Julio Valdeón Blanco y Juan Puchades han preparado una selección de diez canciones de Andrés Calamaro correspondientes a los discos “Alta suciedad” y “Honestidad brutal”, dos álbumes que marcaron el rock español en la recta final del siglo XX.
Selección y textos: JULIO VALDEÓN BLANCO Y JUAN PUCHADES.
Hubo un tiempo en que Andrés Calamaro cambió el rock español. Fue el artista más influyente, el que estaba en boca de todos. Venía de un periodo musicalmente feliz junto a Los Rodríguez, y con el milimétricamente perfecto «Alta suciedad» (1997) el viento lo empujó a lo más alto. Desde ahí, la caída personal fue memorable, y lo fue porque desembocó en el tormentoso y torrencial «Honestidad brutal» (1999). Público y crítica estuvieron de acuerdo en que Andrés si con Los Rodríguez se había disparado, ahora había roto la baraja, ya no jugaba el mismo deporte que los demás. Pero lo singular fue que el grueso de los músicos asumieron su dominio. Era el modelo, el ejemplo, sabían que no podrían igualar lo conseguido por él y lo asumían con admiración y cierta veneración. Esos dos discos marcan lo que podríamos llamar «la era Calamaro», entre 1997 y 1999, en el fin de siglo. Esta selección rinde homenaje a aquel tiempo, a aquellos dos discos, por medio de once canciones (diez más un bonus track) que han quedado grabadas a fuego en la memoria de una generación. Once canciones que cambiaron el rock español y que, ¿hay que añadirlo?, podrían ser veinte o treinta. Quedan fuera ‘El tercio de los sueños’, ‘Media Verónica’, ‘Nunca es igual’, ‘Comida china’, ‘Socio de la soledad’, ‘Mi quebranto’, ‘El tren que pasa’, ‘Victoria y soledad’, ‘El día de la mujer mundial’… Pero bueno, la vida y las listas son injustas.
–
‘Todo lo demás’
Joe Blaney respetó los coros originales caseros, y eso que podían regrabarlos junto a Marc Ribot, Hugh McCracken, Steve Jordan o Chuck Rainey. Embrujar a semejantes tiburones con tus maquetas alerta sobre el estado de forma que vivía Andrés Calamaro. Y eso que, intuimos, los reputados sesioneros anglos no comprenderían bien aquellas hermosas letras. «Te vi quemando el pasaporte con rabia / en la fuente de la Plaza Real, / entre fuegos artificiales, pobres de pueblo / y palomas que nos ven pasar (y todo lo demás también)». ¿Algo que añadir?
–
‘Donde manda marinero’
Aunque Calamaro ya había roto moldes con los trallazos de rumba rock junto a Los Rodríguez (bueno, él prefería hablar de rock candombero; de Raíces le venía), sobran las etiquetas. Una canción majestuosa, una balada imperial que rebosa melancolía y debería de haber liquidado para siempre aquella idiotez del rock latino como moda de temporada. Otra proeza de un inspirado rockero bonaerense y madrileño que puso a tocar a un grupo de ases neoyorquinos como si hubieran mamado el «Martín Fierro».
–
‘Elvis está vivo’
Lo normal es que hubiera sido tema menor, uno de esos que rellenan el colchón de un disco. Sin embargo, en «Alta suciedad» no hay rellenos, no hay canciones menores, y esta fue de esas que, por ellas mismas, sin single ni videoclip de por medio, se imponen, crecen hasta las alturas y se transforman en un clásico. Claro que lo que podría haber sido solo una broma (jugando con la leyenda urbana de que Elvis vive), deja un texto pasmosamente ingenioso, un homenaje a Elvis que va más allá y que sirve para homenajear a los mitos del rock y al género mismo.
–
‘Me arde’
La escuela Stone, tan presente en Los Rodríguez y en la formación sentimental de Calamaro, sublimada en este trallazo. Correosa y sucia, recuerda la tremenda capacidad de Andrés para enfundarse el traje de cuero y disparar a quemarropa. Qué decir del recitado último, que luego perfeccionaría en «Honestidad brutal» (la inmortal ‘La parte de adelante’)… Carnalidad y tensión para hablar, entre otras gracias, de las virtudes del Calamaro instrumentista. De Pereza a Los Zigarros, la sombra de esta y otras piezas hermanas resulta inmensa.
