Diego A. Manrique: El caso Ambigú, un año después

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“No tiene nombre lo de Radio 3 con Vetusta Morla. Pero no solo chirría lo de Vetusta: pasa también con otros grupos y festivales. Y no digo nada de las marcas de bebidas”

Hace justo un año, Diego A. Manrique, desde la frecuencia de Radio 3, anunciaba que le habían cesado de la emisora. Era el final de «El Ambigú», el fin de toda una época en la radio musical. 365 días después, Juan Puchades conversa con él.

 

Texto: JUAN PUCHADES.
Foto: PACO MANZANO.

 

A comienzos de julio del año pasado, caí en la cuenta de que Diego A. Manrique iba a cumplir sesenta años el 27 de ese mes. Se me ocurrió que merecía uno de esos textos que, de tanto en tanto, publicamos en EFE EME como homenaje a aquellos que siguen empeñados en hacer o difundir buena música. Preparé, con tiempo, aquel artículo, y en eso que empezaron a llegarme mensajes de que la cosa estaba jodida para él en Radio 3: el director de Radio Nacional había decidido cobrarse su cabeza… Hablé con Diego durante aquellos días y me confirmó lo que estaba sucediendo. Consulté con amigos comunes la conveniencia o no, dado el mal ambiente, de publicar ese texto de felicitación (del que Diego no sabía nada); todos coincidieron en que tirara adelante, que entonces, más que nunca, era necesario salir con ello. Las casualidades a veces son crueles: el mismo día 27 se emitía el último «Ambigú», como si el señor Benigno Moreno (el director de RNE que, sin vergüenza alguna, decidió acabar con todo un emblema de Radio 3, de la radio musical española), en un gesto con el que ratificar, por si quedaban dudas, su pésimo gusto y su nula elegancia, quisiera hacerle un regalo de cumpleaños envenenado. Luego pasó lo que los lectores de EFE EME ya conocen: movilizaciones, firmas pidiendo el regreso de Diego a Radio 3, la creación de una plataforma de apoyo (que tan nerviosa puso a la dirección de RNE, que todo acaba por saberse). No sirvió de nada, Moreno se mantuvo en sus trece («o él o yo», se cuenta que llegó a decir cuando se planteó la posibilidad de dar marcha atrás debido al ruido que veníamos haciendo) y el «caso Ambigú», el caso Manrique, acabó en los tribunales, donde Diego ganó; y Moreno recurrió. Así están las cosas un año después, a la espera de la nueva sentencia. Pero eso es lo de menos, lo triste es que seguimos sin «Ambigú», y para que tan indigno acontecimiento no caiga en el olvido, pensamos en entrevistar a Diego justo en el primer aniversario de su ausencia radiofónica. Primero se mostró reticente, pero tras insistir, aceptó.

Ah, una puntualización para el señor Benigno Moreno: a pesar de que usted lo afirmara bajo juramento y ante una jueza, Diego A. Manrique no es el propietario de EFE EME; sí es un amigo y una inspiración, conceptos que quizá le resulten extraños, qué pena.

Han pasado doce meses, ¿cómo ves lo sucedido entonces?
Iba a decir que ya no me duele. Pero esto del aniversario me ha reabierto la herida. No entiendo que RNE se empeñara en defenestrarme. No acepto que tantos supuestos amigos se callaran. Y luego, esas discográficas que se apresuraron a borrarme de sus listados…

¿Cómo has llevado tu reincorporación a la vida sin tener que preparar todos los días «El Ambigú»? ¿Se te hizo duro?
Me ayudó mucho, MUCHO, la respuesta de los oyentes, la solidaridad de bastantes compañeros, la fe de mis abogados.

