Diálogos de Luis Eduardo Aute y Leonard Cohen

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«El autor de “Al alba” no rechazaba paralelismos y decía que, como le pasaba al canadiense, se sentía más poeta que músico»

 

Luis García Gil analiza los puntos de encuentro artístico, de admiración, los tributos e incluso la consanguinidad conceptual que une las carreras, y el alma, de dos gigantes de la canción de autor como Leonard Cohen y Luis Eduardo Aute.

 

Texto: LUIS GARCÍA GIL.

 

Leonard Cohen ha sido para Luis Eduardo Aute una referencia indispensable. Ambos, cobijados en lo litúrgico, han ofrendado una obra mayúscula, personalísima, en la que importan y mucho la actitud que han desarrollado como poetas, en paralelo a su cancionero. Los mundos de ambos terminarán cruzándose y un disco suicida como Templo refleja hasta qué punto Aute se sirve de la simbología religiosa para fundir en un mismo plano lo místico y religioso, lo espiritual y lo carnal.

Pero vayamos por partes. Hay un Aute irracional e irónico en su poemario La matemática del espejo. Esa irracionalidad va a trasladarse a su disco mortuorio, Sarcófago, grabado en 1976 con el dictador Franco ya finiquitado. Léase –y escúchese– “Tímidos suicidios en ayunas” que se abría, en el libro, con una cita de Leonard Cohen procedente de su poemario Flores para Hitler: «Each day in hubcap mirror/in soup reflection/ in other people’s spectacles/ I check my hair…».

A propósito del disco Espuma, grabado en 1974, se preguntaba Antonio Gómez en las páginas de Ozono cómo sonaría Aute sin los arreglos de Carlos Montero y con una producción a lo Leonard Cohen. De alguna manera se le quería meter por esa senda que no le era desconocida, ni mucho menos. José Ramón Pardo incidía en esa consanguineidad entre ambos y señalaba en las páginas de Blanco y negro (1978) algunas concomitancias en una sustanciosa entrevista con Aute. El autor de “Al alba” no rechazaba paralelismos y decía que, como le pasaba al canadiense, se sentía más poeta que músico y con un esteticismo y una liturgia que le acercaban al autor de “Suzanne”. También la mirada al amor y al deseo como forma de burlar a la muerte les aproximaba.

«A él le preocupa –afirmaba Aute– el tema religioso a nivel de contenido. En mi caso es más a nivel de estética, de ceremonia. Me interesa lo sacro como forma contraria a lo demoniaco». Lo sacro en oposición a lo demoniaco recorrerá también la pintura y la poesía de Aute.

 

Un encuentro histórico

El 9 de mayo de 1988 se produce el encuentro musical de ambos en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. Los ochenta son consagratorios para los dos. Aute vive su década dorada en cuanto a recepción popular. Su figura huidiza y tímida contrasta con el alcance de sus discos, con su resonancia pop a la que contribuyó el suburbano Luis Mendo en discos luminosos e inagotables como Alma que abrió la década. El encuentro con Cohen se produce en el año del más hermético Templo, singular apuesta de riesgo de Aute. Cohen, en cambio, ofrece un disco más accesible, I’m your man, que le vuelve a situar en el mapa de la canción con el uso de sintetizadores y una revitalización a nivel compositivo. No será un recital que pase a la posteridad, con problemas de sonido para Aute que sufre las expectativas que el público destina a Cohen. Lo interesante es que la corriente mística de ambos se entrecruza por fin, como si de pronto se estableciera un diálogo de aleluyas, el “Aleluya” del Aute sesentayochista y el “Hallelujah” del Cohen de los ochenta. Dos figuras con algún que otro paralelismo físico, algo quijotescos en la forma y en el fondo, como si fueran ejecutantes de una salmodia, pero también con un gusto indudable por el humorismo, por la ironía.

Aute terminará cantándole a Cohen, traduciéndole, haciendo suyo el clamor desesperanzado de “The future” en un disco titulado Acordes con Leonard Cohen que un puñado de artistas graba en homenaje al músico canadiense. “The future” había aparecido en un disco homónimo de Cohen publicado en 1992. Ese mismo año, Aute graba la susurrante “Slowly” que da nombre al disco del mismo nombre. «He visto el futuro y es un crimen», escribió Cohen lapidariamente. Aute lo canta, como apropiándose de Cohen en una versión cargada de simbolismo. Era cuestión de tiempo que Aute versionara al canadiense, explicitando la relación que podía mantener con su obra.

El primer contacto de Aute con la obra de Cohen se remonta a los años sesenta. Bob Dylan le empuja a escribir canciones, pero Cohen le confirma esa idea. Le atrae también de Cohen su inquietud multidisciplinar, que será una norma en la trayectoria de ambos, capaces de desenvolverse en varios territorios creativos. También en aquellos febriles sesenta Aute descubre la poesía del canadiense. En 1988 le conocerá personalmente en una galería de arte madrileña en una exposición sobre Andy Warhol. Los ejecutivos de la CBS ejercen de anfitriones del encuentro en vísperas del referido recital conjunto en el Palacio de los Deportes del que se hará eco Ricardo Cantalapiedra en las páginas de El País.

Cuando Aute escriba “La barbarie (aleluya número 8)” (cedé A día de hoy, 2007) establecerá conscientemente un diálogo con “The future” de Leonard Cohen. Desesperanza con desesperanza, pero siempre con un deje de belleza y fulgor en la mirada.

Como canta el viejo Cohen
con palabras como puyas
«I have seen the future, brother,
it is murder», aleluya,
aleluya.

Desde más allá de Piscis
y el confín que nace en Aries
se aproxima velozmente
la conspiración astral de la barbarie,
de la barbarie,
aleluya…

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