«Este disco es muy especial porque marca el inicio de algo que ha durado bastante»
Con motivo de la reedición, este viernes 21 de enero, de uno de los discos más venerados de su carrera en solitario, Canciones de amor desafinado (2000), Diego Vasallo trae al presente los motivos y la trastienda de este álbum imperecedero, en una charla con Javier Escorzo.
Texto: JAVIER ESCORZO.
Fotos: JERÓNIMO ÁLVAREZ.
Cuando el mundo entraba en el nuevo milenio, Diego Vasallo dio un giro a su carrera. El pop rock que le había encumbrado con Duncan Dhu quedaba definitivamente atrás, en pos de un horizonte de absoluta creatividad y libertad artística. Su música se impregnaba de los sugerentes aromas del bolero, la chanson francesa, los folclores mediterráneos o diversos estilos latinoamericanos. Un viaje sin retorno que tuvo en Canciones de amor desafinado (GASA, 2000) su primera piedra de toque. Más de dos décadas después de su publicación, el álbum vive una resurrección en forma de vinilo remasterizado.
Se reedita ahora, en vinilo, un álbum que grabaste en 2000 y que se considera como uno de los más destacados de tu discografía. ¿Por qué Canciones de amor desafinado es un disco tan especial en tu trayectoria?
Por varios motivos. El primero, que creo que fue el primer disco de una etapa muy diferente de mi carrera. Del disco anterior, Criaturas (GASA, 1996), a este, se ve un cambio muy significativo de todo: de concepto, de sonido, de las letras, de la voz, de la producción… En eso tuvo un gran protagonismo Suso Saiz, mi encuentro con él marcó un punto de inflexión en mi trayectoria. Por eso es muy especial, porque marca el inicio de algo que ha durado bastante. Los discos que vinieron después de Canciones de amor desafinado no se han diferenciado tanto entre sí como los que había grabado antes, en los que sí había unos cambios muy bruscos de unos a otros. Además, me parece una de mis mejores colecciones de canciones en solitario. Creo que ha aguantado muy bien el paso del tiempo, lo escuchas veintidós años después y suena bien, es un disco muy vigente. Yo lo destacaría entre los mejores de mi trayectoria en solitario.
Mencionas Criaturas, que ahí ya volviste a los sonidos acústicos después de muchos discos más sofisticados. Posteriormente, justo antes de este álbum que ahora se reedita, grabasteis cuatro canciones nuevas para Colección (GASA, 1998), el recopilatorio de Duncan Dhu, que también eran muy acústicas. Incluso la gira que hiciste con Mikel para presentarlo fue más sencilla, con pocos músicos. O sea que sí parece haber una coherencia en ese regreso a los sonidos acústicos y la sencillez, ¿no?
Sí, es curioso, porque a partir de mediados de los noventa es verdad que fui abrazando otra vez los sonidos acústicos. Incluso en Duncan pasó un poco lo mismo, íbamos abandonando todos esos tics ochentenos, todos esos experimentos tan propios de los ochenta y de principios de los noventa, como pudieron ser mis primeros discos con Cabaret Pop, o Supernova (GASA, 1991), que fue algo muy raro para un grupo como Duncan Dhu. Son cosas propias de aquella época. Y es verdad que, a partir de Criaturas, volví a los sonidos más acústicos. De hecho, todos los discos que vinieron después de Canciones de amor desafinado fueron incluso más acústicos, sin baterías, estaban más cerca del folk y de estilos alejados de la música rock. Entonces sí, es una etapa de vuelta a los sonidos acústicos que, en realidad, son los sonidos con los que habíamos empezado con Duncan Dhu a mediados de los ochenta.
Canciones de amor desafinado se publicó en 2000. Acababais de tener muchísimo éxito con el disco Colección, de Duncan Dhu, que vendió casi medio millón de copias e hicisteis una gira muy potente; la industria vivía un buen momento, todavía no había llegado la crisis de la piratería, el top manta, las descargas de Internet… Entiendo que tuviste un presupuesto generoso y muchos medios para este proyecto, no sé si ahora sería posible grabar un disco como este.
