«Ya que volvemos, lo hacemos de la mejor manera: a lo grande»
Con motivo del veinte aniversario de Delafé y las Flores Azules, Óscar D’Aniello y Helena Miquel reaparecen juntos anunciando una nueva gira que arrancará en marzo y alguna sorpresa más. Jagoba Estébanez se ha reunido con ellos en Barcelona, para repasar su trayectoria y conocer de cerca los planes que tienen entre manos.
Texto y fotos: JAGOBA ESTÉBANEZ.
«Buenos días desde Barcelona. El sol brilla con fuerza, la gente cada vez con menos ropa y más colores se pira por la calle». Además del inicio de un archiconocido tema de Delafé y Las Flores Azules, era lo que se acontecía previo a la reunión que tuve con ellos; uno de los grupos más queridos en la ciudad condal, que ha conseguido traspasar fronteras con su particular estilo.
Iba camino de la cita al hotel Pulitzer intentando visualizar mi ciudad desde el agridulce prisma de la banda, mientras un cálido sentimiento recorría mi tripa para cerciorarme de que sus canciones habían provocado en mí hacia Barcelona, lo mismo que a Isabel Coixet con Benidorm o a Paolo Sorrentino con Roma: el sentimiento de pertenencia a un lugar y admiración a pesar de todo. Y no se me ocurre una frase que lo describa mejor que la que continúa tras los versos citados al inicio de este reportaje: «Barcelona, estás tan guapa aunque huelas a cloaca».
Óscar D’Aniello (Delafé) y Helena Miquel (las Flores Azules) me esperaban puntuales para lo que sería una larga y profunda charla sobre su vuelta a los escenarios, tras siete años desde que pusieron fin a una etapa de cinco elepés y cientos de conciertos juntos. Vuelven con motivo del veinte aniversario de la banda y lo van a celebrar con una gira por todo lo alto, pero breve. Llena de ilusión, Helena es quien expresa los motivos del regreso, aludiendo a la necesidad cultural: «El volver surgió de mí, necesitaba volver a hacer algo relacionado con la música, con el arte; despertar la creatividad. Óscar es la persona con la que he trabajado más tiempo y con quien más he disfrutado en el escenario. Hace un año le dije que si le apetecía podríamos hacer algo juntos y, finalmente, surgió esta gira en torno a la efeméride del veinte aniversario de la banda».
Una gira apetecible y algo más
Gira cerrada en torno a una decena de conciertos que arrancará en Girona el próximo 26 de marzo y se extenderá aproximadamente hasta octubre. Además, volverán a subirse al escenario con toda la banda con la que recorrieron el país diez años atrás, Las Trompetas de la Muerte, responsables de uno de los directos más poderosos y que más conectaba con la gente. El público quedaba fascinado no solo por su música, sino también por cómo conseguían transmitir las emociones desde una actuación llena de energía donde, literalmente, explosionaban globos de colores y confeti tras versos de rap, una dulce voz femenina, coros, vientos, batería y sintetizadores.
Toda una fiesta de la hipérbole. «Somos como una familia muy grande, nos lo pasamos muy bien y nos reímos un montón, imagínate los momentos que hemos vivido haciendo giras de más de cien conciertos. Para esta vuelta ambos echábamos de menos todo el pack», manifiesta Óscar haciendo alusión a que la diversión también es uno de los principales motivos por encima de todo lo demás. «Si hubiéramos ido Helena y yo solos habría sido mucho más rentable que llevar toda esta infraestructura, pero teníamos claro que queríamos ir con todo, queremos revivirlo y disfrutarlo como lo hicimos en su día. Ya que volvemos, lo hacemos de la mejor manera: a lo grande» añade, confesando que este formato fue tan popular como en ocasiones insostenible; funcionando bien en festivales y fiestas mayores con cachés cerrados, pero deficitario girando por salas, debido a la gran infraestructura que suponía ocho personas encima del escenario. Pero para ellos la diversión y el retorno del público estaba por encima de todas las cosas.
