«Siempre me ha atraído bastante la melancolía como motor creativo, he sentido más cercanos y he sido más fan de los géneros tristes y melancólicos, como el tango, el fado o el bolero, que de los géneros más extrovertidos y festivos»
Conjugando los estudios de grabación con los lienzos y la fotografía, el donostiarra Diego Vasallo, cada día más alejado de la estética de Duncan Dhu, se mantiene como un artista para el que la creación es alimento. “Canciones en ruinas”, su nuevo disco, así lo corrobora.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Fotos: THOMAS CANET.
El polifacético Diego Vasallo regresa con “Canciones en ruinas” (Warner), un disco lleno de soledad y calor perfecto para las tardes otoñales. Hablar con él es un placer, no sólo es un contertulio despierto y cercano, sino que además hace gala de un gran sentido del humor. Una cafetería, la grabadora en marcha y Vasallo se presta a ser interrogado.
Has tardado en grabar un disco nuevo, ¿se debe al tiempo que te quita tu faceta como artista plástico?
En parte sí. A veces me resulta bastante complicado compaginar las dos cosas. Además, la pintura es algo que requiere dedicación casi exclusiva. La pintura es un trabajo muy introspectivo, muy de estar solo en el estudio, día a día, mientras que la música es un trabajo más extrovertido y más social, tocas con gente… Son muy distintos, por eso a veces es complicado. Pero, bueno, no sólo es ese el motivo, siempre he pensado que los discos llegan cuando llegan las canciones. Había tenido una cierta temporada de sequía de escribir y fui reuniendo estas canciones que no son muchas, nueve, pero las quería grabar ya porque sino se te van quedando un poco antiguas.
¿Has dejado alguna fuera, o esto es todo lo que había?
Esto es todo lo que había. Pero yo eso lo he hecho casi siempre, pocas veces he compuesto mucho material para luego descartar.
¿Desechas antes de grabar?
Efectivamente. En cuanto una canción no me convence, directamente no continúo. Me quedo con lo que creo que merece la pena.
Pese a lo que comentas que tu vida como artista plástico es distinta a la de músico, tiene que haber una línea que una ambos dentro de Diego Vasallo.
Creo que participan de un mismo espíritu, una cierta visión de la realidad, del mundo, de la vida… Una actitud. Aunque son medios muy diferentes no los veo tan lejos, la verdad.
¿Cuál sería esa actitud común?
Bueno, en estos últimos tiempos quizá es una visión un tanto sombría, un tanto oscura. Eso creo que se nota en el disco y también en mis pinturas.
¿De donde viene esa oscuridad?
Siempre me ha atraído bastante la melancolía como motor creativo, siempre he sentido más cercanos y he sido más fan de los géneros tristes y melancólicos, como el tango, el fado o el bolero, que de los géneros más extrovertidos y festivos. Es una cosa de genes, de carácter. Por otro lado, mis experiencias personales de los últimos años han sido un poco complicadas y es inevitable que se refleje en tu trabajo. No solo es inevitable, yo creo que es casi obligado.
¿Qué te ha ocurrido estos años?
Me he separado, he tenido problemas personales, de salud…
¿Estás ya bien?
Más o menos [risas].
¿Crees que este disco tiene algún tipo de filosofía concreta?
Más que filosofía, que suena a palabra un tanto importante, tiene una cierta visión del mundo, como decía antes. Salvo algunas, son canciones bastante autobiográficas. Cuando hablas de tu vida en realidad estás hablando de todo lo demás, de lo que te rodea, del mundo y de cómo ves la vida en general.
Te voy a preguntar una cosa fea: Si tu vieras que ponerle un cartel a este disco, ¿cuál sería?
¿Un cartel? [risas] Creo que es un disco muy sincero, sin disfraces, sin trucos. Es un disco personal que, para bien o para mal, se parece a pocas cosas de las que escucho por la noche en mi entorno. Crudo y un poco áspero.
Hablas de disfrazar. Yo creo que en tu vida como artista nunca te has disfrazado.