Sería muy complicado, sí. La verdad es que mis únicos éxitos de mi carrera en solitario fueron con Cabaret Pop, mi trayectoria con mi nombre siempre ha tenido una repercusión muy modesta. Este disco en concreto, Canciones de amor desafinado, fue un fracaso comercial. Recuerdo que me afectó bastante, yo tenía muchísima confianza en este disco, me parecía lo mejor que había hecho nunca. Fue un buen batacazo para mí el fracaso comercial del disco. Tuvo una producción importante, aunque no tenía nada que ver con las producciones de Duncan Dhu, pero sí, hubo buen presupuesto. Destacaría sobre todo el estudio. Se grabó en Kirios, que era un estudio enorme, con una sala gigantesca, probablemente la sala más grande que he visto. Porque era un estudio propio de la música que se grababa en los sesenta, cuando se grababa con orquestas enteras. Por allí había pasado todo el mundo de la música pop y melódica en español, gente como Julio Iglesias, ese tipo de artistas. Recuerdo que había una pintada de Fórmula V en una de las paredes. Era uno de los pocos grandes estudios que todavía quedaban.
¿Sigue abierto ese estudio?
No. Al poco tiempo lo demolieron, de hecho. Estaba un poco desvencijado y falto de mantenimiento ya en esa época, tuvimos que alquilar algo de equipo. Pero el estudio era una maravilla, con una sala gigante… Fue la primera vez que yo grabé con todos los músicos tocando a la vez en la sala. Eso lo aprendí de Suso Saiz y creo que se refleja bien en el disco. Pero sí, posiblemente esa fuese mi última gran producción, los discos que he hecho después tuvieron producciones más pequeñas.
En este disco, lo has dicho antes, jugó un papel determinante el productor, Suso Saiz. ¿Por qué lo elegiste? A mí me llamó la atención, porque él venía de la música experimental y tú querías hacer un disco de sonido bastante clásico.
Tuve muchas dudas en cuanto al productor, barajamos varias posibilidades. Para decidirme por Suso fue muy importante el momento en el que nos conocimos. Cenamos un día en su casa y estuvimos hablando de música hasta las tantas. Eso fue decisivo, conocerle, estar con él y hablar. La conexión artística, musical… Se veía que teníamos muchas cosas en común. Y luego es verdad que Suso es un músico experimental, de música de vanguardia y de música contemporánea, pero, como productor, también ha hecho cosas tirando a clásicas: Javier Álvarez, Piratas, Esclarecidos, Aute… Sus producciones no tenían mucho que ver con la música que hacía en su faceta de creador. Como productor yo creo que era muy dúctil, se adaptaba muy bien al artista con el que trabajaba. No le gustaban demasiado las cosas muy sofisticadas, y mucho menos las florituras y los músicos que intentaban demostrar que tocaban mucho y ese tipo de cosas. Iba muy al grano y le gustaban las cosas muy crudas y muy básicas. Y luego tenía, y tiene, porque sigo hablando con él y sigue siendo un gran melómano, un enorme devorador de música, pero entonces ya tenía una inmensa cultura musical, estaba totalmente al tanto de las corrientes del rock, del rock alternativo, del indie de aquella época… No era el típico artista de vanguardia que no tiene ninguna conexión con el rock, ese no era para nada su perfil.
Se da la curiosa circunstancia de que Suso había grabado una guitarra en «Revolución», una canción del disco Canciones (GASA, 1986), el primer largo de Duncan Dhu.
Sí, no me acuerdo cómo llegamos a él, pero grabó una guitarra española, es cierto.
