“Si Bowie llegó hasta un adolescente obsesionado con Aerosmith y Guns n’ Roses como era yo, fue porque nunca rechazó al público. Bowie no era un artista de edición limitada, sino uno mundial. Quizá por eso hoy se le llora desde la cultura popular y no desde un sector concreto”
Como homenaje póstumo al recién fallecido artista camaleónico, Juanjo Ordás comparte su última reflexión sobre la universalidad de la música del londinense.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Pensando el otro día en «Blackstar», el que ahora será su último disco en vida, reparé en una importante característica de Bowie como artista. En ese momento no pensé que fuera a formar parte de una elegía, pero creo que es fundamental recordarle por algo que seguramente a muchos se les pase por alto. De hecho, a mí se me pasó a lo largo de décadas como fan.
Permitid que me explique. Se avecinaba «Blackstar», precedido de un estruendo mediático sólo reservado a los más grandes y adelantado por los singles ‘Blackstar’ y ‘Lazarus’. Se preveía un disco complejo, pero no necesariamente difícil de escuchar. Y ahí fue cuando me di cuenta de que Bowie jamás fue un elitista. Siempre quiso que su música llegara a todo el mundo. De ahí que apoyara dos piezas complejas y poco comerciales como ‘Blackstar’ y ‘Lazarus’ con dos vídeos vistosos, llamativos y cautivadores. Por supuesto que su nuevo disco no iba a ser radiable, pero su atractivo debía servirse en bandeja de plata.
Con «The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars» deseó llegar allá donde pudiera, con «Young americans» quiso llegar a todo Estados Unidos, con su etapa europeísta nunca se negó a dialogar con el público incluso desde el futuro. ‘Heroes’, una de sus canciones más populares, data de una de sus etapas más experimentales. Otra cosa es que el pueblo fuera capaz de seguirle, pero su propuesta estaba ahí, con portadas llamativas, al alcance de cualquiera. Y el componente visual de cualquiera de sus tours era una extensión más de esa explicación de su mensaje.
Si Bowie llegó hasta un adolescente obsesionado con Aerosmith y Guns n’ Roses como era yo, fue porque nunca rechazó al público. Bowie no era un artista de edición limitada, sino uno mundial. Quizá por eso hoy se le llora desde la cultura popular y no desde un sector concreto.
Quizá ahora sea el momento de derivar hacia lo personal, hacia la recopilación que siendo tan joven me introdujo en un mundo inabarcable mediante un compilado. Era necesario un álbum. Llegó a mis manos «The man who sold the world» y todo empezó a cambiar. Bowie transformó mi concepto de la música, encontró nuevos niveles de mi mente a los que acceder. Creo que somos muchos a los que nos pasó.
Hoy, Bowie ha fallecido y una parte de aquellos a los que nos tocó ha quedado huérfana. Nos enseñó a encontrarnos, a cambiar la realidad desde dentro, influyó más que cualquier doctrina. Ahora es el momento de llorarle. Mañana será hora de mantener vivo su legado.
Gracias por todo, señor Bowie.