FONDO DE CATÁLOGO
«Hizo que más de un purista se echara las manos a la cabeza con este trabajo experimental que rezuma autenticidad y pureza»
Tras la ya extinta Operación rescate, llega Fondo de catálogo, una nueva sección que abarcará desde rarezas hasta clásicos nacionales e internacionales. Una colección de tesoros que iniciamos con el mejor de los despegues: el de Enrique Morente acompañado por Pepe Habichuela, punto de partida hacia otro disco crucial, Homenaje a don Antonio Chacón. El «paso adelante y atrás» en Morente, el despegar continuo del arte libre. Por David Pérez Marín.
Enrique Morente
Despegando
CBS, 1977
Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.
«Sí, es verdad que di un paso hacia atrás y grabé el Homenaje a don Antonio Chacón. Sí, son los pasos hacia delante y hacia atrás, como explicaba alguien que ya no está de moda, que había que dar. La vida es así un poco, es tirar hacia delante y tirar hacia atrás. Como decía el de la Matrona: “¡Vamos a ver, señores, no les estoy diciendo a ustedes que, para saltar de aquí a allí, tienen que coger carrerilla y poder saltar más lejos! Si no se prepara, no llega usted ni de aquí a la mesa”».
1977 fue un año clave para entender la filosofía creativa de Enrique Morente, lanzando dos trabajos magistrales que son historia del flamenco y de la música universal. Aparentemente antagónicos, pero en realidad, totalmente conectados y necesarios para que todo arte avance. Del rompimiento innovador de Despegando al clasicismo puro y respetuoso del Homenaje a don Antonio Chacón, ambos junto al gran Pepe Habichuela, uno de sus más leales compañeros artísticos.
«Si yo encontrara / la estrella que me guiara, / yo la metería / muy dentro de mi pecho / y la venerara / si encontrara la estrella / que en el camino me alumbrara».
Y encontró esa “Estrella” en Despegando, un disco clave en su carrera y en la historia del cante jondo. Con José Luis de Carlos en la producción (quien decidió también el título del álbum, y a quien entrevistamos ampliamente en el número 21 de Cuadernos Efe Eme), Morente volvió a adelantarse a su época, haciendo que más de un purista se echara las manos a la cabeza con este trabajo experimental que, al mismo tiempo, rezuma autenticidad y pureza en cada uno de los nueve cantes que lo componen.
«El cante jondo no podía ser “un folklore de museo” que acumulara polvo o se mantuviera, intocable, detrás de una vitrina»
Adapta dos poemas: “Yo escucho los cantos”, extractos de “Recuerdo infantil” de Antonio Machado, un tornado de luz que te levanta del suelo por bulerías desprendiendo una belleza casi mágica. Y uno más de su querido Miguel Hernández, “Compañero”, fragmento de “Elegía a Ramón Sijé”, posiblemente los versos de amor y amistad más dolorosos jamás escritos, en los que, en forma de taranto, la crudeza del toque de Habichuela y el quejío de Enrique, que huele a sangre y tierra mojada, se nos cuela en el pecho y hace que, «por doler, nos duela hasta el aliento».
Firma, por jaleos, la reivindicativa “Defender Andalucía”, y abre y cierra por tangos con la radiante “Estrella” y “Me están aniquilando”, cante que no deja una nube en el cielo cada vez que suena.
«Que me van, / que me van aniquilando, / la gente anda diciendo / y sigo por mi camino / que las nubes las destruye el viento».
Un disco liberador y a corazón abierto como pocos, de ese desgarrador «ay, ya no puedo más» por seguiriya en “Me faltan las fuerzas”, al dolor que siente el tronco «cuando se corta una rama… / y las raíces lloran sangre / y se marchita la flor» en esas “Alegrías de Enrique” que son puro aire fresco, sin olvidar la innovación en la instrumentación, prescindiendo de la guitarra y añadiendo un órgano en la hipnótica y sobrecogedora seguiriya “Mírame a los ojos” y un cajón (prácticamente desconocido hasta entonces) en la famosa soleá “Tu vienes vendiendo flores”.
En palabras de Enrique: «Musicalmente, puedo decir que Despegando es un disco con una serie de influencias que recibes cuando ya no eres un cantaor recién salido del Albaicín. He recorrido muchos países americanos y europeos y vivo en Madrid. Este hecho implica un conocimiento de formas musicales que se pueden aplicar perfectamente al flamenco. Pero también soy aficionado. Esto quiere decir que estudio y conozco con profundidad el cante clásico, como puede ser el de Talega, La Piriñaca o Mairena; y, por otro lado, quiero hacer cosas mías; algo que sea como un producto de mi expresión personal. Claro que al principio es posible que choque o sorprenda, pero si es con calidad, creo que es válido».
Aterrizaje en la obra de Antonio Chacón
Y tras el paso adelante, el paso atrás, la vuelta a los orígenes en el Homenaje a don Antonio Chacón, una celebración sin parangón del cante ortodoxo y mayúsculo del gran maestro jerezano. Morente, con tan solo 35 años, demuestra un dominio y conocimiento de la tradición fuera de lo normal, en un álbum doble con veinte cantes: tres seguiriyas (de Curro Durse, Silverio y Manuel Molina), mirabrás, tientos, peteneras, cañas, caracoles, tonás, soleares, cinco malagueñas (tres de Chacón, incluida la grande y dos de La Trini), granaína y media granaína, dos cartageneras (clásica y de Chacón) y mineras. El trabajo le valió el I Premio Nacional de Música Popular Española otorgado por el Ministerio de Cultura.
Como contaba Enrique, esta admiración por Chacón se la inculcó Pepe de la Matrona: «Fue una de las muchísimas cosas de las que le escuché hablar y aprendí y me di cuenta después, escuchando las grabaciones de este hombre, que fue uno de los genios, tal vez el genio más grande que ha tenido el cante flamenco. Y el conocimiento de la personalidad del cantaor se lo debo en gran parte también a Pepe de la Matrona y Bernardo de los Lobitos, aunque Aurelio también me habló mucho de él, y Manolo de Huelva».
Morente entendió que las raíces flamencas estarían siempre unidas a él como un cordón umbilical infinito que ni se rompe ni te impide seguir volando, al contrario, te impulsa a cruzar los cielos y adentrarte en nuevos universos, para mantener vivo y fuerte ese latido compartido que enriquece y hace avanzar (sin perder su esencia, porque ese trascender es su ser mismo) a todo arte mayúsculo y verdadero.
El cante jondo no podía ser «un folklore de museo» que acumulara polvo o se mantuviera, intocable, detrás de una vitrina. Había que palpar la raíz con todos los sentidos, acudir y beber de las fuentes originarias, saborearlas y, con ellas ya dentro, avanzar sin miedo, dejando atrás imposiciones y trazar entonces tu propio camino… Y volver al manantial para beber de sus aguas, una y otra vez. Sed de origen que nunca debe saciarse del todo, ni ser un impedimento que sofoque el anhelo y fuego interno por alcanzar una voz propia y libre. Enrique lo consiguió como ninguno y el flamenco sigue Despegando.