«No hay en absoluto virtuosismos. Y podría haberlos, porque son músicos de un nivel instrumental altísimo, pero no era lo que se buscaba»
La banda base con la que contaste estaba formada por Danny Thompson, Trevor Morais, David Gwynn, que habían tocado con artistas de la talla de Nick Drake, Rod Stewart, Kevin Ayers, T Rex, Björk… Músicos de mucho nivel. ¿Cómo llegaste a ellos?
Fueron sugerencias de Suso, sobre todo la base rítmica. Trevor Morais y Danny Thompson fueron propuestos por Suso, de hecho yo no los conocía. A David Gwynn sí, es un guitarrista americano afincado en Madrid, y por supuesto también conocía a Joserra Senperena, Joxan Goikoetxea… A estos músicos los conocía y había trabajado antes con ellos. Pero la base rítmica fue esa por Suso, que además se empeñó en que tenían que ser ellos. Costó muchísimos traerlos, sobre todo a Danny Thompson, pero bueno, lo conseguimos y creo que mereció la pena. Es un elenco de músicos brutal y yo creo que se nota mucho en el disco. Por ejemplo el contrabajo del Danny llama mucho la atención, tiene una forma de tocar profundísima, llenando mucho los espacios. Es un grandísimo músico. Bueno, todos lo son, y la verdad es que funcionó muy bien, tocando todos a la vez, todo muy rápido… Yo creo que eso se plasmó en el disco.
Habías preparado maquetas, pero luego en el estudio no las respetasteis, rehicisteis las canciones de nuevo.
Así es, y eso que tenía unas maquetas que estaban muy bien, las habíamos trabajado mucho. Las hice con Luis Lozano, en su casa, y pasó por allí mucha gente. Por ejemplo, Ramón Arroyo (de Los Secretos) grabó un montón de guitarras. Pero luego yo confié mucho en Suso, lo dejé todo en sus manos, y él no es que decidiese llevar las canciones hacia otro lado, sino que prefirió trabajar con la banda de forma que todo fuese ocurriendo in situ en el estudio. No programarlo demasiado, no es un disco que tenga arreglos pensados, la forma de tocar de los músicos es muy intuitiva, era lo que iba surgiendo allí, tocando todos juntos. En ese sentido, se diferencia mucho de los discos anteriores, que tenían arreglos más cercanos al pop. Este disco se aleja mucho de ese concepto. No es un disco de pop, realmente.
Eso que estás diciendo me recuerda a algo que escuché decir a Quique González sobre su último disco (Sur en el valle, Cultura Rock, 2021), que decía que se habían propuesto no demostrar lo buenos músicos que eran, sino tocar muy relajados, dejando que las canciones fuesen fluyendo de manera natural. Es un poco eso, ¿no? Los músicos con los que trabajaste son muy buenos, pero no es un disco de virtuosismos, de que se intenten lucir en cada canción.
No, no hay en absoluto virtuosismos. Y podría haberlos, porque son músicos de un nivel instrumental altísimo, pero no era lo que se buscaba y Suso lo dejó muy claro. Suso, como productor, deja las cosas muy claras; también es verdad que luego deja hacer, deja mucha libertad y mucho espacio para que haya creatividad y las cosas vayan surgiendo. Pero sí, los virtuosismos y alardes estaban totalmente fuera de lugar, y los músicos lo entendieron muy bien. Se trataba de tocar las canciones, de realzar la melodía, las letras, la voz…
Además de los músicos, había otras colaboraciones a reseñar, como la de Aute, de quien eras muy fan. ¿Escuchabas muchos cantautores, o particularmente a él?
Yo siempre he escuchado de todo, también he escuchado a muchos cantautores. Pero sí, Aute siempre me ha interesado mucho. Es un artista complejo, ha abarcado cosas muy diferentes. Siempre me ha atraído de él esa forma de combinar distintas artes: poesía, pintura, música… En esa época escuchaba bastante sus discos, sobre todo los de los setenta y algunos de los ochenta. Me gusta mucho su voz. Con las producciones me pasaba como con casi todos los artistas de trayectorias largas, que unas me parecen más acertadas y otras me lo parecen menos, pero eso es habitual con artistas de carreras tan dilatadas.
