Derrama whisky sobre tu amigo muerto, de Raúl Núñez

Autor:

LIBROS

«Fue un crochet en toda la mandíbula de la literatura española»

 

Raúl Núñez
Derrama whisky sobre tu amigo muerto
EFE EME, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Derrama whisky sobre tu amigo muerto, seis palabras que ofrecen una rara alusión sentimental en una novela que no es nada sentimental, son la descripción perfecta de una narración que sería muy difícil de llevar al cine. Sin embargo, dos de las otras tres novelas publicadas en vida de Raúl Núñez sí que han tenido adaptación cinematográfica. Sinatra lo hizo con la mirada magnética de un Alfredo Landa en estado de gracia, y La rubia del bar, con la presencia de Ramoncín y las canciones de Gato Pérez. Sin embargo, en el ámbito cinematográfico es una novela que cuenta con referentes, el primer Almodóvar, que estaba empezando en el año 1979 en que se editó, o John Waters.

No ocurre lo mismo en el ámbito literario, en el que resultó tan sorprendente como huérfana. Nadie escribía así en la narrativa española. Nadie había creado todavía un esperpento moderno, lleno de personajes estrambóticos, de espacios entre lo lisérgico y lo castizo y de tramas exageradas. Ni siquiera los cuentos de Raymond Carver, que eran la sensación del momento cuando se publicó, con su realismo sucio, llegaban a tales extremos. Eran más sutiles y burgueses. Años después, Kiko Amat, Carlos Zanón o Javier Pérez Andújar nos acostumbrarían a esos ambientes y esa manera de relatar, pero Raúl Núñez fue el primero.

Había nacido en Buenos Aires, en 1946, donde publicó sus primeros poemarios, traspasados de literatura beat y espíritu rock. Sigue con libros de poemas tras instalarse en Barcelona, en 1971, y la novela que nos ocupa aparece en 1979, en la mítica colección de literatura de la revista Star. La reedición, como primer número de otra colección de literatura —en este caso interMITENTE—, no solamente viene a saldar una deuda, sino también a recoger el espíritu de la vieja revista contracultural en tiempos nuevos, tiempos también salvajes.

La acción sucede en tugurios y calles oscuras de una ciudad que no se nombra pero que es Barcelona (solo se menciona una vez, como la ciudad donde el protagonista, aparentemente en el pasado, aprendió a emborracharse). Son rincones inventados, pero que tienen sabor de verdad. Allí, se deja las cejas un escritor de novelas del oeste, de esas que asaltaban los quioscos de la época, con las ilustraciones magníficas de Lozano Olivares. Fueron la verdadera literatura popular del siglo XX, como en el XVI lo fueron los romances y en el XVIII las coplas de ciego.

El escritor vive en el Polinesia Hotel, pero sería más justo decir que donde vive es en antros como el Out-Side —el bar de los corazones solitarios— o el Hot-Pepper. En todo caso, su propósito inicial es ir a pedir un anticipo a su editor, Biblos, para acabar con las reservas de alcohol de la ciudad. En el Hot-Pepper conoce a un antiguo boxeador, Billy el Desnarizado, con el que se interna en un dantesco recorrido por locales donde coincide con una ristra de personajes desmesurados, como la deslumbrante jovencita Lou, con quien Billy planea casarse de inmediato —la escena con su hermana Miranda hoy sería pasto de manifestaciones para que su autor se exiliase—; la anciana en el colmo de la decrepitud Nanny Grass, que vive de marihuana; Sparring, el vecino de la habitación de al lado que constantemente proyecta dejar su trabajo de repartidor de leche para empezar a beber whisky de manera profesional, o un opulento proxeneta, Big Redondo.

La andadura del escritor es cada vez más demente. Acude a un cine porno, pasea por el metro sin rumbo, intenta buscar un empleo y conoce, en un bar de alterne, el Lady Godiva, a un estrafalario personaje que ha inventado un idioma, el profonio, y a Betty, una prostituta aficionada a escribir poemas, de la que el escritor espera otras cosas más allá de la lírica. Aparecen pirómanos, conversaciones en el Museo de Cera con King-Kong y un final inesperado en el que el escritor se deja llevar a la puerta de otros mundos. Mundos luminosos, mundos paradisíacos que se abren con una firma en el Hot-Pepper, cómo no.

Fue un crochet en toda la mandíbula de la literatura española. Vanguardia pura, en el sentido de que iba abriendo camino, por delante, de unas trazas de escritura que después se han revelado muy fértiles en la literatura española y en las que él, conviene repetirlo, fue el primero.

Anterior crítica: Conversaciones con Lichis, de África Egido.

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