humet graba el disco Aires de cemento con melodías menos inspiradas, pero con algún hallazgo indudable como este “Terciopelo” que el bolerista Moncho bordó en un disco de homenaje al cantautor. “Terciopelo” destaca no solo por la certera melodía, sino por su dibujo del deseo amoroso con cuartetas sumamente expresivas y algún que otro ripio en el camino: «Quiero sentirte presente/ bajo mis dedos en celo / quiero encontrar en tu vientre / terciopelo ardiente…».
7.“Fins que el silenci ve” (Fins que el silenci ve, Movieplay, 1979)
En el mes de octubre de 1978, y aún dentro del sello Movieplay, Humet aborda un disco conceptual que constituye su proyecto más arriesgado y ambicioso. Para tal empresa cuenta con Jordi Vilaprinyó como arreglista y director musical y un conjunto de músicos ciertamente extraordinario con el bajo eléctrico de Jordi Escoté, la batería de Jordi Martí, las guitarras de Josep M. Durán o el saxo de Ricard Roda. Humet plasma en este álbum una visión del hombre y del mundo con un marcado acento existencialista y espiritualista. Con este disco regresaba a la lengua catalana. Entre sus canciones destacaba la que daba título a la colección.
8.“Clara” (Hay que vivir, RCA, 1981)
Humet estrenaba la década de los años ochenta con el disco Hay que vivir que produjo Rafael Pérez Botija y comenzaba con la canción más popular de todo el repertorio de Humet. Canción con nombre de mujer en la que posa la mirada en un tema de extrema delicadeza, el de la drogodependencia. El silbido de Humet, introito y clausura, y la suave melodía no aminoran el drama cantado, pero sí lo alejan del folletín lacrimógeno. Humet observa a esta muchacha caída en desgracia, drogadicta perdida por las calles de la ciudad, y la deja ahí, en su propio naufragio mientras lentamente amanece.
9.“A mi adolescencia” (Amor de aficionado, RCA, 1982)
La mirada evocadora y melancólica de Humet dialogaba también con su propio pasado, como sucedía con esta canción grabada en 1982 en el disco Amor de aficionado que incluía otras joyas como “Y tú disimulando” o “Otoño en Navarrés”. «Fuiste lo más real de mi vida / mi adolescencia suicida / yo soy lo que quedó», cantaba Humet rescatando de su memoria su propia imagen adolescente en una de esas canciones relevantes y entrañables de su repertorio.
10. “Cantor callejero” (Solo bajé a comprar tabaco, Validance, 2004)
Humet se retiró de la música en 1984 con un disco titulado Solo soy un ser humano cargado de escepticismo. Tras un largo silencio de dos décadas volvió en 2004 con un disco de ingenioso título autorreferencial, Solo bajé a comprar tabaco. En él destacaban algunas pinceladas sociales, retratos urbanos profundamente humanos como el que dedica a un chapero del barrio madrileño de Fuencarral o este “Cantor callejero”, dedicado a un trovador callejero al que le dice que se ría de un Serrat o de un Sabina desde su esquina de libertad. En cierto modo, Humet dejaba entrever su propio desengaño en su intrincado recorrido musical rubricado en el visto y no visto de esta última tentativa.