Por otro lado, también colaboraron Javier Álvarez y Nieves Arilla, que se encargaron de las segundas voces, coros y demás, y creo que lo hicieron de manera muy creativa.
Sí, totalmente creativa. Ahí sí que les dejó carta blanca para que hicieran lo que quisieran. Les dijimos que probasen cosas, y lo hicieron. Probablemente los coros es lo que más se puede entender por arreglos en este disco. El resto de instrumentos no están haciendo arreglos, están tocando, sin más. Pero yo creo Javier y Nieves pensaron los coros más como arreglos, y es curioso, porque es un elemento que se sale de la base tan sobria y electro acústica, un poco oscura… Y sus voces, que además están bastante presentes, aportan un contraste, a veces no sé si decir más frívolo, pero que funciona muy bien.
De hecho hicisteis buenas migas, porque luego él volvió a participar en Crepúsculo (GASA, 2001), de Duncan Dhu, tú en algún disco suyo…
Sí, colaboramos unas cuantas veces y mantuvimos el contacto durante bastante tiempo.
En el disco hay varios cambios importantes: uno es en la estructura de las canciones, que en este disco se aleja del típico “estrofa-puente-estribillo” del pop y del rock.
Sí, se aleja de los estribillos muy redondos. Hay alguno, pero en general está más cerca de algún cantautor rock, o del country alternativo, del folk rock… Las influencias iban por ahí. Nunca lo he considerado como un disco de pop. No lo veo como un disco de canciones que buscasen el hit o el estribillo pegadizo. De hecho, yo creo que cuando presenté el disco en la compañía, no les gustó nada. No me lo dijeron así, claro, pero yo creo que les pareció oscuro, lento, aburrido… Yo no creo que sea aburrido en absoluto, pero sí que es oscuro y lento, tiene densidad y se aleja de las canciones con formato y estructura más pop que había hecho hasta entonces. Creo que les sorprendió para mal, pero a la larga creo que ha ido gustando más, incluso a ellos.
Otro cambio muy evidente es el de tu voz. Cantas en unos tonos bastante más graves que los que habías utilizado hasta entonces.
Sí, empecé a probar a bajar tonos de voz, a cantar mucho más grave. Luego, en discos posteriores, lo exageré todavía más, incluso en algún disco creo que me pasé. Pero sí, está cantado un poco más grave. Ahora ya no me suena tan grave, pero en aquel momento sí que supuso un cambio. Además, la voz está muy presente, mucho más que en discos anteriores. Está más alta, tiene una ecualización más rotunda, dejando el grano de la voz visible. Ese fue un cambio importante. Quisimos que la voz quedara más rugosa, más cruda, sin intentar cantar muy bien. Volvemos a lo de antes: sin pretender cantar canciones pop, sino cantar las letras. Suso me insistía en que tenía que decir las letras, más que cantarlas. Ese es un cambio muy evidente, del disco anterior a este se nota muchísimo.
Hay una gran apertura de estilos. Ya has dicho que querías salirte del formato del pop y del rock, y eso supuso que empezases a mirar hacia el bolero, las músicas europeas, los folclores mediterráneos…
Sí, hay mucho de eso.