Visto en perspectiva, ¿fue un error que aceptaras la dirección adjunta de Radio 3? ¿Puede que por ahí vinieran las razones del despido?
Hay que saber la versión completa: Santiago González, el entonces director de RNE, me ofreció dirigir Radio 3. Yo expliqué que no me veía en un despacho. Lo entendieron pero apelaron a mi lealtad hacia la emisora. El momento era grave: Radio 3 se había quedado en cuadro tras el ERE y tenía que prepararse para afrontar su cuarta década con personal fresco y nuevos planteamientos. Así que me convencieron para que estuviera de director adjunto, al lado de Lara López. ¿Me equivoqué? Pues seguro que sí, pero no podía negarme. Al final descubres que no puedes cambiar muchas cosas, sobre todo si RNE tiene una cúpula directiva hostil, como ocurrió cuando Benigno Moreno reemplazó a José Ángel Esteban como jefe de programas [ese fue el paso previo de Moreno antes de acceder a la dirección de RNE].

Allí no están acostumbrados a la figura del director adjunto, era algo inédito, ¿no?

Sigo creyendo que las emisoras requieren un subdirector o supervisor de antena o como lo quieras llamar. Por la carga burocrática y el calendario de compromisos, un director o una directora no escucha, no puede escuchar, los programas. Necesita alguien de confianza que lo haga y que tenga una visión de conjunto de lo que sale al aire. Para que no ocurran casos como el de Vetusta Morla.

¡¿Qué caso?!
No tiene nombre lo de Radio 3 con Vetusta Morla. Desde antes de que saliera su segundo álbum, están omnipresentes en la emisora: entrevistas, conciertos, acústicos. La semana pasada aparecían en un programa de la tarde, por ninguna razón imaginable. Resulta sencillamente grotesco. Y no por Vetusta Morla, que hacen muy bien en aprovecharse del reino de taifas. El problema es que reduce una emisora pública a una radiofórmula al servicio de intereses comerciales. Ojo, no es el caso, repito, no es el caso, pero da esa impresión desde fuera. No solo chirría lo de Vetusta: pasa también con otros grupos y festivales. Y no digo nada de las marcas de bebidas.

Siempre se ha dicho que en Radio 3 anidaban muchas víboras, ¿alguna de ellas pudo ejercer influencias para que te pasara lo que te pasó?
Puede ser, pero me cuesta creerlo. Si alguien lo hizo, vaya medalla para colgarse: yo era un activo para la emisora, con Premio Ondas y demás, aparte del único vínculo con el equipo que fundó aquello. «El Ambigú» resultaba muy barato en comparación con los programas con equipo detrás. La imagen de Radio 3 ha quedado manchada. No creo mucho en los estudios de audiencia pero hay expertos que me juran que es cierto, que se han perdido miles de oyentes.

¿No hubo ninguna salida, ninguna posibilidad de que siguieras con “El Ambigú”?

No. Era una trampa muy cabrona: terminaron mi contrato el 22 de julio de 2010 y luego pusieron programas enlatados. Para volver, en septiembre, exigían que me quedara sin contrato durante varias semanas; así cortaban una relación laboral de veintitantos años. Luego, volvía contratado pero estaba a prueba las primeras semanas, durante las cuales ellos podían despedirme sin necesidad de alegar nada.

¿Es normal que se trate así a un director adjunto? ¿No era, además de perverso, un tanto humillante la propuesta de tenerte con un contrato de prueba?
A ver, ni siquiera cuando hay un cambio de ciclo político se castiga así a alguien que ocupaba un cargo. Por lo que yo sé, nunca se ha hecho algo tan brutal. Si eres fijo, hay incluso mecanismos previstos para amortiguar el paso de directivo a redactor o la que fuera tu anterior categoría laboral. Supongo que tocaba dar un escarmiento ejemplar, para acojonar a los colaboradores, y yo tenía todas las papeletas. No estaba en plantilla, no pertenezco a ningún sindicato o partido, hacía una labor de crítica de lo emitido a la que no estaban acostumbrados y además insistía para que se respetara el Libro de Estilo. Sobre todo, yo era locutor de música. No bromeo: muchos directivos creen que los programas musicales se improvisan, que no suponen ningún esfuerzo. Es triste: no sé si odian la música, pero sí desprecian a los musiqueros.

