“Dedicado a Antonio Machado, poeta” (1969), de Joan Manuel Serrat

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OPERACIÓN RESCATE

 

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“Es el segundo elepé de Serrat en castellano, el que muchos consideran que iguala o supera a ‘Mediterráneo’ (1971), su personal obra maestra”

 

Juan Puchades explora con detalle una de las obras cumbre de Joan Manuel Serrat: el disco que dedicó a la poesía de Antonio Machado.

 

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Joan Manuel Serrat
“Dedicado a Antonio Machado, poeta”
NOVOLA / ZAFIRO, 1969

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

No es ningún secreto que la historia siempre ha sido materia elástica, modelable a antojo, pervertible. Pese a ello, a que estemos curados de espanto, esta semana ha sorprendido que un historiador independentista de Sabadell, un tal Josep Abad, en un informe no vinculante encargado por el ayuntamiento de su ciudad, entre otras lindezas (considerar que Quevedo y Goya tienen perfil franquista), animara al consistorio a retirar el nombre de Antonio Machado de una calle de la ciudad del Vallés porque el poeta tuvo una trayectoria «españolista y anticatalanista». Desconocemos cómo le habrá afectado tan negativamente la poesía de Machado al historiador que prepara informes no vinculantes (imaginamos que gratuitos, que es como los verdaderos patriotas colaboran en la construcción de sus países), pero el alcalde tuvo que terciar asegurando que no, que no iban a retirarle el nombre a la calle en cuestión. La respuesta más rotunda y clarificadora la ofreció Ian Gibson en el artículo “Machado y Cataluña”, publicado por “El País”.

Al margen de confirmar una vez más que no hay burrería mayor que la intelectual, hay que agradecerle al historiador de marras que haya logrado poner de actualidad a Antonio Machado, y con él a quien fue el mayor difusor de su obra, Joan Manuel Serrat (al que el historiador, probablemente, considerará un renegado, un traidor por aquello de haber escrito su obra musical en catalán y castellano, con naturalidad, como su bilingüismo). Además conseguir que en plena canícula, durante el desolador puente del 15 de agosto, entre el chiringuito y la arena, entre cerveza y sangría, en bañador o en pantalón corto se hable de poesía, de Machado y de Serrat es de lo más meritorio. Así que este es un buen momento para recordar “Dedicado a Antonio Machado, poeta”, obra mayor de Joan Manuel Serrat.

Editado en mayo de 1969, “Dedicado a Antonio Machado, poeta” es el segundo elepé de Serrat en castellano, el que muchos consideran que iguala o supera a “Mediterráneo” (1971), su personal obra maestra. Claro que otros piensan que el lugar de honor lo merecen “Serrat 4” o el “Disco blanco” (1970). Tantas dudas u opiniones divergentes se entienden: Joan Manuel Serrat en aquel tiempo se salía. Compositor inspiradísimo, letrista certero y maduro a sus menos de 30 años, vocalista prodigioso y, para colmo, músico que supo desde la tradición de la chanson (que marcó a toda la primera canción de autor española, particularmente la catalana) evolucionar hacia la modernidad y el pop sin perder un ápice de profundidad. Y en ese dilucidar cuál es su obra perfecta, poco importa si este disco o aquel es el mejor, porque todos ellos son imprescindibles, y musicando a Machado rozó el prodigio. Y lo logró arriesgando, pues abría un paréntesis en su iniciada carrera como autor en castellano al musicar poemas ajenos, y además reivindicando la obra de uno de los poetas más destacados de la generación de los perdedores de la guerra civil, faro del republicanismo. Vamos, que no se lo estaba poniendo fácil a sí mismo. Sin embargo, en la España franquista el álbum logró situarse en el primer puesto de las listas de ventas y consiguió que la poesía del escritor sevillano reviviera en nuestro país y, de paso, dada la proyección internacional inmediata de Serrat, en toda Latinoamérica.

 

 

Arreglado por Ricard Miralles y grabado en los estudios Fonit-Cetra de Milán, como todos los suyos de ese periodo, el álbum se abre con la inexcusable, perfecta ‘Cantares’, en la que Serrat toma distintas estrofas de los “Proverbios y cantares” hilando un texto brillante que se engrandece con una estrofa propia, con la que el cantautor homenajea a Machado rememorando la penosa huida de España camino del exilio y la muerte en Collioure, Francia: “Murió el poeta lejos del hogar. / Le cubre el polvo de un país vecino. / Al alejarse, le vieron llorar. / ‘Caminante no hay camino, / se hace camino al andar’”. Versos que encajan con exactitud machadiana en el poema, ya convertido en canción de melodía con olor a fresca tierra mojada, puesta en pie con un arreglo sutil pero glorioso, con majestuosas entradas de la orquesta y los vientos hasta alcanzar el clímax en el último tercio. Una pequeña epopeya sonora de tres minutos que es una de las cimas del pop español.