«Hemos llegado al público del pop haciendo música pop, en lo que al argumento se refiere (cotidianeidad, amor, desamor…), pero con rap»
Además de la gira, comparten en primicia con Efe Eme que están grabando una nueva canción que saldrá hacia marzo: «Es una locura, tiene doce guitarras, violines… a ver cómo lo llevamos al directo», confiesan entre risas. La entrevista transcurre con mucha espontaneidad, confesando, reflexionando e improvisando sobre puntos que ni siquiera ellos habían tratado todavía; pues debido a las obligaciones del día a día apenas se ven, a pesar de vivir cerca y de la historia que los une a ambos.
Los inicios y la esencia de Delafé y las Flores Azules
Esa historia se remonta dos décadas atrás, desde que cantaban con un minidisc que reproducía las bases para dos personas de público en la sala Sidecar, hasta llenar el Palau de la Música, la sala Apolo en Barcelona o la Joy Eslava en Madrid, pasando por la mayoría de festivales del país.
Óscar venía de tocar la batería en el grupo barcelonés Mishima, para aventurarse con el micrófono como Delafé: «Yo no encontraba la forma de ser cantante, no conseguía clavar la nota cantando; así que fue rapeando como conseguí encontrar mi estilo, con la intención de ensalzar las cosas cotidianas de la vida como puede ser hacer una tortilla con tu novia. Y todo ello influenciado con el espíritu negro, con el soul del que me empapé durante mi estancia en Londres», reflexiona el propio cantante sobre el estilo particular que caracteriza su forma de recitar.
Helena Miquel, con su dulce voz, es una parte imprescindible del proyecto: el agua en el río, la flora en la montaña, el azúcar en la tarta. Juntos lideraron un proyecto que fue creciendo tras el impulso que les brindó Julio Ruiz, al proclamarlos ganadores de «La canción del mes» del programa Disco grande, en Radio 3, con “Mar, el poder del mar”. En paralelo se subieron a la ola del auge de internet, siendo uno de los primeros grupos españoles que crecieron gracias a la red -recordemos que fueron de los más escuchados del país en Myspace- aunque, cómo no, el boca a boca también fue transcendental. Sin embargo, lo rompedor cuesta que encaje: «Al principio no encontrábamos discográfica, nos decían que no había cubeta en la tienda de discos para nuestra música, “esto no encaja, no sabemos dónde ponerlo”», reconocen nuestros protagonistas.
«Hemos tenido el hándicap de no pertenecer a un estilo. Al principio nos costaba encajar en todos los sitios, hasta que se dieron cuenta de que en festivales funcionábamos muy bien, porque hacíamos bolos de cuarenta y cinco minutos que eran la tralla», recuerda Helena Miquel. «Mucha gente nos decía “a mí vuestro estilo no me gusta, pero vosotros sí”. Nuestro público siempre ha sido el mismo que el de Love of Lesbian, Sidonie, Vetusta Morla y demás grupos; mientras que para un hiphopero somos blandos. Hemos llegado al público del pop haciendo música pop, en lo que al argumento se refiere (cotidianeidad, amor, desamor…), pero con rap; además hemos asumido la parte más positiva de la música negra del believe in love y menos deprimente», concreta Óscar.
Reconocen que tuvieron suerte de poder dedicarse profesionalmente a la música sin perder su esencia, en tiempos en que el indie era algo independiente de verdad: «Nosotros crecimos en los noventa, cuando indie se le llamaba a la música que prácticamente se autoeditaba. Normalmente no eran músicos quienes la componían, sino gente a la que le gustaba mucho la música pero que, después, no sonaban bien en directo, pues a la hora de ejecutar no eran muy buenos a pesar de su buen gusto. Hoy en día los grupos indie tocan superbien en vivo», sigue reflexionando para que Helena aclare que, a pesar de que el indie se identifique con una especie de sonido, es una manera de ser: «Ir a la tuya y ser auténtico, aunque al final se haya quedado el nombre para un estilo de música y no para una manera de hacer. El underground se ha hecho mainstream»; una afirmación que corrobora Óscar: «Yo soy muy indie, en la música hago lo que me sale de las narices siempre. Puede haber artistas que vendan mucho siendo muy indies porque hacen lo que quieren, y grupos que suenan indies pero que no lo son, puesto que siempre hacen lo mismo; una fórmula que les funciona, y por la que deciden ir todo el rato, solo por el resultado”.
