En este completo informe en dos entregas –mañana la segunda– repasamos de la mano de Josemi Valle, y con la grabación esta semana del primer directo de Asfalto como excusa, los discos en vivo que dejó el rock urbano nacido en los 70 y sus secuelas más o menos rudas, más o menos fieras. Rodajas que forman parte de la historia del rock español.
Texto: JOSEMI VALLE.
Asfalto fueron los pioneros del rock urbano. No es casualidad que su nombre sea el que es. Su verdadero año cero hay que situarlo en 1975, aunque el grupo fue creado por José Luis Jiménez en 1972. Pero fue en el año de la muerte del ogro que gobernó este país durante cuarenta años cuando el grupo alistó a la formación histórica y dos años después grabó su mítico primer LP. El álbum vio la luz en febrero de 1978 y allí se hospedaban varias piezas elevadas al rango de clásicos por la memoria colectiva, viñetas costumbristas con excursiones a lo utópico: “Capitán Trueno”, “Días de escuela”, “Rocinante”, “Ser urbano”. Treinta años después, en 2008, Julio Castejón reclutó nuevos músicos con los que resucitar una banda que llevaba quince años hibernando.
Este próximo viernes 3 de julio grabarán su primer álbum en directo en el Teatro Pilar Bardem de Rivas-Vaciamadrid. Probablemente llevará por título el irónico “Al fin vivos”. La banda saldará una deuda histórica y hará las paces con su propio destino. Por fin el grupo tendrá, al igual que lo tienen sus coetáneos, el álbum en vivo que los avatares de su biografía les denegó una y otra vez. El Asfalto creado en los pedregosos y rudimentarios años 70 del siglo pasado grabará con una formación remodelada su directo en la era del ciberespacio y la hipertrofia informativa. Paradojas de la vida. Un grupo nacido en la década en la que escaseaban los antediluvianos magnetófonos y los arcaicos giradiscos registrará su directo en plena eclosión de la cibercultura, la nanotecnología y el MP3.
OTROS GRUPOS, OTROS DIRECTOS
Son muchos los grupos de la época de Asfalto que compartieron vecindad sonora y que llegaron a registrar el reverencial álbum en vivo. Prácticamente todos los grupos que gozaban de predicamento alcanzaron la proeza de alojar un directo en su discografía, un símbolo de rango que otorgaba cotización honorífica y valor referencial. Los resultados son muy dispares. Repasamos aquí cronológicamente el periplo de estas grabaciones que persiguieron su particular Dorado, capturar el calor y la personalidad de un concierto, ese rito en el que el individuo se despersonaliza y en un proceso de disolución se desintegra en la mimética masa mientras el grupo de turno ataca su repertorio.
En 1978 se realiza el festival Rocktiembre, una de las primeras grabaciones en vivo de toda esa hornada de bandas atrincheradas bajo la denominación de “Rollo”. Esta singular nominación la acuñó el denodado defensor de la emergencia del rock a la normalidad Mariscal Romero para señalar a los grupos rockeros que nacen en Madrid a mediados de los 70. Los desheredados de los ecosistemas barriales de la metrópoli encuentran su pequeña patria en esos grupos que glosan el costumbrismo urbano y ponen banda sonora guitarrera a su vida y aspiraciones cotidianas. El festival se celebra el 22 de septiembre del 78 en la antigua Plaza de Toros de Vista Alegre en el madrileño barrio de Carabanchel. Allí se citan Teddy Bautista, Leño, Coz (con los hermanos de Castro), Mad y Topo para la grabación de un doble álbum y una película documental. Se echa en falta a grupos como Asfalto, Cucharada, Bloque, Tequila, o Moris, grandes animadores del rock urbano por aquellas fechas. El disco ve la luz con el nombre de Nos va la marcha con un sonido de calidad subóptima. El film llegó a proyectarse en círculos marginales. Hasta que Youtube no aterrizó en nuestras vidas de internautas era imposible ver fragmento alguno. Protagonistas del evento aún hoy recuerdan la calamitosa organización y el absoluto galimatías que lo presidió todo. Cargas policiales, avalanchas, público entrando por la cara, reveses técnicos. Eran otros tiempos. El rock urbano en estado embrionario. Tanta precariedad puede resultar una marcianada inconcebible para los habitantes de la galaxia del doble clic.