No, nunca he sido demasiado aficionado a hacer cosas que no van conmigo ni con mi forma de ser. Quizá la época en la que probé terrenos diferentes fue aquella de Cabaret Pop. Pero tampoco había mucho disfraz, porque también reflejaba un estado de ánimo y una forma de vida que tenía entonces que no tiene nada que ver con la de ahora.
«Siempre he dado mucha importancia a los textos, y ahora más que nunca. Para mí, ahora mismo, son casi el esqueleto de este disco»
Incluso las letras de Cabaret Pop estban bastante trabajadas, no eran algo superfluo.
Siempre he dado mucha importancia a los textos, y ahora más que nunca. Para mí, ahora mismo, son casi el esqueleto de este disco. Lo que pasa es que al igual que tu música o tu voz, tus letras van cambiando. Cuando comparo letras de ahora con letras de esa época las veo muy diferentes.
En “Canciones en ruinas” se usa el minimalismo para reforzar las canciones.
He meditado mucho sobre qué es una canción realmente. Una canción son muchas cosas a la vez pero para mí lo básico es una melodía con un texto que la acompaña. Porque el ropaje musical es mucho más fácil de variar, según la producción, según la instrumentación, según con quien lo grabes… Entonces, para mí un texto con una melodía y una armonía ya es una canción y he procurado ir a la pura esencia de la canción, a la forma más esquemática. Por eso la voz es tan protagonista, esta en un plano más presente que en discos de pop o más de rock y la instrumentación es muy leve, es un soporte musical a los textos y la voz. No es un disco para empezar a escuchar arreglos y detalles, sino que es un disco para quedarte con lo que se dice y cómo se dice.
Ya que hablamos de voz, pareces trabajarla buscando muchas texturas.
Es que me interesa mucho la textura en la voz. De hecho, diría que casi es lo que más me interesa. He probado a cantar en distintos tonos. Al final me he dado cuenta de que me va mejor cantar en tonos graves, por lo menos me parece que se crea un resultado más sugerente. Me importa mucho esa rugosidad que se consigue, al contrario de lo que mucha gente piensa, con muy poco artificio. He intentado mantener la voz lo más cruda posible y darle una presencia, quizá, mayor de lo normal en cuanto a volumen, cuidando muchos las texturas a base de elegir los micros adecuados.
A partir de “Los abismos cotidianos” tu voz comenzó a ganar mucha profundidad y esta aspereza de la que hemos hablado. ¿Te sientes cómodo en ese registro?
Sí, el resultado me suena más contundente, más personal y que comunica más. Pero tampoco hay ningún truco en ello, básicamente es bajar mucho los tonos de las canciones y darle mucha presencia a la voz y muy pocos efectos. También la voz te va cambiando con el paso del tiempo. Ves al Dylan de ahora y al del principio y no tienen nada que ver. O Leonard Cohen.
¿Hasta qué punto crees que te respondería la voz en directo con estos registros?
Bien. Grabamos practicamente en directo. No hay mucha diferencia entre lo que hacemos cuando estamos grabando y lo que espero hacer dentro de un tiempo en directo. Creo que se puede conseguir prácticamente lo mismo. De hecho, esa es mi intención.
¿Va a haber gira?
Tanto como gira no sé, pero sí me gustaría hacer algo de directo con este disco, no sé si una gira pero sí una serie de actuaciones puntuales en sitios concretos. Lo que pasa es que llevo tantos años fuera del circuito de actuaciones que ahora mismo no tengo ni grupo. Ahora estoy buscando formar una pequeña banda que sería probablemente en formato de trío que se ajuste a este disco y a los anteriores.
Al final del «making of» del disco se te ve muy cómodo cantando una canción en esos tonos de los que hablábamos, con tu guitarra, con mucha naturalidad. Está claro que funciona.
Me gusta esa escena que ha hecho Thomas [Canet, fotógrafo y director del «making of»] porque refleja bien que no hay demasiada diferencia entre el resultado final y lo que estábamos tocando en el momento. Esa toma está grabada con el micro de la cámara.
Y lo más importante es que se te ve a gusto, no se ve a un hombre asfixiándose por alcanzar unos tonos.
Si es que es mi forma más natural de cantar.
¿Qué papel ha tenido Suso Saiz en la producción?