¿Qué dijo el resto de los directivos de RNE?
Fue maquiavélico hacerlo en verano. Muchos jefes estaban de vacaciones o no se ponían al teléfono: tenía una sensación horrible de que me había vuelto radioactivo. Solo Pilar Martín, directora de lo que antes se llamaba Radio 1, me aconsejó que pidiera una jubilación anticipada. Era su forma de  decirme que no tenía futuro en RNE, y se lo agradezco. Ahí me di cuenta que solo me quedaba la vía judicial, el reclamar que se trataba de un despido improcedente, malicioso y vengativo.

Nadie habla claro de tu caso, pero sí se ha dejado entrever que te habías ganado a pulso el despido, que no eres un santo, que tú  también tienes lo tuyo… ¿Qué opinas de esto?

Yo hablaba con todo el mundo… con todo el mundo que quería hablar conmigo. Pero no podía tomar decisiones: solo era un “consigliere”. También daba ideas: me acuerdo que yo insistía en que Radio 3 necesitaba un programa de deportes, pero Lara no lo veía. No soy nada deportivo pero pienso que, combinado con buena música, eso tendría posibilidades. Siempre surgirán fricciones al intentar dinamizar un colectivo como el de Radio 3, donde hay auténticas estrellas radiofónicas y no se practica la autocrítica. Todo lo que hice fue para fortalecer la emisora, pensando en el largo plazo. Me temo que la tendencia dominante en RNE es a no menearlo, al tengamos la fiesta en paz, a pactar con los poderes fácticos y olvidar al oyente.

Ganaste el juicio, y RNE ha recurrido, ahora estás a la espera, pero, ¿fue una satisfacción ganar?

Claro, pero el juicio fue tan desagradable, tan largo, tan alejado de los temas que yo hubiera querido discutir, que me quedé desmoralizado. Ni siquiera disfruté  del hecho de que el señor director de RNE también perdiera el día en el juzgado, para luego declarar que yo era un traidor, por colaborar con la competencia: confundía “El País” con la SER. ¡Es verdad! Su abogado presentó a la jueza como evidencia un montón así de grande de fotocopias de mis artículos para el periódico, como si fuera un gran descubrimiento.

¿En este tiempo nadie de la dirección de la casa se ha puesto en contacto contigo para tratar de tender algún puente?
Algo ha habido, pero con mucho miedo: nadie quiere que aparezca mi número en la factura telefónica que paga la casa. Aquello es como el Ejército: si te saltas el escalafón, estás jodido. Sí ha habido contactos con la dirección de TVE, que tiene otra categoría humana y profesional. Puede que ocurra lo mismo que cuando me echó Fernando Argenta, en 1986: que vuelva a trabajar en TVE antes que en RNE.

¿Sigues escuchando Radio 3? ¿Qué te parece la actual programación?
¡Buf! Más que la programación en sí, lo que me preocupa es la disminución de recursos  técnicos. Nunca habían pasado cosas como lo de Getafe, cuando el equipo de “Carne cruda” se desplazó allí pero no pudo transmitir el festival Cultura Inquieta por falta de medios. En otras transmisiones, se corta la voz de los locutores demasiadas veces. Con el nuevo sistema informático, ocurren fallos inexplicables. O se ha colado un gremlin o alguien quiere dejar en ridículo a técnicos y locutores.

¿Qué echas en falta en la emisora?
Más potencia informativa. Más autonomía. Más conexión con la calle. Cuando ocurrió la entrada de la Guardia Civil en SGAE, parecía que aquello sucedía en otro país. Todas las emisoras informaban del asunto y la mayoría de los programas de Radio 3 callaba. Me enteré luego que Benigno y su séquito preferían que ni se mencionara a Teddy Bautista en Radio 3. No sé si era por defenderle o para declarar su muerte civil. Incluso  prohibieron que se pinchara su música.

