“Me gusta mucho cuando percibes algo en los discos pero no las identificas. Hay un mundo subterráneo que lo intuyes, a nivel sonoro, pero no sabes”
Ocho canciones componen las “Baladas para un autorretrato” de Diego Vasallo. Canciones con las que realiza “un viaje por los alrededores de mis días, una mirada a mis patios traseros”, afirma el donostiarra, que las desgrana para Efe Eme.
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: MAXI DEL CAMPO.
El nuevo trabajo de Diego, “Baladas para un autorretrato” (Subterfuge) se puso a la venta el pasado 7 de octubre en digital, y verá la luz en formato físico el día 21. Mientras esas canciones van acomodándose en nuestros oídos, Diego Vasallo nos explica detalles para entender mejor su contexto y su mensaje.
1. ‘Ruido en el desierto’.
La encargada de abrir el álbum no es la canción más luminosa de la nueva colección, y con ello ya nos da a entender que estamos entrando en un territorio diferente, propio, solo adjudicable a su creador. Su música puede recordar a un blues pesado, casi arrastrado, marcando el sonido del disco desde el principio: “El blues primitivo es una música que siempre me ha interesado mucho, el más antiguo, sobre todo el rural, que se hacía en el campo. Ese sonido me interesa muchísimo, no solo del blues, sino de toda la música folk, me gusta mucho. Ojalá se hubiera quedado algo en el disco de ese tipo de influencias, me interesan mucho los sonidos primarios, crudos, cada vez me gustan más. Por eso cada vez me alejo más de los sonidos más pop tradicionales, de bajos, baterías y teclados, todo ese mundo aparece menos en mis discos”, aclara Diego.
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2. ‘Que todo se pare’.
Más liviano, con la voz menos sombría y aligerado con mandolinas, se presenta la segunda canción del disco, en la que dice así: “El pasado podado a conciencia, dejando al presente crecer, el futuro se rinde sin oponer resistencia”. Su autor lo explica: “El pasado podado es cuando miras hacia atrás y te quedas con lo mejor, te quedas con los buenos tiempos, y el futuro se rinde sin oponer resistencia viene a decir que todavía hay muchas cosas por hacer, que lo mejor está por llegar, probablemente. Las canciones son también contradictorias, intento que sean tan contradictorias como la vida misma, que haya elementos más luminosos y otros más oscuros y más sombríos, pero creo que hay un cierto equilibrio en este disco que quizá en otros era una mirada un tanto más oscura. En este está más equilibrado, hay momentos, frases, versos, más de luz y otras más ásperas, pero bueno, es como veo un poco las cosas”.
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3. ‘Todo lo bueno’.
La luz empieza a filtrarse desde el título, y también en las costuras musicales: “Es una canción más clásica, se podría englobar en el género de canciones de amor clásica, es un estribillo con una melodía bastante clara, me gusta mucho esa canción. Es una especie de country-folk en un tiempo medio lento, es de las que más me gustan del disco”.
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4. ‘Cada vez’.
Con un tono más circense, y aires italianos hacia el final, se presenta el cuarto corte: “Esa canción la probamos de varias maneras, la probamos todavía más mediterránea, más napolitana. Se puede hacer de muchas formas, optamos por una especie de rollo de music hall circo cabaret, tiene un acordeón de César Pop que está muy bien, y sí, es otra canción de amor”. Su mensaje final, “que por vivir no pasa nada, que pase nada no es vivir”, lo explica así: “Es bastante cierto, sobre todo, que nada pase no es vivir. A quien no le pase nada no está vivo, y por vivir no pasa nada: no hay que tener temor a los cambios, a los golpes de la vida, van a estar ahí, no se pueden esquivar”.
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5. ‘Mapas en el hielo’.
Para explicar el sentido de sus “Baladas para un autorretrato”, Diego se remite a 1845, cuando Sir John Franklin y los 128 miembros de su tripulación partieron de Inglaterra rumbo al Ártico. “La expedición desgraciadamente acabó en tragedia con todos ellos desaparecidos en los hielos. Cuando llegaron las noticias de la catástrofe, dicen que se escribieron numerosas baladas y poemas en su memoria”, cuenta Vasallo, asegurando que estas ocho canciones serían sus baladas. ‘Mapas en el hielo’ parece haber surgido inspirada por esta historia, pero no es así: “Es curioso, es cierto que tiene que ver, pero ha sido sin intención. Probablemente es la canción más antigua del disco, y esta historia de Franklin y la expedición al Ártico no la había conocido, pero es una relación de las más directas”. La canción tiene una vida anterior, ya que la llegó a grabar Mikel Erentxun: “Él sacó un cedé con unos descartes de su disco, y estaba una versión de esta canción, no se parece en nada, se parece muy poco. Me gustaba y la retomé porque me apetecía llevarla al terreno en la que está ahora, una especie de country arrastrado, pero probablemente es la que más tiempo tenga”.
