Una banda regida por la tensión, un vocalista frustrado y discos en solitario. Pese a su condición de estetas electrónicos, Depeche Mode y Dave Gahan cayeron también presos de los tópicos rockeros. El carismático vocalista presenta estos días Hour glass, su segundo trabajo en solitario al margen de su banda madre.
Texto: JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
AGUAS TURBULENTAS
Situémonos. Año 2002, Depeche Mode acaban de finalizar un exitoso tour, al que les llevó la presentación de un excelente trabajo, Exciter. Como conmemoración, editan un lujoso DVD en directo, dirigido por el siempre excelso Antón Corbijn. Pero por contradictorio que pareciera, las claves del futuro del grupo no se encontraban en el concierto capturado (a priori el plato fuerte de la obra), sino en la entrevista que se incluía con su vocalista, Dave Gahan. Acostumbrado a entonar himnos redentores mientras balancea su entrepierna ante fans enloquecidos, el cantante se mostraba muy introspectivo, declarando que le encantaría que el grupo se abriera a nuevos componentes y colaboradores. Resultaba fácil imaginar lo hastiado y enjaulado que se sentía un intérprete tan explosivo como él, formando parte de un grupo que en realidad es el proyecto personal de una sola persona, su líder ideológico y único compositor, el sombrío Martin Gore. Autor de prácticamente todos los temas de la formación, Gore siempre se mostró receloso en el terreno compositivo, relegando a Gahan a ser simplemente la voz de Depeche Mode. Nada más.
LOS MONSTRUOS DE PAPEL
Un año después, aprovechando el periodo de descanso en el que se encontraba sumida la banda, Gahan presentó en sociedad su primer disco en solitario: Paper monsters. Parece increíble, pero el cantante tardó prácticamente 20 años en editar material propio, nacido de su puño y letra. Apoyándose en el multiinstrumentista Knox Chandler y en secundarios de lujo, como el batería Victor Indrizzo, Gahan dio rienda suelta a su maniatada creatividad en un LP mediocre, que alternaba muy buenos temas con otros tan simples y tediosos que no deberían haber pasado la criba inicial. Caviar y barro.
Mientras la crepuscular balada “Stay” erizaba la piel, “Hold on” y su mortecino ritmo resultaban aletargadores. Canciones como la bailable “I need you” o “Bottle living” (un blues semi-electrónico ideal para el directo) subían los enteros del trabajo, mientras que otras, como “Bitter apple”, volvían a perjudicar al conjunto del LP. La sensación general fue que Gahan se sentía tan feliz en su nueva faceta de artista en solitario, que la autoexigencia fue eclipsada por la euforia.
El sonido del álbum se alejaba ligeramente del de su banda original, dando más protagonismo a las guitarras y a los instrumentos orgánicos, aunque sin dejar de lado ese acento bailable que siempre ha acompañado a su gruesa voz. Son destacables los matices que inundan cada pieza, incluso las mediocres, por lo que su escucha acaba resultando una experiencia tibia aunque, en cierta forma, recomendable.
CON EL MONSTRUO EN EL ESCENARIO
Gahan es uno de esos intérpretes que han hecho de las escenarios su hogar y la oportunidad de subirse a ellos de nuevo, en compañía de una banda totalmente distinta, era algo que no podía desperdiciar. Ansioso por comprobar la dinámica de su nuevo grupo, integrado de nuevo por secundarios de lujo, el tour de Paper monsters ganó fuerza conforme se sucedían los shows. De todos modos, aunque los temas del disco mejoraban en directo, la virtud y el defecto del espectáculo eran el mismo, y es que la inclusión de temas de Depeche Mode producía fuertes altibajos. Combinar hits del grupo con canciones que aún estaban buscando su camino era una manzana envenenada que Gahan mordió con fuerza. A su favor hay que añadir que los temas de su banda madre funcionaban perfectamente en formato rock, aportando nuevas e interesantes revisiones orgánicas y más humanizadas. A modo de testimonio, se editó un concierto en DVD titulado Live monsters. De imagen cuidada y excelente sonido, era una muestra del irregular repertorio esgrimido, con interpretaciones certeras pero con una banda trabajando en temas que sencillamente no se sostenían.
