«Con la madurez, la fuerza rítmica fue cada vez menos necesaria, la delicadeza ocupó su lugar sin que se perdiera energía»
Ante la inminente edición del nuevo disco de Depeche Mode, Juanjo Ordás nos aproxima al pasado reciente del grupo, a sus años de madurez.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Es curioso, pero la madurez de Depeche Mode ha venido de la mano de muy buenos discos aunque mejorables en cuanto a criba. Cualquiera de sus obras a partir de la rehabilitación del vocalista Dave Gahan resultan un compendio de canciones sobresalientes con otras –las menos– más discretas que no logran bajar la nota precisamente por la excelencia de las demás. No se trata de discos perfectos, de hecho aligerarlos habría jugado a favor del concepto global, pero con ellos han conseguido condensar esa fusión entre electrónica y rock con la que envolver una tristeza inherente a los problemas emocionales propios de la edad de sus componentes, versando sobre cómo engullir el dolor existencial y sentimental cuando ya no eres joven y el tiempo comienza a contar hacia atrás.
Con la madurez, la fuerza rítmica fue cada vez menos necesaria, la delicadeza ocupó su lugar sin que se perdiera energía. Canciones de los últimos diez años como ‘The dead of night’, ‘Wrong’ o ‘A pain that I’m used to’ no tenían la pegada de ‘Behind the wheel’ o ‘Personal Jesus’, pero sí poseían una intensidad que la banda ya había comenzado a trabajar en 1992 con “Songs of faith and devotion”, el disco que rompió con la tradición de su sonido ochentero para fusionarles definitivamente con el rock and roll aunque temáticamente no pueda incluirse en los años de madurez que nos ocupan.
“Songs of faith devotion” aglutinó sonidos más naturales en sintonía con los más artificiales, también supuso una explosión de dolor y remordimiento para los que subsiguientes álbumes obrarían como ungüentos sanadores. Cuatro años le separarían de “Ultra”, verdadero comienzo de la madurez de Depeche Mode, disco muy distinto en espíritu pero relacionado con él, pues se trató de un nuevo comienzo que partía de la más absoluta oscuridad, esa en la que el grupo se había retorcido. Las orquestaciones ya no eran tan épicas como las que en su día firmó un Alan Wylder que había abandonado el enloquecido grupo por cuestiones de salud mental, pero “Ultra” continuaba diciendo sí al pulso humano. La formación que grabó “Songs of faith and devotion” era una que se estaba destruyendo, la que acabó su gira de presentación era una banda destruida. La conexión entre Martin Gore y Dave Gahan era más fuerte que nunca en el sentido de que el primero parecía escribir canciones que narraban el infierno drogodependiente que el segundo estaba atravesando. Aunque Gore tuviera sus propias tristezas, sus versos se ajustaban tanto a su experiencia como a la de su compañero.
Puesto a la venta en 1997, “Ultra” fue una reflexión al respecto, una plegaria gracias a la que Depeche Mode renacería, también un disco complicado, precedido por un intento de suicidio de Gahan al que posteriormente añadió una sobredosis durante la grabación. Nunca estuvo claro que el disco fuera a finalizarse, sorprende de hecho la cohesión lograda por el productor Tim Simenon y Martin Gore, con el primero consiguiendo un sonido unitario y novedoso para el grupo y el segundo firmando un puñado de composiciones que obedecían a un mismo estado emocional.
“Ultra” es un trabajo sombrío, sus circunstancias no permitían uno de otra naturaleza, pero también fue el disco con el que Depeche Mode hicieron pie para impulsarse de nuevo hacia la superficie, sobreviviendo y planteando nuevos esquemas sonoros. Una canción como ‘Useless’ tendía un puente al anterior “Songs of faith and devotion”, pero en otras como ‘The love thieves’, ‘Sister of night’ o ‘Freestate’, la banda comenzaba a inspirarse en una serena intensidad que cubriría gran parte de sus siguientes álbumes. No obstante, al margen del pasado y el futuro, “Ultra” tenía su propio carácter, oscuro y grisáceo, bien representado por los singles ‘Barrel of a gun’, ‘It’s no good’ y ‘Home’, esta última un canto a la esperanza en voz de Gore.