–
‘Crímenes perfectos’
Sensibilidad extrema para una obra de arte de poco más de cuatro minutos. «¿Sentiste alguna vez lo que es tener el corazón roto? / ¿Sentiste a los asuntos pendientes volver / hasta volverte muy loco?» Soledad, dolor, abandono, vacío, rabia y nostalgia hechas canción. Se dice que Andrés escribe sus textos con rapidez y corrige poco, pero si es así, aquí la mano se la guiaba el mismo Lennon mientras José Alfredo Jiménez le daba ánimos en un oído y Joaquín Sabina en el otro. Pura congoja musical. La letra por la que cualquiera mataría.
–
‘Los aviones’
A ritmo de «saudade» brasileña, esta pequeña-pero-gigantesca canción narra el amanecer tras una noche de insomnio con la esperanza de que el sueño venga acompañado del recuerdo de ella. Con temas como este, «Honestidad brutal» fue el doctorado de Calamaro en el Club de los Corazones Rotos. Sacando fuerzas de flaqueza entona aquello de «No te voy a llamar ni una sola vez en cuatro días» (del quinto no habla) mientras la guitarra de Marc Ribot va pespunteando en clave de jazz. También canta que está nublado, pero en esta canción llueve. Y mucho.
–
‘Paloma’
Aquí, casi al final de la primera de las dos rodajas de «Honestidad brutal», brota tempestuosa está canción-río. Tremenda declaración de bancarrota emocional y amor kamikace. Qué manera de combinar el aullido universal y ese tierno agujero por el que el corazón chorrea. Quique González, siempre alerta, siempre honesto, la homenajeó en su fenomenal «Ajuste de cuentas» y la paseó en directo.
–
‘Con Abuelo’
Lo que más fastidia de esta canción es que Miguel Abuelo no pudo escucharla, porque seguro que se le habría puesto la piel de gallina. Quizá nunca nadie haya escrito un tema tan sentido, rendido y humilde a un compañero muerto. La voz rota aporta una extraña autenticidad a una composición que por momentos pareciera querer adquirir tintes épicos: pero con una contención admirable, sin dejar que estalle, Calamaro lleva las riendas de la emotividad como el mejor maestro, y sabe cómo ponernos el corazón en un puño.
–
‘No tan Buenos Aires’
Inabarcable y colosal. Verborrea ajustada al milímetro, no sobran ni las comas, para iluminar otra faceta de Andrés. La del cronista social, comprometido con su tiempo, y a la vez literato de una ciudad a la que canta con devoción y amargura. Por no hablar de los arreglos, de ese piano sublime y esa banda que parece atacar las notas por vez primera, perfecta y al tiempo cruda. Xoel López, Amaral, Coque Malla… Son incontables los músicos que han retomado un ambicioso camino que Calamaro abrió y que parece haber abandonado, quién sabe si para siempre.
–
‘No son horas’
El Río de la Plata inunda un tema con el que Calamaro se adentra en el terreno de la canción popular paseándose por el barrio de Boca, recogiendo inspiración campestre de la Pampa y aliñando con unas palmas flamencas detrás, pero manteniendo constantemente el aliento del rockero de gafas negras caladas, sacando coraje de lo que ya sabe inevitable, el final y el andar solo: las multitudes le esperan afuera, y hay que seguir adelante. «Quiero que me recuerdes así, con el viento en las velas».
–
BONUS TRACK:
‘Te quiero igual’
Parece salida del viente de «Blonde on blonde». Parece, y no, porque aunque revisa el modelo lo transforma en algo único y personalísimo. Comentó Andrés que hay homenajes a Fito Páez y a Sabina, y uno considera que a esas alturas del partido solo la humildad de un músico respetuoso y valiente lo empujaba a descubrirse ante otros maestros. Señal de que él también lo era. Su mejor single si no fuera porque tenemos ‘Flaca’ y ‘Cuando te conocí’ en el banquillo.