CINE
“Toda la excentricidad de Davis, aquello que lo hace cautivador y fascinante, termina por derivar en casi todos los tópicos fílmicos sobre superación de una pérdida cercana”
“Demolición”
Jean-Marc Vallée, 2016
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
“Demolición” nos recuerda una vez más (y esperemos que esta sea la definitiva) que Jake Gyllenhaal es probablemente uno de los actores más interesantes del Hollywood actual. Tras impresionar con su papel como los extraños dobles en “Enemy” (Denis Villeneuve, 2013) y sobre todo su actuación en la morbosa y escalofriante “Nightcrawler” (Dan Gilroy, 2014), encarna a Davis Mitchell, un joven viudo que se enfrenta como puede a la pérdida de su esposa y con ella de su vida tal y como la comprendía hasta entonces. Combinando la insensibilidad y la apatía y un extraño renacer de la curiosidad y atención por su entorno, Davis trata de recomponer su mundo, no sin antes descomponerlo.
Sin embargo, el excelente retrato de entumecimiento y extrañeza ante el letargo experimentado por el personaje no encaja con la evolución que sigue la película, que termina por caer en clichés que contrastan y minusvaloran todo el trabajo de construcción de la complejidad interior de Davis.
La primera mitad presenta un protagonista impredecible y permite realizar una interesante reflexión sobre lo socializados y predefinidos que están los modos de actuar ante situaciones de pérdida o desgracia. El hecho de que Davis parezca no sentir nada e incluso empiece a preocuparse por cuestiones que antes le daban igual no encaja con lo que entendemos por “duelo” o “luto”, desvelando así lo artificial y ritualizado de algunas de estas convenciones tan asumidas como naturales.
Sin embargo, enseguida el filme recurre a ciertos tropos narrativos que parecen querer ser “encantadoras contingencias” sacadas del universo de Wes Anderson (como las cartas que el protagonista escribe a la compañía de máquinas expendedoras) y otras casi manipuladoras como el encuentro con una mujer en una situación complicada y la casualidad de que el hijo de ella esté necesitado de una figura paterna. Todo esto hace que el protagonista pierda toda su espontaneidad y consiga salir de su dramática situación como una persona nueva, mucho mejor que la anterior, tras haberse encontrado a sí mismo en el duelo y haber pasado por un proceso de catarsis, redención y liberación del pasado y los sentimientos.
Al final, toda la excentricidad de Davis, aquello que lo hace cautivador y fascinante, no era sino un mecanismo de defensa que termina por derivar en casi todos los tópicos fílmicos sobre superación de una pérdida cercana. Lo que hace de “Demolición” una oportunidad enormemente desaprovechada.
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Anterior crítica de cine: “Todos queremos algo”, de Richard Linklater.