DISCOS
“Continúa disparando inquina encriptada narrativamente entre reconocibles guitarrazos, su voz de cazalla y estribillos que necesitan la complicidad del oyente”
Rosendo
“De escalde y trinchera”
WARNER
Texto: JOSEMI VALLE.
Hace justo un año publiqué en el número 8 de Cuadernos de Efe Eme un extenso artículo sobre la discografía de Rosendo. Se trataba de un juego literario en el que revisaba a grandes rasgos los últimos treinta años de la historia de España (1985-2015) utilizando los títulos empleados por Rosendo para bautizar sus, hasta ese momento, quince álbumes de estudio. Resultaba jugosamente llamativa la convergencia de su obra con el devenir de nuestro país. Además se advertía una curiosa tendencia. Cuanto más se desbarataba el estado de bienestar, más se evidenciaban las coincidencias nominales de sus discos con la deriva sociopolítica.
Hace cuatro años, su anterior álbum “Vergüenza torera” (Warner, 2013) alcanzó la fusión absoluta. Su permeabilidad al desolador decorado social era absoluta y Rosendo no se anduvo con remilgos. La canción homónima, elegida como single, es probablemente la más explícitamente política de todo su repertorio. Allí nuestro protagonista, tras echar una mirada al descorazonador paisaje de corrupción, llega a la conclusión de “qué pena, qué frustración, qué triste porvenir, serena desilusión, qué mierda de país”. La posterior gira se llamó, muy elocuentemente, “Mentira me parece”.
Rosendo acaba de alumbrar nuevo disco y el título de la criatura invita a proseguir con las conjeturas sociales. “De escalde y trinchera” radiografía un tiempo que el propio Rosendo resume en una de las piezas como “de codicia, de hipocresía y de malversación”. Todo el disco orbita en torno a la degradación sufrida estos últimos años a causa del colosal pufo financiero y todas sus penosas consecuencias para los peor ubicados en la estratificación social. Si hace tres décadas estaba loco por incordiar, ahora, con sesenta y tres años, Rosendo continúa disparando inquina encriptada narrativamente entre reconocibles guitarrazos, su voz de cazalla y estribillos que necesitan la complicidad del oyente para varias escuchas después convertirse en adhesivos. “Estoy repitiéndome constantemente porque las cosas no cambian. Para mí el rocanrol es denuncia, descaro y mala leche”, se le puede leer en una de las entrevistas que ha realizado estos días de promoción.
Aunque no hay nada nuevo en lo nuevo de Rosendo, sí hay mucho bueno. Mejora como letrista y regala un elenco de melodías que superan a la media de sus últimos trabajos. No debe ser nada fácil ser tan crítico y a la vez eludir la tentación panfletaria, desgranar corrosión sin ser deslenguado, pero Rosendo pasa con nota el difícil examen. El álbum arranca con la peleona y arrolladora ‘Cúrame de espantos’, una diatriba a los que van de listos pero fueron inocentemente manipulados en los gloriosos años del milagro económico español. En esta canción, segundo single y nominada a clásico, ya vemos las inmarchitables señas identitarias de Rosendo. Irónico lenguaje lleno de retruécanos espolvoreados entre un sonido áspero claramente identificable y riffs que solo pueden tener su estilística autoría.
El primer single ‘Que si vengo que si voy’ es un autorretrato solicitando que lo dejen en paz. Musicalmente es muy cadenciosa y envolvente, muy del gusto de Rosendo cuando se aparta de la velocidad. Se iba a titular ‘Despacito’, que es como empieza la letra, pero la existencia de otra canción, de título idéntico y que meses después adquirió notoriedad superlativa, aconsejó cambiar el nombre. Llega el tercer corte con la vitriólica y acelerada ‘Un capullo dentro de un jarrón’. Rosendo retrata a la perfección a los que se abrazan a la complacencia, la docilidad y el desdén como medidas preventivas. Es candidata a tercer single. ‘Qué bufonada’ es uno de esos medios tiempos que a Rosendo cada vez se le dan mejor con texto sobre de dónde venimos históricamente y lo que sin embargo nos han contado “todo para seguir igual”. Jorge Pardo introduce su flauta al final de la pieza para colorearla de una manera inusitada. ‘Terciopelo herido’ relaja el sonido con una lírica existencial firmada por su hijo Rodrigo Rosendo, habitual ya en sus álbumes.
En una imaginaria cara B Rosendo ataca con dos rocanroles marca de la casa. ‘El botillo y la pringá’ sirve para lanzar una invectiva a la derecha española, que incluye jocosamente un marianista “y viva el vino” y una gaita final que acaso intente evocar en plan guiño algún viejo episodio megalómano del progenitor del partido de la gaviota. La veloz e infecciosa ‘Soy’ es puro espíritu de Rosendo y muestra el antagonismo entre el artista y la persona cuando deja de ser el centro de atención. El disco se despide con tres piezas más tranquilas. ‘Maldita flojera’ testimonia esas canciones de corte introspectivo que se le dan de maravilla a Rosendo, tanto en letra como en una música más remansada. De aquí se extrae el título del álbum, cuando en un momento de desánimo en el que desea quitarse de encima los estereotipos revela que “voy a renunciar al currículo de escalde y trinchera. Voy a desterrar el propósito de heroica lumbrera”.
‘A pesar’ es una gozosa perla sonora con aire reggae y argumentario autobiográfico de primerísimo nivel. El carabanchelero hace balance de su vida al afirmar que “las miserias no me han sometido, los aciertos no los malentendí”, para concluir que “me resisto a no dar más de sí”. La oscura balada fúnebre ‘El túmulo’ cierra un disco que testifica que el final de Rosendo no se vislumbra en el horizonte. La contundencia, el afán disidente y la inspiración de este nuevo disco invitan a pensar que Rosendo seguirá siendo una de nuestras trincheras durante unos cuantos años más. Ojalá sea así. Lo necesitamos en un mundo en el que multitud de figurativas balas silban por todos lados.
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Anterior crítica de discos: “El hombre sin sombra”, de Mikel Erentxun.