«Ultra’ había presentado al grupo a una nueva generación de seguidores que provenían tanto de la electrónica como del rock and roll, al hambre de sus viejos fans se unía el de la nueva camada»
No hubo tour de presentación, quizá porque cuando el disco se concluyó Gahan llevaba limpio poco tiempo y una gira habría traído consigo múltiples tentaciones, aunque esa necesaria ausencia de los escenarios supondría una maniobra maestra. “Ultra” había presentado al grupo a una nueva generación de seguidores que provenían tanto de la electrónica como del rock and roll, al hambre de sus viejos fans se unía el de la nueva camada y la demanda se atendió al año siguiente.
En 1997 se editó un suculento doble recopilatorio y también se puso en marcha un tour mundial en el que el grupo interpretó un repertorio centrado unicamente en sus grandes éxitos. El estado de forma de Gahan sobre las tablas fue espectacular y el set list impecable, además, Gore comenzaría a tocar la guitarra durante la mayor parte del espectáculo, incorporándose dos músicos adicionales que a partir de entonces harían todos los tours: El teclista Peter Gordeno y el batería Christian Eigner. Así, Depeche Mode se acabó tornando definitivamente en el híbrido al que llevaban años acercándose, con una configuración que no solo les renovaba, sino que les hacía aún más digeribles para la hornada de nuevos fans provenientes del sector rockero.
En lugar de apurar el éxito, Depeche Mode decidió descansar, sin alargar la gira ni meterse en el estudio de grabación inmediatamente después, amoldándose a un nuevo ritmo de álbum y gira a celebrarse cada cuatro años pero sin dejar de seguir una línea musical que unirá “Exciter”, “Playing the angel” y “Songs from the universe”, trabajos que navegan en esa serena intensidad ya citada, entre el placer y la tortura pero sin desazones. Muy pocas canciones de ritmos incisivos volverá a firmar el grupo, estos se harán más inteligentes, menos obvios y más complejos. A partir de “Playing the angel” y tras haber editado su primer disco en solitario, Dave Gahan comenzará a incorporar al repertorio de cada álbum canciones con su firma y la de sus colaboradores, con Gore –único compositor desde practicamente los comienzos del grupo– viéndose obligado a ceder espacio al vocalista, quien incluso amenazo con no volver al grupo si no se aceptaban sus contribuciones.
Pese a la incorporación del cantante a las tareas creativas, la tónica de “Exciter”, “Playing the angel” y “Songs from the universe” es similar, con la mitad de su grueso compuesta por temas excepcionales destinando el resto a otros buenos o simplemente correctos. A Gahan le cuesta aportar temas de nivel aunque a veces lo consigue (‘Suffer well’, ‘Hole to feed’) y Gore no parece tan prolífico como en épocas anteriores pero llega a rubricar canciones supremas, a la altura de cualquier himno pasado que elevan la nota de cada disco.
Como hemos comentado, no son trabajos perfectos pero si notables, cuyas canciones tienen que batirse cada noche contra números nostálgicos aunque también vigentes, suprimiendo gira tras gira los temas más novedosos que solo brillan en su propio tour de presentación. Ahí podemos citar canciones mayúsculas: ‘A pain that I’m used to’, ‘Dream on’, ‘The dead of night’, ‘Comeback’ o ‘Fragile tension’ son buenos ejemplos de ello, caídas en el campo de batalla y olvidadas para siempre. Solo el single ‘Precious’ aguantó hasta el siguiente tour, manteniéndose en el repertorio sin ser ya novedad aunque pese a su calidad la razón estaba clara, era una canción que entroncaba con viejos hits comerciales como ‘Enjoy the silence’.
Pronto, el grupo tendrá en la calle “Delta machine”, del que ya se han podido escuchar dos adelantos, ‘Angel’ y ‘Heaven’, blues electrónico la primera, torturada oración la segunda. Un nuevo intento de alcanzar ese cielo al que miran desde una tierra que arde.