“El concierto era una fiesta y Diego sonreía, defendiendo con soltura la marca de la casa: un repertorio prácticamente instrumental, más popular que nunca y con una guitarra que se explaya una pizca más que en el disco, pero sin necesidad de empujar a nadie. El virtuosismo se pone al servicio de la canción, y no del ejecutor”
El músico valenciano presentó en Madrid su último trabajo, un repertorio muy rodado en directo, antes incluso de registrarse en un estudio de grabación. Allí estuvo Arancha Moreno.
Diego García El Twanguero
14 de mayo
Sala El Sol, Madrid
Texto: ARANCHA MORENO. Fotos: CLAUDIA SIGNORI.
Hace tiempo que los músicos se saltan los parámetros que manejaba la industria. Diego García, alias El Twanguero, también. ¿Para qué idear discos para escuchar en casa, si puedes hacerlos crecer en directo y registrarlos después como suenan en vivo? Los conciertos se han comido a los cedés, el vivo ha vencido a la plácida escucha, o por lo menos la ha contaminado los suficiente como para mezclarse sin sonrojarse. Así ocurre en “Pachuco”, el nuevo disco de Diego, nacido de varios meses de rodaje en directo en el Café Berlín, ideado para levantarse y bailar en casa, y para salir y bailarlo donde el músico nos convoque.
La última cita madrileña fue en la sala Sol, el pasado 14 de mayo. La banda saltó al escenario perfectamente alineada y trajeada para la ocasión, en homenaje a los pachucos, esos pandilleros elegantes de los años 40 que apreciaban el swing y el rockabilly, el mambo y la música latina. Así vestía Diego, flanqueado a su izquierda por su inseparable compañero y productor, Candy Caramelo al bajo, y a su derecha por el trompetista cubano Frank Santiuste y el percusionista Moisés Porro. Tras ellos, cuidando los pilares, la batería de José Niño Bruno. Una alineación que sonó de primera, como defendió el propio Diego días atrás, con una amplia sonrisa, en una entrevista en Efe Eme: “Tengo a los mejores músicos de España”.
Con semejante banda y el selecto y rodadísimo repertorio de “Pachuco”, la noche fue una fiesta. Arrancó con una versión algo más extensa de ‘Speedy García’ que dio paso a ‘El cumbachero’, con brillantes guitarras y trompetas alentadas por palmas y taurinos “olé” que remarcaron el carácter festivo. ‘El caminante’ y la cumbia recrean un bonito viaje por el Trópico, con una guitarra poderosa y las voces precisas. Hubo un pequeño homenaje al maestro Atahualpa Yupanqui con ‘Guitarra dímelo tú’ antes de atacar ‘Rockabilly mambo’ y hacer que el público no pare en el sitio. El concierto era una fiesta y Diego sonreía, defendiendo con soltura la marca de la casa: un repertorio prácticamente instrumental, más popular que nunca y con una guitarra que se explaya una pizca más que en el disco, pero sin necesidad de empujar a nadie. El virtuosismo se pone al servicio de la canción, y no del ejecutor.
Entre las pocas versiones (y pocas letras) que se cantaron esa noche, dos temas de Elvis Presley. El primero en caer fue ‘Houng dog’, con el que guitarra y percusión acallan el sonido hasta hacerse casi imperceptibles justo antes de romper como una explosión y volver arriba. Hacia el final de la noche le tocó el turno a ‘Mystery train’, también del rey del rock, pero antes desfilarán ‘The Godfather theme’ y ‘Frida love song’, que en palabras de El Twanguero es “El bolero que Diego Rivera nunca le dedicó a su mujer”. Alguien tenía que escribirlo.
Mientras interpretan ‘Lupita L.A.’ es inevitable disfrutar del sonido de esa banda de impecables músicos (acompañantes habituales de Andrés Calamaro, Fito y Fitipaldis, Diego El Cigala…), escapados del redil de los grandes shows para demostrar que en solitario también saben lo que hacen. Le toca el turno a Candy, que se lanza al micrófono a interpretar ‘Felicidad’, una versión bien robada a La Cabra Mecánica que incluye en su nuevo disco, “El hombre orquesta”. Solo en los bises se arrancará Diego a solas con su guitarra, justo antes de acompañarse de nuevo para despedir un show en el que García ha bajado dos veces del escenario para mezclarse en la pista con el público. En la noche “pachuca” también se han colado ‘Minor rag’ y ‘Spanish rag’, y repertorios nuevos, antiguos y ajenos han sabido darse la mano sin bajar un ápice la sensación de estar en medio de una fiesta, en un viaje estilístico por la música americana del norte y del sur conducido por una banda infalible. Con la misma soltura que llegaron, agradecen y se van a preparar la próxima. Larga vida al twang, ¡larga vida a “Pachuco”!