Ese mismo año los catalanes Iceberg publican su quinto álbum, En directe. Grabado durante la gira iniciada el 2 de enero y concluida el 8 de febrero del 78, es un muestrario de su fusión de jazz y rock con aliños progresivos. Largos instrumentales y virtuosismo para una banda que, a pesar de festejar sonoridades muy diferentes a los grupos aquí citados, subió al escenario del celebérrimo festival de Burgos de julio de 1975 bautizado por el escandalizado facherío como “la invasión de la cochambre”.
Prácticamente un mes después del intento de golpe de Estado de Tejero, Leño vuelve a capturar su obra en directo. Si en Nos va la marcha grabaron tres temas, ahora será un disco íntegro –titulado, escuetamente, En directo– defendido desde la tarima de la madrileña sala Carolina la noche del 27 de marzo de 1981. Aglutina lo más granado de un repertorio diminuto. En ese instante su discografía se reduce a dos álbumes, el rocoso primer LP de título homónimo y el vacilón y mucho más liviano Más madera. Ante el zigzagueo sonoro de esos dos discos, este directo se utiliza para presentar sus credenciales y dejar clara su genealogía. No era baladí el asunto. En 1981 la feligresía rockera se desorienta con propuestas como “Las chicas son guerreras” de Coz, que nada tienen que ver con otras como la de «Con botas sucias» de Barón Rojo. Leño despeja la duda de la autenticidad. Se registra por vez primera su himno totémico “Maneras de vivir”, cuya versión en single se graba en estudio y no se extrae de la grabación del concierto. Rosendo aparece con una nada inocente camiseta de The Clash que testimonia el deseo de separarse de la grey heavy cuyos resortes identitarios anuncian petrificación a la vista. Rosendo no se equivocó en sus predicciones. Una anécdota. En los coros de la balada “Todo es más sencillo” está ni más ni menos que una bisoña Luz Casal.
UN CASO APARTE, EL ROCK & RÍOS
El Rock & Ríos es el alfa y omega de los álbumes en directo, el disco canónico, el paradigma de un disco en vivo impregnado de la sinergia, la exacerbación sensorial y el paroxismo de la colectividad. Miguel Ríos ya había grabado un anterior disco en directo, el Conciertos de rock y amor, en el Teatro Monumental de Madrid en el invierno de 1972, pero aquel álbum de clásicos del rockanrol germinal aderezados de arengas mesiánicas y exhortaciones a la desinhibición nada tiene que ver con el todopoderoso Rock & Ríos. Grabado el 5 y 6 de marzo de 1982 en el mítico y ya extinto Pabellón del Real Madrid, este doble álbum se convirtió en un epifenómeno que transcendió lo musical y sintonizó con el sentimiento general que anhelaba un cambio social. Ejerció de banda sonora de la llegada socialista al poder, e incluso la memorable canción “Año 2000” y su consigna de cambio inspiraron el lema de la campaña electoral que llevó a Felipe González y a sus correligionarios a La Moncloa.
Hay relación simétrica entre su proyección civil y la grandeza musical del disco. No sólo se releen las grandes canciones que previamente había facturado en la trilogía que precedía al Rock & Ríos (me refiero a las rodajas Los viejos rockeros nunca mueren, el magnífico Rocanrol bumerang y el no menos luminoso Extraños en el escaparate), sino que se modernizan y se presentan absolutamente remozadas. Están tan bien arregladas y vigorizadas para la ocasión que las versiones originales parece que provienen de discos mucho más antiguos. Cada vez que uno pone el vinilo capta en sus surcos su ilustrativa atmósfera. Entusiasmo generacional, ebriedad creativa, repertorio luminoso, Miguel Ríos ejerciendo el papel de juglar urbano amigo de lo marginal ante una muchedumbre que intuye días soleados en el horizonte. Obra mayúscula. Imprescindible. El Made in Japan español.