No sé si es algo generacional, porque recuerdo que más o menos por los mismos años, otros artistas de tu generación que habían empezado mostrando una música más anglosajona, se abrieron también a otros estilos: Enrique Urquijo con Los Problemas, Loquillo con sus discos de poetas, Bunbury, Santiago Auserón…
Sí, es cierto que coincidió en el tiempo. Y fuera de España, también. Hay muchos músicos que salen de grupos de los ochenta y noventa que luego, en sus carreras en solitario, han probado otros caminos fuera del rock. Yo creo que simplemente es una cuestión de curiosidad y de evolución, de no quedarte estancado. Es verdad que yo empecé a escuchar muchas cosas que no tenían nada que ver con el rock anglosajón, aunque también seguía escuchando rock anglosajón, pero me metí de lleno con la música latinoamericana, los fados… Mucho más folclore, y, evidentemente, eso empezó a aparecer en mis discos. De hecho, en el disco que vino después de este, Los abismos cotidianos (GASA, 205), yo creo que se acentuó más todavía esa faceta, ahí sí que no aparece el rock por ninguna parte. Y la razón es que escuchaba mucho ese tipo de música: música francesa, música italiana… Me gustaban mucho esas sonoridades mediterráneas, latinoamericanas… De hecho, el primer tema de este disco, «Collar de lunas», es una especie de bolero. Un bolero oscurecido, quizás. Me interesaba mucho también la música muy callejera, las bandas estas que tocan en la calle. Rumanos, gente de Europa del Este que son grandes músicos, también de Latinoamérica. Todo ese mundo callejero me interesó mucho y me sigue interesando, pero entonces quise explorarlo. Y en el siguiente disco, también. Años después de esto, cuando volví a tocar en directo, mi obsesión era sonar como las bandas que tocan en la calle, en el metro y así. No sé si lo llegamos a conseguir alguna vez.
Creo que hay otra influencia que no hemos citado, y es la de la música brasileña, la bossa-nova. De hecho, el título, Canciones de amor desafinado, creo que era un guiño al Desafinado de Jobim, ¿no?
Sí, por esa época también empecé a escuchar mucha música brasileña. Recuerdo que yo tenía en el estudio el disco de Vinicius de Moraes en La Fusa, con María Creuza y Bethania. Es un disco muy raro, porque sobre una actuación en directo se metieron posteriormente recordings, batería, contrabajo… Los aplausos que se escuchan, por ejemplo, creo que no son los reales. Pero tiene una magia increíble. Danny Thompson lo vio, era una edición especial en un estuche muy bonito, y no tenía ni idea de quién era Vinicius de Moraes. Se lo puse y alucinó. O sea, que puedo decir que yo le descubrí a Danny Thompson un disco de Vinicius de Moraes (risas).
Con relación a eso, antes te he mencionado a Enrique Urquijo, a Bunbury, a Loquillo… Pero hay otro artista, que es Carlos Berlanga, con quien tienes muchos paralelismos: él también huyó de un grupo de éxito, no le gustaban nada las giras, le encantaba pintar y era un gran fan de la música brasileña y de Jobim; de hecho tiene un disco, Indicios (Compadres, 1994), que la portada estaba inspirada en el Wave de Jobim, y grabó una versión de una canción suya con Ana Belén.
Sí, Carlos Berlanga era muy fan de Jobim y yo era muy fan de Carlos Berlanga. Era un escritor de canciones extraordinario. Me gustaba mucho todo lo que hacía, la verdad es que todo le salía muy bien. No le conocí personalmente, pero tenía mucho talento innato, una facilidad pasmosa para escribir canciones. Y era muy fino, tenía un gusto muy exquisito, muy afilado.
Volviendo al disco, dejaste fuera una canción, «Un extraño tipo y su bulldog», que apareció en el single de Collar de lunas. ¿Por qué no la metiste? Es como más bluesera, ¿quizás fue por su estilo?
Es que yo creo que esa grabación que apareció después es de las maquetas.
Es verdad, tengo aquí el single y efectivamente, son otros músicos. Están Ramón Arroyo, de Los Secretos, Josemi Garzón, Antonio Toledo…
Sí. La grabamos en la maqueta y la utilizamos para cara b del single. No recuerdo por qué no la llegamos a grabar, la verdad. Igual la probamos y la desechamos, no lo recuerdo.
