Noel Soto
«Deborah» / «¿Quién me presta un verso?»
POLYDOR, 1981
Texto: JUAN PUCHADES.
Noel Soto (Manuel Eduardo Soto) vio amanecer los años 70 dedicándose con vehemencia al rock: Fue uno de los pioneros del progresivo hispano e incluso ideó una ópera-rock (Alfa y omega. Polydor, 1975). Sin embargo, cuidadoso letrista, sus melodías y voz siempre han ganado profundidad cuando reduce fuerza y se torna algo más «slow», firmando unos medios tiempos realmente seductores. Por ello, no es de extrañar que hacia finales de la década de los 70, y especialmente desde 1980, decidiera grabar varios singles –que luego acabarían por completar el LP de 1981 A ti que me quieres bien– con los que decidió ahondar en su vertiente más baladista. A la cabeza de éstos quedó «A más de mil kilómetros» (1980), un 45 RPM ejemplar, merecedor de figurar en esta sección y con el que Soto iniciaba su completa inmersión en la Tercera Vía, género al que hay que adscribir el citado LP, A ti que me quieres bien.
En ese disco, y lanzada también como single, destacaba «Deborah», una balada deslumbrante que con su guitarra de regusto Knopfleriano –Dire Straits era influencia decisiva en aquellos tiempos– se deja acariciar por unos sinuosos arreglos y una dichosa producción de Carlos Narea –por entonces en la cresta de la ola como productor de Miguel Ríos– que arropan perfectamente la dulce voz de Soto, que en primera persona relata un amor apasionado («Ojos negros y manos blancas / terciopelo en la piel / fuego en la mirada / y en los labios flor de miel / en el cielo un millón de estrellas / pero frente a mí solamente ella»), aunque, con prontitud, introduce con fina agudeza la voz de «ella», con la que nos revela lo imposible de esa relación: «Sonriéndome al decir / Es inutil insistir, no puede ser […] Sólo dijo mi amor no es libre / tengo que volver / No te quedes triste / para mí también es cruel. / Por favor, nos pueden ver / déjame ir». Ya en el estribillo, el rechazado protagonista da buena cuenta de la situación: «Deborah, era como un amanecer / que en mis manos creí tener / y que se me escapó. / Deborah era un soplo de libertad / que mi alma intentó alcanzar / y que se evaporó». Magistral y con un desarrollo musical imaginativo y juicioso.
«¿Quién me presta un verso?», la canción del otro lado en el single, es, más que nada, un ejercicio cantautoril («¿Quién me presta un verso? ¿Quién una ilusión? ¿Quién un dedal de buen humor o algún hermoso juego?»), aunque el desarrollo instrumental lo aleja de nuevo de los usos convencionales para aproximarlo hacia la Costa Oeste norteamericana.
Si el lector es de los que aprecia, por ejemplo, los registros de los años 80 de CRAG, no estará de más que se haga con estos temas, fácilmente localizables en el doble álbum Todas sus grabaciones para discos Polydor (1974-1981), editado en 1999 por, no podía ser de otro modo, los locos maravillosos de Rama Lama.