Al año siguiente Miguel Ríos se lanza a realizar la mayor gira de la historia del rock patrio, la bautizada con ayuda de Shakespeare como El rock de una noche de verano. Acompañan al juglar urbanita en su condición de teloneros Luz Casal y Leño. La actuación de los carismáticos Leño del 6 de septiembre de 1983 en los Jardines de Montjuïc de Barcelona ante más de setenta mil personas se graba sin que el trío lo sepa. Durante años aquella cinta estuvo perdida en un cajón. Rosendo la descubrió y se quedó alucinado por el hallazgo y la calidad de la grabación. También por lo engrasado que sonaba el trío. Luego problemas legales y enredos leguleyos demoraron la publicación de este disco hasta 2005. En aquel septiembre del 83 Leño poseía un repertorio asfixiado de canciones que dirimían entre ellas cuál era la mejor, su cuarto y magnífico disco Corre, corre ocupaba lugares de privilegio en los estantes de las tiendas, en ese instante el trío vivía en estado de gracia y tenía medio pie en el Olimpo del rock. Meses después se separarían. El disco, Vivo 83, da alojamiento a un set list que recoge fielmente el cancionero más aplaudido de Leño. Está pensado con la cabeza y no con los habituales pies. No deja nada en el tintero.
En 1984 Barón Rojo registra en el pabellón del Real Madrid su doble Al rojo vivo. Ese pabellón era un santuario para las grandes citas de los devotos de las tachuelas. Las noches del 10 y 11 de febrero atiborran el recinto para dar fe de que los barones son la nueva deidad del rock, el contrapunto local a los héroes foráneos. El rock urbano con raigambre en los setenta cede el testigo al rock duro de los ochenta que convierte cada actuación en un multitudinario rito sacramental, si bien el rock duro y el heavy metal tienden a disolverse en una inextricable equivalencia. Tras la estela de Barón rojo y Obús surgen multitud de grupos con espaldarazo popular (Ángeles del Infierno, Banzai, Santa, Sangre Azul, Panzer). Barón Rojo viven su gran mediodía, son el grupo por excelencia, no tienen rival oteable en el horizonte. Venden cantidades impensables para el género sólo unos años antes, son reputados, la crítica les respeta, la militancia les idolatra, tutean a la división de honor del heavy metal anglosajón, giran durante dos meses y veintisiete fechas por Inglaterra subiéndose a escenarios legendarios, son recibidos con honores en Sudamérica, se rumorea que pueden telonear a AC/DC en una gira mundial. Este álbum en directo atestigua el gran momento del grupo y dona a los oídos un cancionero que destila oro más cuatro temas nuevos que mantienen intacto el listón. Grandeza apabullante, secularizada liturgia colectiva, inmersión en la identidad tribal, retórica insurrecta, metaliteratura rockera muy al uso aquellos años. Concurren todos los estereotipos megalómanos del género en un aquelarre que replicarán miméticamente todos los grupos gremiales que vendrán después.
En mayo de este mismo año de 1984 Ramoncín registra su actuación en el pabellón Anaitasuna de Pamplona. Presenta su nuevo álbum de estudio Ramoncinco, LP que llega tutelado por el radiable single “La chica de la puerta 16”. Se trata de un directo pensado para su emisión por TVE, cuando salir por la pequeña y analógica pantalla era agenciarte una audiencia millonaria. En el 2005 este concierto se editará en formato digital bajo la nomenclatura Canciones desnudas, volumen I. Ramoncín está en buena forma, es querido por la parroquia, posee un cancionero muy popular, equilibra con pericia esa mezcla de punk altivo y rock adulto con alto octanaje sexual. Nada que anuncie que en cuestión de años sufrirá la sanción social del ostracismo rockero por no cuidar ciertos indicadores.