No obstante, Gahan siempre ha sido una garantía en directo. Domina el escenario, posee un fuerte carisma y es capaz de conectar con el público mediante un arma clara: exprimirse en el escenario. En el fondo, siempre se ha tratado de un artista de contrastes. Puede cantar letras cargadas de emotividad mientras agita la pelvis o puede estar sumido en una tempestad electrónica y depresiva mientras baila con acierto ante la complacencia de sus fans. Su voz profunda humaniza cualquier pieza sintética sobre la que se posa, y su dramatismo y melancolía impulsan la temática del tema en cuestión, cubriéndolo de veracidad. Un verdadero jinete del rock and roll cabalgando sobre caballos electrónicos.
LA AMENAZA
Pese a sus defectos, tanto disco como gira tuvieron éxito, y es que los fans de Depeche Mode son fieles, quizá demasiado. Consciente de esto, Gahan amenazó abierta y publicamente a Martin Gore. Mediante un duro discurso difundido por la prensa, el cantante dejaba claro que solo seguiría trabajando con su banda de toda la vida si Gore le permitía intervenir en el proceso creativo. El vocalista era consciente de que era y es una pieza fundamental en Depeche Mode. Poseedor de una voz reconocible y capaz de llevar a multitudes al éxtasis en cualquier país del mundo, necesitaba tanto a su cómplice como su cómplice a él. No era la pluma de la banda, pero si su imagen. Gore no tuvo más remedio que aceptar.
VOLVIENDO CON LOS ÁNGELES
El siguiente paso en la trayectoria del cantante fue regresar a Depeche Mode para ponerse manos a la obra y elaborar uno de sus mejores discos, Playing the angel. No se trataba de ninguna vuelta de tuerca al sonido del grupo, sino de cierta concentración de sus elementos más clásicos en nuevas canciones, buenos temas que podrían haber encajado en algunas de sus obras anteriores aunque, eso sí, con un sonido actual y enérgico. La novedad más interesante fue la inclusión de tres temas firmados por Gahan: el interesante single “Suffer well”, la preciosa “Nothing’s impossible” y la absolutamente prescindible “I want it all”. Al margen de sus resultados como compositor, las interpretaciones del cantante fueron magistrales, especialmente en el conmovedor single “Precious”.
Parecía que las aguas habían vuelto a su cauce. Nueva gira del grupo y nueva edición de DVD en vivo, esta vez titulado Touring the angel. Realmente fue una lastima que escogieran la primera parte de la gira para inmortalizar uno de los conciertos, pues fue en la segunda mitad del tour mundial cuando el repertorio se equilibró y la formación ofreció lo mejor de sí mismos. Para los completistas existen muy buenas grabaciones piratas en directo de esta gira.
EL RELOJ DE ARENA
Aquel viejo deseo de Gahan de colaborar con los músicos que acompañan en directo a Depeche Mode se acabó cumpliendo en el presente año. Haciendo equipo con Christian Eigner y Andrew Phillpott, el vocalista presenta Hourglass, un álbum bastante más interesante que Paper monsters. La creación a tres bandas no era ninguna novedad, pues Gahan y sus nuevos compañeros pudieron poner en práctica su química gracias a los temas que incluyeron en el último lanzamiento de los Depeche, aunque sí era la primera vez que encaraban un proyecto en su integridad.
De corte profundamente electrónico, en una primera aproximación resulta complicado indagar en el álbum, aunque una vez se ha buceado en algunos de sus múltiples recovecos se convierte en un LP adictivo. No caigamos en errores, el single “Kingdom” no es para nada orientativo de lo que el álbum guarda, no es tan comercial ni tan dinámico y sí bastante más oscuro que el luminoso estribillo de la citada canción da a entender. Es por ello inevitable que palidezca ante, por ejemplo, la inicial “Saw something”, corte lento que poco a poco va creciendo y desarrollándose (dinámica en la que se mueven todos los temas del disco).
De nuevo, Gahan se muestra reflexivo, plasmando letras enigmáticas y muy personales, en las que juega con la proximidad y la lejanía, con lo cercano y lo extraño.
Es importante insistir en que no se trata de un trabajo fácil, no es sencillo de asimilar, no existen estribillos claros y no hay atisbo de comercialidad más allá de “Kingdom”. Hourglass es denso, huye deliberadamente de la inmediatez. Está claro que el relajado ambiente de trabajo en el que se ha creado el LP ha dejado su impronta, no existen detalles forzados ni intención alguna de seguir ningún camino establecido. Sin duda alguna, Gahan sí ha acertado esta vez, produciendo un trabajo personal en el que se mueve como pez en el agua.