DISCOS
«Décima Víctima es especialista en cantar letras dramáticas con aparente indiferencia»
Décima Víctima
Décima Víctima
MUNSTER RECORDS, 2024
Texto: CÉSAR PRIETO.
Munster Records se ha convertido, felizmente, en el sello albacea de la herencia de Décima Víctima. No solo cuenta en su catálogo con la caja que recoge todo lo que grabaron —incluidas sesiones que nunca vieron la luz o el álbum En el garaje, que capta la esencia del grupo en algunos de sus ensayos y también recoge canciones inéditas—, sino que además ha editado en estos días una reedición de su primer elepé, con el añadido de una preciosa portada con formato gatefold, tan misteriosa como en la edición original.
Y tan misteriosa como las canciones, cuya lectura se llena de sugerencias, sensaciones intensas y un abatimiento romántico que conecta con los paisajes desplegados por Heine o Schiller, esos lugares anímicos de penumbra melancólica. La traslación sonora no se queda atrás y consigue que un grupo en el que solo actúan guitarra, bajo y batería llene el espacio de una arquitectura tan básica y a la vez tan amplia como una catedral. Cada rincón se llena de aire sólido en sus canciones.
Este primer elepé venía ya rodado tras un montón de singles y epés; de hecho en el año 1982 en que aparece el disco, el grupo cuenta con cinco trabajos. Y conserva —incluso acrecienta— la densidad que ya aparecía en sus obras anteriores. Unos paisajes sonoros sólidos que se precisan en “La voz que me persigue”, con su bajo omnipresente que llena el espacio, pero a la vez es orquesta de cámara. Se precisan en ella las atmósferas que recorren el disco, esas letras con campos semánticos menos de dolor que de incomodidad y esa voz lejana e impersonal, que abre por ello más la carne. Décima Víctima es especialista en cantar letras dramáticas con aparente indiferencia.
Lo hacen también en “Almas perdidas”, donde casi cada palabra ahonda en heridas, lo único positivo es un sol que nunca se llega a alcanzar. De hecho, hay destellos en algunas canciones de luminosidad que estallan en “Fe en ti mismo”, la única con cierto optimismo y esperanza, la única que con su estallido de guitarras intenta rechazar el peso del mundo que aparece en las demás y el recuerdo doloroso del pasado.
Los crescendo también marcan el disco. En “Decisión”, la canción que lo cierra, se van llenando lentamente los surcos de más y más intensidad. Hay en ella también intimidad doliente, pero sin ningún síntoma concreto, todo concluye en sensaciones que no delimitan qué las provoca, todo llena los nervios sin que se sepa por qué resulta tan desesperado. Son pequeños episodios en tercera persona como en el spleen y desazón de “Inseguridad” y escenas sin definir, como la soberbia portada de Lars Mertanen, el guitarrista sueco del grupo, que con su hermano Per, bajista, formaron el conjunto desde el principio.
Dentro de este ambiente romántico, la más afín a escenarios decimonónicos es “Escombros de un triunfo”, con la mirada puesta en el paso del tiempo, un tiempo que destruye y siembra todo de ruinas. También una estampa de paisaje es otra de las mejores canciones del disco, “Desde el acantilado”, con mar y precipicios, brumas y vendavales y una letra que es puro romanticismo alemán. Como todas, aunque quizás la letra que se aparta un tanto del conjunto es la de “Otro futuro”, con el problema laboral de los jóvenes, que son porvenir pero no tienen presente. Una dificultad que, cuarenta años después sigue sin resolverse.
El disco se completa con dos instrumentales. “Más allá del silencio” es una banda sonora de cine expresionista para acompañar a esas escenas de atardeceres en las afueras, farolas que parpadean y una valla metálica que se abre a un campo yermo. Todavía no llegan los espectros, aunque se adivinan entre las sombras. “Hacia la luz” también es cinematográfica y parece ahondar en esas sensaciones de misterio y penumbra.
Pese a que los hermanos Mertanen se instalaron en Barcelona, el grupo consiguió grabar otro elepé y algún single más, experimentando de nuevo en ese sonido tan denso y amplio a la vez y que abrió camino para una pequeña escena de bandas. Esperemos que Munster vaya editando nuevo material inédito y presente de nuevo su obra ya conocida. La importancia de Décima Víctima para la música de nuestro país, eso ya está fuera de toda duda.
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Anterior crítica de discos: Lemons, limes and orchids, de Joan As Police Woman.