“Un excelente thriller capaz de crear un ambiente angustioso y violento”
“Detroit”
Kathryn Bigelow, 2017
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
“Detroit” narra el incidente ocurrido en el motel Algiers durante los disturbios raciales de julio de 1967 en la ciudad de Detroit, en el que un grupo de jóvenes, la mayoría de ellos de color, fueron golpeados y acosados por la policía, resultando en la muerte de tres adolescentes.
La película recurre a una narración agobiante, tensa y cargada de violencia, buscando quizás la rabia del espectador, el reconocimiento de lo sucedido en el pasado en su presente, la constatación de una crisis todavía sin resolver. Sin embargo, es precisamente el sacrificio discursivo que el film hace durante gran parte de su metraje para constituirse como un thriller el que evita o problematiza esta posible intención. Así, tras una serie de breves secuencias protagonizadas por anónimos ciudadanos de la ciudad de Detroit, a partir del momento en que finalmente se nos presenta a los personajes que se encontrarán esa fatídica noche en el motel Algiers, la creación de tensión (conseguida a través de recursos como agobiantes primeros planos o temblorosas cámaras en mano) pasa a un primer plano y margina cualquier reflexión que se pudiera querer hacer. El racismo deja de ser un problema omnipresente para ser presentado como la excusa empleada por los tres policías a los que el film responsabiliza del incidente para dar rienda suelta a su estupidez, egoísmo y ansias de violencia. Durante la mayoría del metraje, pues, estos policías no son individuos racistas arropados por un sistema que continuamente valida, permite y promueve sus ideas, sino un grupo de pirados que parecen sacados de “Funny games” (Michael Haneke, 1997).
A pesar de tener un título ambicioso, que parecería tratar de argumentar que la película utiliza el suceso del motel Algiers como metonimia de un problema mayor, solo su prólogo y su epílogo presentan la posibilidad de una reflexión verdaderamente sistémica, expandiendo la responsabilidad más allá de los individuos implicados en el incidente en sí (aunque lo cierto es que incluso el modo en que se insinúa al inicio que los disturbios nacen del mero deseo de algunos de los vecinos de aprovechar la confusión para saquear tiendas resulta cuanto menos problemático, si no ofensivo).
En todo caso, “Detroit” es un excelente thriller capaz de crear un ambiente angustioso y violento, pero es precisamente en el modo en que responsabiliza a un número limitado de personas y enfatiza las cualidades casi psicopáticas de los policías responsables (a pesar de intentar arreglarlo en su última media hora) el que le hace perder cualquier potencial subversivo que pudiera tener.
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Anterior crítica de cine: “Verano 1993”: la épica de las pequeñas historias.