Apuestas inciertas, pero honestas
Claro ejemplo de lo anterior fue el elepé De ti sin mí / De mí sin ti (Warner, 2013), que ambos reconocen como el mayor desastre comercial de la banda, a pesar de haber sido el disco que más disfrutaron grabando. Venían de éxitos comerciales y, a priori, habría sido tan fácil como seguir haciendo lo mismo; pero decidieron cambiar el rumbo por completo: sintetizadores por más presencia de instrumentos, luces por sombras y velocidad por cadencia y medios tiempos.
Un disco de transición fuertemente marcado por el fallecimiento del padre de Óscar, quien aclara al respecto: «Lo que le suele pasar a mucha gente con la música es que coge una pista de un grupo y la ponen en su cajón imaginario de sensaciones: felicidad, tristeza, melancolía, te deja el novio, viajes, esperanza… Pero cuando ya has metido a un grupo en un cajón, y el grupo de golpe cambia y va a otro, es como que les sacas de sus casillas. Lo que hicimos con este álbum a la gente le descolocó mucho, ya desde el escenario notábamos que al cantar estas canciones el público no conectaba tanto, no bailaba tanto; pero luego llegaban “El indio” o “Espíritu santo» y eso era una explosión de júbilo».
«La vida del artista es esa, tienes que ser auténtica y fiel a ti misma, aunque a veces no cuadre con los gustos de la gente que te sigue»
Curiosamente los discos más personales suelen ser los de mayor fracaso comercial. «La visión buena para triunfar a nivel comercial sería verlo como una campaña publicitaria todo el rato. En este nuevo disco, desde la discográfica, nos pedían sacar canciones de buen rollo como “La primavera” a todas horas; pero no quisimos hacerlo. Todo se trata de una necesidad, aunque a veces no te vaya bien». Helena lo corrobora: «La vida del artista es esa, tienes que ser auténtica y fiel a ti misma, aunque a veces no cuadre con los gustos de la gente que te sigue». Esto es indie.
Divagando sobre el éxito y lo comercial, hacen retrospectiva y reconocen que, a pesar de haber tenido un éxito bastante considerable, probablemente no hayan sido multitudinarios al nivel de otros grupos con los que empezaron, como Dorian, Sidonie, Vetusta Morla o Love of Lesbian, porque nunca han hecho pop. Su fórmula es rapeo y tiene el impedimento de que al público le cuesta cantarlas al completo. «A la gente le gustan las canciones que se pueden cantar, pero en Delafé hay mucha letra y además rapeada. Creo que de haber seguido con nuestra fórmula nunca habríamos llegado al nivel de estos grupos. Nos alegramos muchísimo por ellos y es guay que hayan crecido así».
Dos años después, en 2015, el fuerte revés para ambos fue el abandono temporal de Helena Miquel; momento que Óscar define como debacle, pero de la que terminó recomponiéndose sacando dos elepés en solitario como Delafé y sumando la friolera de más de dos millones (incluso tres millones) de escuchas en varias de sus canciones en Spotify, cifras al alcance de muy pocos. «Los managers me decían que no pasaba nada, pero no era cierto. La he echado mucho de menos todo el rato, tanto componiendo como en los escenarios. Tuve que crear mi propia marca cuando la gente lo que quería era vernos juntos. Compartía una foto con Helena en Instagram y tenía el triple de likes que cualquier otra», se queda pensativo y continúa: «De todos modos, debo reconocer que aunque ahora esté en otra liga, y con cachés más bajos, me va bien a nivel económico porque he hecho muchos acústicos con mis bases -que son cero gastos–, yendo solo dos personas, sin técnico de sonido, ni nada. La fórmula de la música es saber cuál es tu demanda y que tu oferta esté por debajo».