Suso es, desde hace mucho tiempo, un colaborador necesario. La relación con él ha ido más allá de la mera relación con un productor, ha sido un colaborador muy importante en esta última etapa mía. Me ha quitado prejuicios, miedos… Muchas veces crees que hay cosas que no van a funcionar, que no van a sonar bien, y Suso para eso es muy valiente, un tipo al que le gusta mucho la improvisación, que se deja guiar por el «feeling» del momento, por la situación y las personas. Antes de conocer a Suso me produje algún disco e iba con las cosas muy pensadas de antemano. Él me ha enseñado a aprovechar el momento y a dejar que las cosas surjan. Estoy especialmente contento con la etapa de estos diez últimos años junto a él. Aparte de un amigo, es un colaborador casi imprescindible.
¿Por qué grabasteis en un teatro?
Queríamos salir de los estudios de grabación. Que por desgracia cada vez quedan menos de los que a mí me gustan. Me gusta grabar a la vieja usanza, a mí lo de grabar en tu casa, en tu cuarto, con tu ordenador, no me gusta. Me gusta grabar con los músicos y todo lo que se pueda en directo. Para eso necesitas un estudio con una sala, que por desgracia cada vez quedan menos, o la otra opción es irte a un teatro o a un edificio, a cualquier espacio que se pueda habilitar. Lo bueno de las tecnologías es que con un ordenador y un pequeño equipo puedes grabar en cualquier sitio.
¿A tus discos no sólo les exiges calidad a nivel de composición sino también calidad a nivel de sonido?
Sí, soy muy maniático con el tema del sonido e intento ajustarlo lo más posible a la idea que yo tengo en la cabeza.
¿Qué atmósfera había en ese teatro?
Era una cosa un tanto especial, porque grabamos en un pueblo del norte de Menorca pero en pleno febrero, con un frío horroroso. Por un lado era muy íntimo y muy acogedor, ese teatro me encanta, es un teatrito como para 60 personas o una cosa así, agradable y cómodo, pero por otro lado hacía muchísimo frío y se colaba por todas partes. Se oía la lluvia, se oían los pájaros, se metían por los micros… Cosas que tampoco le dábamos mayor importancia, al final no se nota mucho, pero hay ruidos de muchos tiempos.
Es el momento de recriminarte cosas: ¿Por qué nos has tenido tanto tiempo sin conciertos en directo?
No sé. Se dieron muchas circunstancias. Por un lado el circuito de locales que había cuando dejé de tocar en directo no funcionaba respecto a lo que pretendía mostrar. Esta crudeza, esta intimidad en el sonido, esta pureza… Como por situación comercial de los discos tampoco se podía optar en hacer una gira por teatros, las posibilidades eran un poco reducidas. Ahora parece que hay más posibilidades. Hay teatros pequeñitos, muchas aulas de cultura que tienen auditorios que pueden ser muy adecuados. Lo que tengo claro es que no se puede hacer en el circuito de salas de rock. Ese fue uno de los motivos, otro fue que estaba haciendo otras cosas.
Siempre has sido una persona que parecía disfrutar mucho en el escenario.
Sí, he disfrutado en el escenario desde la época de Duncan Dhu. Sobre todo tengo un buen recuerdo de los primeros años, el principio siempre es algo irrepetible. He disfrutado y al mismo tiempo también lo he pasado mal. Me cansé un poco de luchar con las circunstancias, sonidos malos, salas que no estaban preparadas… Ese tipo de cosas.
Hace poco vi una grabación en directo de la gira de reunión de Duncan Dhu, de hace unos diez años o por ahí, y me soprendí al recordar lo buen bajista que eres.
[Risas] ¡Un buen bajista sería decir demasiado!
En serio, con mucho «feeling», muy rock 50, tocando esas escalas…
Siempre he sido muy antiguo tocando, siempre me han gustado mucho los sonidos antiguos. En esa gira en concreto, en que despedimos a Duncan en directo, recuerdo perfectamente que llevaba un bajo Hofner y un Epiphone antiguo, de caja, sonidos que a mí me gustan mucho y que no tienen nada que ver con los sonidos más contemporáneos de bajo.
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Desde aquí puedes acceder a la web de Diego Vasallo.