«Nunca lo he considerado como un disco de pop. No lo veo como canciones que buscasen el hit o el estribillo pegadizo»
Hiciste muy pocos conciertos. Algo que duraría mucho tiempo, porque estuviste como siete u ocho años sin subirte a un escenario.
Sí. A partir de este disco hubo un declive en mi trayectoria. Yo con este disco me desanimé mucho, porque me parecía lo mejor que había hecho, pero, como te he dicho, fue un fracaso comercial y se hizo casi inviable tocar. No es tanto que no quisiera tocar, sino que no salían conciertos y acabé abandonando, ya no me preocupé de buscarlos. Además, los pocos que hicimos no reunían las condiciones que yo entendía como aceptables. Yo consideraba que era un disco para tocarlo con una buena banda, buen sonido… Pero no se pudo hacer y abandoné. Y sí, luego estuve un montón de años sin tocar. Con el disco siguiente, ya directamente no toqué nada, ni un concierto, y ya no volví a tocar hasta Canciones en ruinas (GASA, 2010), que hice muy pocos conciertos con un trío clásico de guitarra española, violín y acordeón. Aquello me gustó mucho, por cierto. Después me junté con Contacto en Francia, la banda de Fernando Astone, y con ellos sí que tocamos por bares. Luego hice una gira con Luis Auserón y a partir de ahí, con Fernando Macaya, ya sí que hemos tocado bastante más.
Decías antes que cuando escucharon el disco en tu discográfica no les entusiasmó, pero parece que el tiempo sí que ha acabado haciéndole justicia, y no lo digo solo por esta reedición en vinilo, sino porque es uno de los discos más queridos por tus seguidores.
Sí, creo que sí. Creo que el tiempo, en este caso, ha jugado a favor. Fue un disco que salió sin apenas promoción y pasó muy desapercibido, pero el tiempo lo ha convertido en un disco importante para los que han seguido mi trayectoria. Es como un disco de culto en ese sentido.
¿Y tú? ¿Te consideras un artista de culto? Porque es cierto que a partir de este disco no tienes la repercusión que tenías con Duncan Dhu o con los discos de Cabaret Pop, pero, por otro lado, la crítica te ensalza como nunca, muchos compañeros tuyos de profesión empiezan a reivindicarte y a hacer versiones tuyas…
Sí, es cierto que la crítica, a partir de este disco, empezó a tratarme mucho mejor. El último, por ejemplo (Las rutas desiertas, Galerna, 2020), creo que es el que mejores críticas ha recibido en toda mi trayectoria musical. Y sí, es cierto que por esta época empezó ese reconocimiento, a nivel de crítica y también de artistas, me llegaban muchos feedbacks de otros músicos, lo cual está muy bien, a mí me llena de orgullo que otros compañeros aprecien lo que hago. Espero que mi carrera no sea solo para músicos (risas), que también me escuche gente de fuera del gremio, pero sí, es un orgullo que a músicos, a compañeros de oficio y a gente que sé que ama la música de verdad, les guste lo que hago, y que además me lo digan, me escriban y tal. Es muy gratificante.
Terminamos con una anécdota. La portada de la reedición es un poco distinta de la original. Se ha abierto mas el plano, ahora aparece tu camisa, y ya no es tan oscura.
Sí, y no sé por qué ha sido exactamente. Yo creo que el archivo de la portada original ya no estaba, pero lo que sí estaba era la foto. Entonces ha habido que volver a reproducirla, rehacer la portada desde la foto original. Y sí, ha variado un poco, han abierto un poco el plano y ya no es tan oscura. No me parece mal que haya una ligera diferencia. Y no es lo único que ha cambiado, porque no lo he comentado, pero está vuelto a masterizar por Gonzalo Lasheras, y la verdad es que el vinilo suena realmente bien. El vinilo y el cedé, porque trae cedé. (José María) Rosillo hizo un gran trabajo en su momento, pero los discos suelen envejecer un poco a nivel de sonido, y Gonzalo lo ha revitalizado, suena francamente bien.