«A lo que me he dedicado en los últimos años es a cantar mejor, a no quedarme sin aire; porque antes salía y era un torbellino, me hacía daño físicamente»
El presente
Tras estas aventuras y desventuras, regresan Delafé y las Flores Azules manifestando cierto nerviosismo: «Empezamos a finales de enero con los ensayos. La verdad es que siento cierta angustia por no ser la misma persona que hace diez años. Pero la esencia está ahí, las ganas, la ilusión…», revela Helena emocionada con la vuelta a los escenarios. «A mí me da miedo que no cojamos la velocidad de crucero, puede que no nos dé tiempo con tan pocos conciertos pues, normalmente, la cosa empieza a funcionar pasados unos diez bolos. Salir a escena con Helena después de seis años… ¡uf! Es que antes todo era pin pan, todo complicidad, todo salía solo. Yo delante y tú detrás. Teníamos un código interno, todo maravilloso». A lo que Helena añade: «Era algo automático, una conexión bestial, pero la esencia está ahí. Hemos hecho más de cuatrocientos conciertos juntos, y lo que realmente une son las horas de escenario. Recuerdo que al principio éramos estáticos y, poco a poco, fuimos evolucionando; te vas dando cuenta de que puedes bailar, hacer pasos… todo es cuestión de tablas. La evolución que hicimos encima del escenario es abismal, cuando veo los primeros bolos en comparación con bolos de la última gira me llevo las manos a la cabeza».
En lo que respecta a la actuación, Óscar siempre se ha caracterizado por ser todo un frontman en el escenario, y manifiesta los nuevos derroteros que pretende tomar: «Ya no tengo 34 años, así que en esta gira es evidente que hay cosas que ya no puedo hacer. Por ejemplo, el traumatólogo me dijo que no me tirara de rodillas. Yo hacía un paso que era dar la vuelta, tirarme de rodillas, deslizar y levantarme; y lo hacía hasta hace un año y medio. Terminaba los conciertos lleno de moretones, así que ahora voy a empezar a ejecutar mejor. A lo que me he dedicado en los últimos años es a cantar mejor, a no quedarme sin aire; porque antes salía y era un torbellino, me hacía daño físicamente, como si no hubiese un mañana. Pero ahora voy a disfrutar de este momento a nivel de cantar bien. Ahora rapeo, pero desde otro punto de vista más bonito. Es cuestión de adaptarse al paso del tiempo, tal y como hizo Michael Jordan durante su segunda etapa en la NBA, donde ya no machacaba tanto, pero se dedicó a perfeccionar el fade-away para ser igual o más efectivo».
Aseguran estar en una época vital mucho más feliz, estable y con mayor capacidad de disfrute, aunque vayan estresados con las nuevas tareas del día a día, (un trabajo no relacionado con la música y maternidad en el caso de Helena, y paternidad en el caso de Óscar, entre otras cosas).
Ambos coinciden de manera unánime en que les costará mucho poner punto final a este breve reencuentro. Desde el prescindir de esa necesidad cultural, del retorno y los aplausos del público por parte de Helena: «Se me ponían los pelos de punta cuando la gente estaba cantando las canciones al mismo tiempo que tú. Y eso es algo que he vivido solo con Delafé y las Flores Azules», hasta el tener que acostumbrarse de nuevo a mirar detrás y no ver una banda multitudinaria, en el caso de Óscar.
Pero no adelantemos acontecimientos. Indies, hiphoperos o poperos, por suerte, tendremos la posibilidad de disfrutar unas veces más del directo de una banda que tanto nos ha acompañado durante diferentes etapas de nuestras vidas. Haciéndonos soñar con letras agridulces, pero de tendencia positiva; magnificando las emociones de situaciones cotidianas como la playa, el mundial de fútbol por televisión, el Tour de Francia, un buen gazpacho, las sardinas y la ensalada, un tendedero, leche con galletas, cosquillas en las rodillas, subir la persiana, hacer la compra, ver diez capítulos seguidos de una serie, hacer un bizcocho, comer una paella, festival de pezones, salir a pasear, hacer la cucharita antes de dormir, levantarse sin resaca o besar a tu chico en la arena. En todas estas cosas pensaba yo en la moto de vuelta a casa, mientras presenciaba la ciudad ya de noche con una sonrisa en la cara.