Bob Dylan
«Hurricane»
CBS, 1975
Texto: JUAN PUCHADES.
«Hurricane», la historia alrededor del boxeador acusado de asesinato Rubin «Hurricane» Carter e incluida en el disco Desire de Bob Dylan, era tan larga que para editarla en single se decidió partirla en dos partes. Sí, como lo oyen: Un cacho en cada cara, al final de la primera se reduce el sonido y al comienzo de la segunda se aumenta… ¡y aquí no ha pasado nada! Se podría pensar que antes de cometer semejante tropelía se podía haber elegido otro corte del álbum para ser comercializado en sencillo, pero es que la fuerza de «Hurricane» es tal que se puede llegar a entender una decisión que, principalmente, facilitaba la radiación (en España también salió de este modo y obtuvo una cierta repercusión).
Sobre «Hurricane» se ha escrito mucho: que si Dylan se cegó en exceso por la historia personal y el magnetismo de Carter, que si pecó de ingenuo, que si la inocencia de Hurricane siempre estuvo en entredicho, que si luego se arrepintió de haber escrito la canción, que si… ¡Qué más da! ¡A quién le importa! Quedémonos con que «Hurricane» es una canción inmensa, con una letra tremenda, larguísima –escrita por el propio Dylan junto a Jacques Levy–, un ejemplo modélico de cómo narrar una historia con principio y final en algo tan aparentemente simple como es una letra de canción. Un amasijo de texto articulado sobre una melodía hechizante e inolvidable en la que Dylan canta con chulería, escupiendo las palabras a borbotones, fraseando de un modo que parece inhumano. Y, por si no hubiera bastante, ese violín insistente, machacón –tan poco habitual en el rock, tan innovador en aquel 1975– que toca con soltura Scarlet Rivera, la chica que Dylan se encontró en una calle del East Village neoyorquino mientras ella paseaba con su funda de violín, y él, al verla, se paró con su coche y la invitó a sumarse a su troupe. Con todos estos mimbres, «Hurricane» resulta un tema verdaderamente memorable, de esos que uno nunca se cansa de escuchar, y a considerar entre los mejores firmados por Dylan. Aunque hoy no sea un corte demasiado apreciado, como sucede, injustamente, con Desire, el muy recomendable álbum que lo contenía.