El siguiente corte, ‘Retrato’, es una versión de la canción compuesta por Alberto Cortez (tan olvidado en la actualidad) para su disco de 1968 “Poemas y canciones”, un autorretrato de Machado, iniciado con sus recuerdos primeros en el sevillano Palacio de las Dueñas y ese final casi premonitorio, porque, ciertamente, cuando Machado partió a su último destino lo hizo ligero de equipaje: las circunstancias le obligaron a ello, a encarar los últimos metros hacia la frontera a pie, dejando atrás las maletas, intentando salvar la vida. Es una canción con la que Serrat respeta la música de Cortez pero le imprime su sello propio, el de su lado más afrancesado.

 

 

Curiosamente, en “Poemas y canciones” Alberto Cortez también musicó ‘Guitarra del mesón’, pero en su propio disco Serrat opta por crear música personal para este poema en el que la guitarra espera ser tocada para sonar a jota o petenera. Ejerce casi de interluido tranquilo para la llegada de otra de las canciones inexcusables del álbum, otra de las musicadas originalmente por Cortez: ‘Las moscas’, que se beneficia de unos arreglos imaginativos, rompedores y vanguardistas que siguen los creados para el disco de Cortez.

En ‘Llanto y coplas’ Serrat trata la ironía de los versos de Machado dotando a la música de aire de vals mientras vocalmente interpreta con esa sorna que será marca de la casa en muchas canciones posteriores, entendiendo perfectamente cómo enfrentarse a este retrato de “caballero andaluz” y fijando un modo de retratar en canción del que Rodrigo, Guzmán, Cecilia, Mari Trini, Luis Eduardo Aute, Víctor Manuel o incluso Sabina serán herederos ocasionales, pero es que las huellas de Machado y Serrat germinaron.

El final de la cara A era otra de las piezas mayores del vinilo y, por extensión, como ‘Cantares’, de nuestro pop: ‘La saeta’, un poema que parece haber sido escrito para que Serrat lo musicara, tal es la simbiosis entre palabra y música. Sencillamente, el cantautor estaba tocado por los dioses de la inspiración, solo así puede entenderse este prodigio escrito como paso de Semana Santa, subrayado por unos arreglos de un Miralles formidable. Y ahí queda el recurso serratiano del recitado, que ya ha mostrado en ‘Cantares’: ¡cómo recita Joan Manuel! Bueno, ¡y cómo canta!

 

 

‘Del pasado efímero’, abriendo la segunda cara, es otro retrato de personaje ibérico (“de la cepa hispana”) que enlaza con ‘Llanto y coplas’, con Serrat sacando de nuevo su lado más afrancesado y recurriendo al recitado en algún momento. No deja de ser un tema menor, sobre todo ante el siguiente, ‘Españolito’, que pese a su escaso minuto de duración, se revela como otra de las gemas de este elepé. Un canción mimbrada, como ‘Cantares’, con versos de los “Proverbios y cantares”: aquí están, ni más ni menos, los de “Españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”. Construcción de puro pop y composición cien por cien serratiana.

‘A un olmo seco’ corresponde al periodo soriano de Machado. Musicado con melancolía otoñal (pocos compositores han sabido captar los paisajes y las estaciones como Serrat en estos años: y luego decimos que los cantautores son aburridos y no aportan nada…) es una filigrana que por momentos se adentra en el pop, como en muchos pasajes de un disco en el que conviven los ambientes musicales con desparpajo y valentía, y se transita de lo solemne a lo alegre, de lo intimista a la electrizante galopada melódica. Pero para pop, ‘He ando muchos caminos’, otra canción que se beneficia del empuje épico con que Serrat diseñaba muchas de sus composiciones y de unos alborozados arreglos de viento para poner en pie un poema que gira sobre una de las constantes de Machado: el camino.

La única canción del disco con letra de Serrat es la sentida ‘En Collioure’, que enlaza con la estrofa escrita para ‘Cantares’ al retratar los últimos días del poeta y ejercer de homenaje: “Profeta / ni mártir / quiso Antonio ser. / Y un poco de todo lo fue sin querer”. Canción calma previa a la ‘Párabola’ final, otra de las de aliento pop con despliegue de vientos y con Joan Manuel Serrat recitando una vez más como un maestro. Como el joven maestro que era y que marcaría a varias generaciones de escritores e intérpretes de canciones en castellano.

 

 

NOTA: la misma tarde que redactaba este texto, en la Rambla de Barcelona un atentado terrorista acabó con la vida de más de una docena de personas. Pocas horas más tarde, un segundo ataque terrorista tenía lugar en Cambrils. No parecía que cuarenta y ocho horas después fuera el mejor momento para practicar la ironía de las primeras líneas, pero la barbarie no debe detener nuestras vidas, que es lo que pretenden los asesinos. Además, las obras de Machado y Serrat (no solo este disco) son cantos de libertad y humanidad. Aparte de lo hermoso que resulta que un músico barcelonés se enamorara de la poesía de un sevillano y fuera su mayor difusor.

 

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Anterior entrega de Operación rescate: «Malajusted» (1997), de Morrisey. 

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