El sonido de fondo, que casi recuerda al mar, está creado de una forma muy particular: “Para crear atmósferas grabamos un ruido, un barrido de una escobilla en una caja que se usa a lo largo de toda la canción. Eso lo hacemos en varias, hay alguien tocando un ruido a lo largo de la canción, y crea esa especie de barro. Me gusta mucho cuando percibes algo en los discos pero no las identificas. Hay un mundo subterráneo que lo intuyes, a nivel sonoro, pero no sabes. Me gusta ese tipo de mundo, eso lo usamos en la grabación”. Y la letra, “Voy a ningún lugar/ voy aunque prefiera no llegar”, se refiere a los viajes sin rumbo: “Se refiere un poco a que no sabemos muy bien hacia dónde vamos, aunque creamos saberlo la vida es un cúmulo de imprevistos, es un poco absurdo hacer planes. “Aunque prefiero no llegar” se refiere a que lo interesante es lo que te pasa en el camino, la vida es eso, un cúmulo de imprevistos, pero sin tener un objetivo final, ni un destino, porque es un poco absurdo. Es una metáfora bastante realista.
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6. ‘Fe para no creer’.
Un buque que llega a puerto parece haberse colado al fondo de música y letra, un nuevo juego del que Diego nos saca de dudas: “Suena a eso, pero ¿sabes qué es? Es un sonido muy difícil de identificar, yo no lo hubiera sabido si no lo hubiera visto grabar. Es una armónica, creo que se llama armónica barítono, se utiliza para hacer bajos. Suena como una especie de tuba, como los bajos, se suele usar para hacer una especie de bajos tipo tuba, dio la casualidad de que Fernando conocía a un miembro de los Puzzles, Pablo, y uno de los miembros de los puzzles toca esta armónica. Lo probamos y nos gustó”.
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7. ‘El desconocido’.
“Sobre un árbol torcido/ hablaba un desconocido”, dice la letra de ‘El desconocido’. Diego aclara el sentido de sus versos: “Esa canción es un minicuento, no sé si se llega a entender del todo, es como un encuentro con alguien que está subido a un árbol, ese personaje es el que empieza a hablar, lo que pasa es que lo que está diciendo ese personaje es lo que yo mismo veo de mí mismo. Es una mirada hacia dentro puesta en voz de un juglar que te encuentras en el desierto. En realidad creo que estoy hablando de mí”. Los últimos versos podrían resumir a la perfección este álbum: “Pero el día se iba poco a poco apagando/ Las canciones sonaban como a media voz/ La luna en el cielo no brillaba tanto/ Las nubes se hinchaban como granos de arroz/ y esa brumosa balada se disolvía en la nada”. Para Diego, “viene a ser el final del cuento, la aparición del juglar en el arbol, quiere decir que toda la letra era una conversación con uno mismo”. La música cuenta con un piano de Quique González, que también tocó el armonio en ‘Mapas en el hielo’. Sobre él, Diego solo tiene buenas palabras: “Toca muy bien el piano, toca bien la guitarra, canta muy bien, hace coros… en ese aspecto es como Mikel (Erentxun), es un tipo muy musical, es innato, tienen una aptitud natural para la música”.
8. ‘Se me olvida’.
El disco se cierra con ‘Se me olvida’, con esa intimidad que tan bien sabe crear el donostiarra: “Es una canción curiosa, tiene un tratamiento especial. Creo que está grabada en directo, tiene muy pocos instrumentos y mucha textura, grabamos con unos micros un poco peculiares que tiene Fernando. La idea me recuerda a esas grabaciones de la Sun Records, podría recordar a ese tipo de baladas de Elvis”. Y a pesar de que las penas mojen, y las gotas duelan, y aunque la voz sigue abajo, cuando llega la pena de tinta roja, Diego parece querer cantar más, poco arropado instrumentalmente porque no necesita más para contar, para que a nosotros no se nos olvide quién está detrás de esas baladas tan personales. Dejando sus huellas en la nieve.