Radio Futura
«La estatua del jardín botánico» / «Rompeolas»
FLUSH/HISPAVOX, 1982
Texto: JUAN PUCHADES.
Esto sí es un verdadero clásico de los años 80, el primer single de Radio Futura tras la salida de Herminio Molero y la reconversión del grupo en cuarteto, con Santiago Auserón (voz, guitarra), Luis Auserón (bajo), Enrique Sierra (guitarra) y Solrac Velázquez (batería). Tal vez el disco que mejor define el ocaso de la Nueva Ola y el advenimiento de La Movida, dos periodos que tienden a solaparse pero que no fueron lo mismo; incluso sólo algunos de sus protagonistas coincidieron en ambos.
Pero a lo que íbamos, a adentrarnos en este single –publicado por Flush, marca bajo la que Hispavox pretendía grabar a los «grupos modernos» del momento; otras discográficas desarrollaron en aquellos días iniciativas similares– sencillamente MONUMENTAL, en el que Radio Futura abandonaba las «máquinas» que definieron el sonido de su primera formación y en el que apostaban por las canciones de Santiago Auserón, la dureza de las guitarras y la intensidad de la sección rítmica, con ese sonido tan marcado que dibujaban las seis cuerdas de Enrique Sierra. Para dirigir la producción de estas dos canciones estuvo Jaime Stinus, por entonces vinculado a La Orquesta Mondragón y en la actualidad mano derecha de Loquillo; un músico de contrastado buen gusto que aquí supo capturar el sonido natural que la banda despachaba en sus incendiarios directos.
En la cara A figuraba el tema que sería –ya lo era cuando se publicó el single, pues sus fans lo habíamos escuchado mil veces, en directo o en el programa radiofónico de Jesús Ordovás– un himno incuestionable de aquellos años, «La estatua del jardín botánico». Con aquella letra tan hermética de Santiago Auserón, que nadie sabía muy bien de qué hablaba –un videoclip bastante amateur también despistó lo suyo– pero en la que creíamos ver reflejado, con cierta mirada de perplejidad, lo inestable de la época, el definitivo declive del tiempo pasado (representado por el jardín botánico) y la llegada de uno nuevo (reflejado en el metálico protagonista). Un texto que cierra con candado la puerta del narrativo «nosotros» de los 70 a cambio del «yo» de los 80. Estamos solos ante lo que viene, y no nos parece mal: «Esperando un eclipse me quedaré / persiguiendo un enigma al compás de las horas / dibujando una elipse me quedaré / entre el sol y mi corazón». Pero, claro, quizá «La estatua del jardín botánico» tan sólo era un ejercicio literario, en absoluto alejado de, pongamos por caso, el discurso de aquel Garaje hermético de Moebius que por entonces llegaba a nuestro país… Quién sabe. Y a quién le importa cuando una canción es así de sugerente, tiene tal melodía, tamaño clima, semejante ritmo, tan hipnótico sonido…
Pero el lado B, para no quedarse rezagado y no pasar a la historia por cobijar un tema menor, incluía un enorme disparo, otro himno, la cara opuesta de «La estatua». «Rompeolas», con la voz de Santiago en primer plano, reflejaba el sol, callejeaba en una metáfora generacional y casi que parecía anticiparse al futuro, cuando La Movida sería motivo de análisis mediático («con sus tomavistas / van llegando los turistas») y todo iba a explotar en aquel «rompeolas» que escribiría una página en color de la historia –por lo menos de la cultural– de nuestro país. Aquí Auserón continúa retratando los tiempos en singular, como mucho a dos: «Y tú, sólo faltas tú, cariño / Ven esta noche a pasear conmigo […] Hablemos a solas / en el rompeolas». Hasta la portada retrataba un sillón individual… Por si alguien tenía dudas, habían llegado los años 80.