¡Pero eso es puro franquismo! La lista negra para alguien que todavía no ha sido juzgado…
La única diferencia consiste en que ahora son órdenes verbales, para que no conste por escrito. Sinceramente, no me lo explico. Hasta entonces, la actitud de RTVE ante la SGAE era de un servilismo absoluto. Se obliga a los locutores a rellenar unas hojas Excel con los contenidos musicales de los programas: títulos, autores, duraciones, discográficas. Un coñazo cuando hay aplicaciones informáticas que detectan la canción que suena y hasta el disco del que se ha extraído. Pero RNE prefiere esas declaraciones, hechas de mala gana, que luego SGAE contabiliza a capricho y, atención, vende a otras sociedades de gestión para que negocien con las emisoras. Las hojas de Autores sirven de base para el reparto de muchos millones de euros de recaudación. Si hubiera en España verdadero periodismo de investigación, sugeriría que ahí está el meollo a estudiar, más allá de Microgénesis.

Si hoy te dijeran de volver a Radio 3 y al «Ambigú»,  ¿regresarías?
¡Claro! Pero tendrían que darme garantías de que no es una artimaña para luego quemarme en el patio de la Casa de la Radio. En serio: creo que pensaría en otro programa, diferente del “Ambigú”.

Mucha gente pensó que no te faltarían las ofertas desde la radio privada para que regresaras con un programa, pero han pasado los meses y no ha sido así, ¿por qué?

¡Hubo alguna oferta! Querían que llevara toda la música en un programa de fin de semana pero suponía levantarme sábados y domingos hacia las seis de la mañana. Queda horrible decirlo en estos tiempos de paro pero es demasiado madrugar para alguien que fue muy noctámbulo y que ahora tiene graves problemas para dormir. De las radios privadas poco hay que esperar: solo les preocupa la batalla política y el deporte (y ambos asuntos se tratan de un modo parecido). La música es una excusa para llenar espacio. Te llaman de emisoras “convencionales” para que hables de asuntos tipo Amy Winehouse o los 70 años de Dylan. Gratis, claro. Es tan descarado que ni siquiera tiene gracia.

¿Sigues al tanto de la actualidad musical o has desconectado?
¿Y si digo que ahora ando más al tanto de la actualidad? En Radio 3 me temo que se está imponiendo la tendencia reduccionista: una noción de la realidad musical bastante empobrecedora, donde un nuevo disco de Russian Red es un acontecimiento de primer orden. No sé si es verdad lo de “estética blanda igual a pensamiento débil”…

¿Compartes esa percepción que tenemos algunos de que el indie ha derivado en una suerte de “mainstream”, con sus sellos que presionan, medios que lo apoyan, festivales específicos, ¡incluso sus propios “comebacks”!?
Cierto, pero si has vivido lo suficiente puedes recordar espejismos similares. A principios de los setenta, en el mundillo musical español solo valía lo «underground», lo «progresivo». Los enterados se burlaban de Creedence Clearwater Revival: eran “comerciales”. Y la atención que se prestaba a un Marvin Gaye, a la música negra en general, era cero. Todo pasa pero queda lo valioso.

Últimamente, en ocasiones, firmas en “El País” algunos artículos no musicales, ¿necesidad de cambiar de registro?
Hay que acabar con la idea de que el periodista musical es ese taradito al que solo se le puede encargar que hable de música para entendidos. Tratar otros asuntos te da musculación, te hace entender mejor dónde encaja la música en el mundo real.

¿Dónde se te puede leer ahora, además de en «El País»?
Pues tengo una sección mensual en «Cáñamo» que me proporciona mucho placer: hablo de música pero también de novela negra.

¿Qué planes tienes?
Darme un capricho para olvidar el mal trago de llevar un año exiliado de la radio. El 27 me voy a comer una tarrina entera de Häagen-Dazs, han sacado un helado de mango y albaricoque que creo que está sublime…

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