Guzmán
«Sentados en un café» / «Un hotel en la Costa del Sol»
CBS, 1977
Texto: JUAN PUCHADES.
Estamos en 1977, tres años antes ha terminado abruptamente el primer capítulo de una de las más hermosas y prósperas (en lo musical) historias del pop español, la del grupo Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, este último, a sus 25 años, decide comenzar a grabar en solitario y el primer paso es este single para la multinacional CBS. Un 45 revoluciones que muestra las dos principales líneas compositivas que definen la obra de José María Guzmán, una por cada cara, casi como una tarjeta de presentación de sus habilidades. La primera es la romántica, en la que se mueve como pez en el agua hilvanando historias que se salgan de las ópticas mil veces manidas que nos deparan los temas amorosos. Aquí, en «Sentados en un café», abre la posibilidad a que una buena amistad, de aquellas de quedar a charlar con un café de por medio para desvelar confidencias y llorar en el hombro del otro, quizás pueda derivar en algo más: «Sabes que yo siempre haré / todo lo que esté en mi mano por ti, / sólo tienes que llamar, / tardaré unos minutos en llegar…», canta Guzmán –con su voz aguda de aquellos años– en el estribillo, para terminar entonando, «Somos buenos amigos / para considerar / que acabará en idilio / lo que hoy más parece una amistad; mañana podrá cambiar». La preciosista y templada autoproducción mantiene un delicioso regusto acústico que se abre a la electricidad rock al encarar el estribillo.
«Un hotel en la costa del sol», la canción de la cara B, presenta la otra vertiente creadora de Guzmán, la del maestro retratista de personajes que, en realidad, los emplea como excusa para trazar lúcidas estampas sociales. En este caso, narra «la fiesta de cumpleaños de un rico industrial» que muestra «su última adquisición / a la alta sociedad… / …un hotel en la Costa del Sol», en la que «el vino y los licores / dejarán huella en el mar; / a bordo de los yates / de los grandes magnates la fiesta continuará / …hasta el amanecer». En lo musical, este tema se adentra en otra de las debilidades de Guzmán, los standards del swing norteamericano, pero entendidos a su modo, aquí con amplio despliegue de metales. Genial, absolutamente genial. Tanto como el prodigioso El país de la luz –en el que no incluyó estos dos cortes–, el álbum que grabó un año más tarde y con el que finalizó su relación con la multinacional.
Este single, al igual que El país de la luz, se pueden encontrar en el disco Guzmán. Todas sus grabaciones en solitario y su último disco junto a Cadillac (1997-1998), publicado por el sello Rama Lama en 2002.