DISCOS
«Un muestrario de temas introspectivos y un punto más audaces de lo habitual, compuestos en su mayor parte al piano»
Lana del Rey
Did you know that there’s a tunnel under Ocean Blvd.
INTERSCOPE / POLYDOR-UNIVERSAL, 2023
Texto: XAVIER VALIÑO.
Lana del Rey, como los clásicos a los que apunta, ha ido forjando su carrera al margen de las modas y de todas las polémicas creadas en torno a su figura. En sus nueve discos editados en estos trece años, que van desde 2010, es fácil rastrear las marcas de un estilo que poco se ha movido y en el que es la absoluta reina: esas canciones morosas que van calando poco a poco, siempre que el oyente esté predispuesto y les preste la atención que sin duda reclaman.
Su nuevo y noveno disco no se aparta de lo ya conocido en una obra que podemos entender como coherente y que depende en cada ocasión, por lo tanto, de su efectividad en la composición y de cómo puedan llegar a calar esas canciones. Hay cierta unanimidad en considerar Norman fucking rockwell! (2019) como su disco más conseguido. Desde entonces, ha editado otros dos trabajos (Chemtrails over the country club, 2021, y Blue banisters, 2022) valorados a la sombra de aquel.
Da igual los colaboradores o los distintos productores, citados incluso en la portada del álbum: el disco sigue siendo un largo —setenta y cinco minutos— muestrario de temas introspectivos y un punto más audaces de lo habitual, compuestos en su mayor parte al piano, que ya se fija en la familia desde que se abre con “The grants” para recordar al niño recién nacido de su hermana o la última sonrisa de su abuela. Entre evocaciones a Leonard Cohen (“Kintsugi”), sonidos de un pop sureño oscuro (“Fishtail”) y auténticos tour de force (“A&W”), también se puede encontrar momentos dulces (“Sweet”), junto a logrados y acogedores duetos con Father John Misty (“Let the light in”).
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Anterior crítica de discos: Continue as a guest, de The New Pornographers.