Texto: SERGIO MAKAROFF.
Ilustración: MANEL GIMENO.
–A ti te gustan todas…
–No: sólo las guapas. He venido al mundo para eso. Pero ligar no es tan fácil. Lo intento por la mañana, por la tarde y una o dos veces por la noche (que es cuando los elixires burbujeantes se derraman rebalsando las copas). Digamos unas cien veces por mes. ¿Qué porcentaje de éxito crees que obtengo? ¡Sólo el 20%! ¿Y sabes qué? Ese 80% de fracaso me pesa en el alma. Es como un lastre plúmbeo que me obliga a ir arrastrando los pies.
Dirás que 20 tías por mes son un montón de tías, que dos tercios de los días estoy ahí dale que te pego: es cierto. Pero ya verás: no es oro todo lo que reluce. La mayoría de las veces llego al huerto anímicamente agotado por la energía gastada en los intentos fallidos. Es un poco como bajar a la mina: pico, pala y ¡hala, venga!
¿Cuántas de esas mujeres crees que se quedan encantadas y me dicen “Sergio, eres un amante increíble”? Si llegan a cinco me doy con un canto en los dientes. ¿Las otras quince? Ni mu. Sonrisita (¿falsa?) y adiós muy buenas. Ya ves.
Suma y sigue. Tenemos cinco visitantes al huerto que quedaron impresionadas. ¿Dirías que todas ellas anuncian que volverán con una amiguita (o dos)? ¡Qué va! Desengáñate: una y gracias. Corren tiempos duros para el hortelano dedicado, vocacional, artesanal, perfumado y limpito.
¡Sólo una vez por mes! ¡Tanto esfuerzo para eso! OK, OK, admito que el ratito que estoy con esa chica y sus dos amigas es bastante agradable. Tampoco vamos a negarlo. A nadie le amarga un dulce. Pero macho, seamos realistas. El optimismo es una herramienta formidable, pero no le pidas milagros. Estamos hablando de un cúmulo de 29 días claramente deficitarios, en los que esas cumbres no se divisan ni en lontananza. ¡Veintinueve a uno! Cágate lorito.
Cultivo mi huerto con humildad bíblica, concentrado en la vertiente espiritual del asunto. No pido nada a cambio. No lo pido, pero podría caer algo. ¿Cuántas de esas pavas con amiguitas resultan ser ricas herederas que proponen un matrimonio de conveniencia? Sí, ya sabes: cuenta corriente y libertad absoluta. Hasta ahora, ninguna. Nada por aquí, nada por allí.
Después de 30 años ese es un trago amargo. No me lo negarás. Las traté como a reinas, volvieron con dos amigas a las que atendí gratuitamente… ¿Y, y, y? Nasti de plasti. Cero contratos. Me usan y me tiran. Como si dijeran “confórmate con ese ratito de placer”. ¡Las muy…!
Mira, me contengo porque sé que el de arriba me observa y estoy cumpliendo una misión por Él encomendada. Pero a veces patearía el tablero, te lo juro. Esas desagradecidas se llevan lo mejor de mí, los más suculentos frutos de un huerto que –no nos olvidemos– es de carácter bíblico…
En fin… Si esto es la justicia divina, que baje Dios y lo vea.
Te dejo, tengo que hacer la ronda vespertina.