LIBROS
“Si alguien quisiera acercarse a la obra del músico, debería empezar por este entramado de evocaciones: le explicará la belleza que encierra cada canción”
Juanjo Ordás
“David Bowie. Elegía”
EDITORIAL MILENIO
Texto: CÉSAR PRIETO.
La muerte de David Bowie supuso a la vez un golpe helado y una turbación para sus seguidores, por lo inesperado de la noticia y por ver en sus manos ese “Blackbird” que había preparado como despedida. A partir de este momento, como es lógico, los homenajes en forma de libro fueron abundantes, como también se instaló un cierto desánimo que llevo a recordarlo incluso de una manera dulce. De todo esto participa el volumen que Juanjo Ordás ha bautizado simplemente como “Elegía”. Ni más ni menos que eso; un recuerdo emocionado a lo que fue su andadura vital.
No es un volumen ni extenso ni detallado, es quizá el volumen que todo aficionado desea escribir cuando se da cuenta de que quien ha acompañado sus sentimientos ya no lo va a hacer más, así que va recorriendo cronológicamente toda su trayectoria tomando como base de los pequeños capítulos sus discos. No se trata de un volumen erudito, aunque no esquiva el dato preciso si se necesita, es más bien un repaso a lo que han supuesto sus canciones narrado desde la memoria. Es una de las virtudes del texto, ese dejarse ir, porque aunque está escrito con absoluta corrección, en ocasiones la voz es cálida y personal, como la de un amigo que vuelca ante ti sus apegos más irrenunciables.
Complemento de esta virtud es rodearse de músicos españoles que de alguna manera intentan empaparse de su legado. Así el autor conversa con Bunbury o Igor Paskual, periodistas como Ignacio Julià o Luis Lapuente y alguno de los músicos que acompañaron al cantante inglés en sus discos. Ello da pie a la divagación, a encadenar temas que van surgiendo al hilo de lo que se cuenta, con lo cual el lector tiene la vivida impresión de que está asistiendo a una conversación de interés y cercanía. Se estudian así hechos como los discos en directo de Bowie —y se ponen en valor, precisando si aportan o no— o se repasa su carrera como actor, entendida de manera coherente y productiva.
La opinión de Ordás es la verdadera trama. Su análisis de las canciones y de las emociones que provocan, de los discos que fueron infravalorados y con el paso del tiempo se revelan consistentes o de cómo influye la geografía que lo rodea en sus producciones, son certeras, provenientes de las muchas escuchas y la sagaz intuición del crítico —acaso derive una de la otra— y, si no revelan nada nuevo, si entienden a Bowie como lo que es: un maestro en la técnica de pintar sensaciones. Es por ello que si alguien quisiera acercarse a la obra del músico, debería empezar por este entramado de evocaciones: le explicará la belleza que encierra cada canción. Después de esto ya puede pasar a las disquisiciones eruditas si lo cree conveniente.
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Anterior crítica de libros: “Sexo, drogas, poesía y rock and roll”, de Javier Vayá Albert.