El 6 y 7 de febrero de 1986 Ñu graba el doble No hay ningún loco en la sala Canciller, otro lugar de peregrinación en aquel entonces de las hordas metaleras. La banda liderada por José Carlos Molina ha cambiado de discográfica y necesita dar un golpe en la mesa. Lo logrará. Los singles elegidos para airear el álbum son la homónima “No hay ningún loco” y “Sé quien”. Suenan en las emisoras y el grupo alcanza cuotas de popularidad vetadas hasta ese instante. El directo es muy recomendable a pesar de la escasez de presupuesto con que se afrontó. Equilibra a la perfección la propuesta rockera con las excursiones folk de la flauta de Molina. La profusa nómina de componentes que se reúne en el escenario para testimoniar su paso por la banda demuestra que Ñu es el grupo que más músicos ha alineado a lo largo de su singladura. Probablemente también enseña el carácter atrabiliario e irascible de su líder. Seis años después Ñu volverá a registrar un nuevo directo, Imperio de paletos, que más que un disco parece una superlativa invectiva de un Molina asqueado por la déspota mediocridad que ha expulsado del circuito a gente como él.
Un ejemplo locuaz de que el rock más agreste está siendo sustituido por un rock con menos aristas y de deglución más fácil e inmediata son los directos de Sabina e Ilegales en 1986. El año en que suena por todas partes “La puerta de Alcalá” defendida a dúo por Víctor Manuel y Ana Belén y Maradona humilla a los ingleses en el Mundial de México, Sabina publica Joaquín Sabina y Viceversa en directo, su sexto disco y catapulta definitiva que lanzará a nuestro crápula oficial al publico mayoritario. Se graba en el Teatro Salamanca el 14 y 15 de febrero de 1986 y sin quererlo demuestra que el rock visceral empieza a encontrar problemas para acceder a las audiencias masivas pero no así una propuesta mucho más abierta y suavizada. Acompañado de los Viceversa y varios invitados de lujo, este directo juguetea con el Sabina más rockero, aunque muy alejado del rock duro imperante, que luego ira escorándose hacia músicas más populares y menos eléctricas. A partir de este trabajo en vivo (y de la polémica mayúscula con la no emisión en TVE de la canción “Cuervo ingenuo”, defendida a dúo con Javier Krahe), Sabina se erigirá en una etiqueta comercial de primer nivel. Su siguiente disco, Hotel, dulce hotel, se codeará con los superventas.
Los Ilegales de Jorge Martínez también concluyen el año 86 testando su repertorio en un directo efervescente de principio a fin. El uno de noviembre, día de Todos los Santos, graban su Directo en el Planetario Big Ben de Mollerusa en Lleida. Como si la fecha elegida fuera una admonición, el doble LP da los santos óleos a una época gloriosa y provocativa de la banda escenificada en ventas y notoriedad. Ilegales también sufrirá la inminente llegada de las vacas flacas.
Este mismo año Chapa edita los descartes de Al rojo vivo de Barón Rojo bajo el título de Siempre estáis allí, en clara alusión a la balada “Siempre estás allí” de su tercer álbum Metalmorfosis. El disco pasa ligeramente inadvertido. Su presentación troceada, con poco cuidados cortes de público entre tema y tema, una portada horrenda, la publicación sin sentido de esta vuelta al pasado cuando la militancia anhelaba un álbum nuevo de estudio, menoscaban su contenido y su popularidad. En algunas enciclopedias no figura ni como disco oficial. A pesar de la obviedad de estar ocupado por canciones que no disfrutaron de la titularidad en su momento, son piezas rotundas que perfectamente le pueden sacar los colores a quien las tilde de material sobrante. 1986 es el año en que se dilucidó el futuro de Barón Rojo. O Emi o Zafiro. Todos sabemos lo que ocurrió después. El diamante se convirtió en bisutería.