Cuti Vericad: «Pretendo hacer más llevadera la vida, pero sin frivolidad ni hedonismo barato»

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«Este es mi mejor disco por muchos factores»

 

Recién publicada la tercera entrega de su trilogía sonora, La venganza del Samurái, el músico aragonés ahonda en las inspiraciones, las motivaciones y el hilo conceptual que la sustentan, al tiempo que nos abre las puertas de su rico y ecléctico imaginario.

 

Texto: SARA MORALES.
Fotos: SIMÓN ARANDA.

 

Qué complicado debe ser tener en la cabeza una obra diseñada, una obra extensa, de esas que finalmente ha de ser diseminada en varios fragmentos, y que el resultado tenga un sentido tan asertivo como rebelde. Asertivo: porque Cuti Vericad, que llega con La venganza del Samurái al undécimo trabajo de su carrera, ha dejado sembrados todos los conceptos que rondan su poliédrico universo cultural en estas canciones. Rebelde: porque aunque a este le preceden dos discos más, se ha implicado en el don de que se escuchen en el orden que se escuchen, todo sigua cobrando sentido. Hablamos con el músico aragonés, también pianista, guitarrista y compositor, sobre su trilogía, sobre este nuevo disco que la cierra y sobre el poder de un rock and roll libre de etiquetas y de espíritu.

 

Llegados a este tercer disco, el que cierra el triunvirato Samurái, cuéntanos: ¿Cómo surge poner en marcha esta trilogía? ¿Qué has pretendido con ella, cuáles eran las intenciones?
Me gusta mucho el cine y la literatura. Creo que la trilogía es un formato que te permite hacer un recorrido profundo a través de una historia. No en vano, la narración de un relato se divide en tres bloques: planteamiento, nudo y desenlace. Una trilogía es una gran historia divida en tres. Me gustan mucho los discos largos pero, económicamente, cuando te autofinancias tú mismo las grabaciones, es muchas veces inviable; por eso decidí asumir la obra en tres tramos repartidos en varios años.

 

Y en el plano conceptual, ¿en qué te has inspirado, cuáles son las influencias de las que bebe tu obra?
Me interesa mucho la filosofía oriental, la cultura y la mitología japonesa . Quería hacer un trabajo que rezumara principios y valores como la honestidad, el honor, la lealtad y la empatía, entre otras muchas cuestiones como la lucha, la justicia, la vida, la muerte y el paso del tiempo. Me inspiré en una famosa trilogía de películas de artes marciales protagonizada por el mítico actor japonés Sonny Chiba. La trilogía la formaban las películas El luchador, El regreso del luchador y La venganza del luchador. En un disco anterior ya grabé una canción titulada “El luchador”, así que me decanté por el universo samurái, especialmente el de las películas de Kurosawa. El primer disco lo titulé El camino del Samurái, en referencia al libro de Yamamoto Tsunemoto y también en homenaje a la fantástica película de Jim Jarmusch. Para el segundo disco cambié la palabra regreso por retorno, en homenaje a El retorno del Jedi, dado que el universo Star Wars, el cine de Lucas o Irving Kessner tiene una influencia notable del cine de Akira Kurosawa. El tercero, el que nos trae hoy hasta aquí, se tituló La venganza del Samurái, como la tercera entrega de Sonny Chiba, La venganza del luchador. Cada disco es de un color en homenaje a las banderas de los ejércitos de Ran, de Kurosawa. El color amarillo de La venganza del Samurái con letras negras hace también referencia a Kill Bill, de Tarantino, una historia de venganza pura y dura, por lo que me reservo el derecho a hacer un volumen dos de este último trabajo. Solo Dios sabe que haré. Casualmente, Tarantino escribió el guión de Amor a quemarropa en la que el actor favorito del protagonista es Sonny Chiba e incluso aparecen imágenes de El luchador cuando Christian Slater y Patricia Arquette van al cine, en la película. Además, Sonny Chiba fue Hatori Hanzo en Kill Bill, así que todo cuadra. La venganza del Samurái se compone de siete canciones que representan a los siete Samurais de Kurosawa.

¿De qué manera has repartido el trabajo por bloques que cobren sentido por sí solos y a la vez mantengan la unidad?
Como decía antes, quería hacer una trilogía de disco, pero también quería que tales discos funcionaran de manera independiente. Para lo comprensión de la obra ni debes escuchar los tres, ni siquiera hacerlo en el orden planteado. Como en Pulp fiction, Reservoir dogs o Rashomon, hay varias historias independientes que en algún momento coinciden en el tiempo y espacio, y terminan entremezcladas pero, como en esas películas, puedes elegir tu propio montaje e incluso decidir desde qué historia quieres ver la película. El hilo conductor entre las canciones es totalmente espiritual y se basa tan solo en mi manera de escribir, componer, arreglar y producir.

 

«Quería hacer un trabajo que rezumara principios y valores como la honestidad, el honor, la lealtad y la empatía»

 

¿Qué papel juega La venganza del Samurái dentro de ella, tras las dos entregas anteriores, El camino del Samurái y El retorno del Samurái?
Es simplemente un final terrenal. Es algo que acaba aquí, pero empieza en otro lugar. Reencarnación y eternidad.

 

¿Y si lo miramos, sencillamente (que no es poco) como tu undécimo álbum, qué lugar de importancia ocupa en tu carrera?
Este es mi mejor disco por muchos factores, aunque habrá seguidores que no pensarán lo mismo. Dentro del neotradicionalismo que practico, soy bastante poliédrico, pero yo sé que este es mi mejor disco pues contiene unas canciones excelentes y suena realmente bien. Profundo, rocoso y honesto.

 

En él encontramos los dos extremos: desde pasajes de dinamita rock (“Yo solo quiero tu amor”), hasta baladas intimistas (“Llévame contigo”). ¿En qué registro te sientes más tú?
Me siento de maravilla en cualquier estilo que afronto. Si me sintiera notablemente mejor en el rock que en la balada solo haría rock y viceversa. Vengo del rockabilly y me siento muy bien en el rock and roll, pero es cierto que con las baladas suelo afinar más en las letras. Me crié viendo matinales con películas de Roger Corman o Sam Peckinpah, ciencia ficción de los setenta como Naves misteriosas o Cuando el destino nos alcance, pero también con el cine de Zemeckis, Richard Donnero, Spielberg… así que también sé muy bien cómo conseguir emocionar y erizar el vello del respetable, soltando a los niños en bicicletas de cross con banderines mientras suenan los violines.

 

¿Buscas este equilibrio, entre la calma y la tormenta, de manera premeditada o es algo que surge solo?
Me encantan esos contrastes y me gusta jugar con ellos. En mis conciertos, el público viaja por diferentes estados de ánimo. Me gusta que el concierto sea una montaña rusa, y combinar la excitación y frivolidad del rock and roll más salvaje con la generación de climas musicales en las baladas más profundas.

 

Un equilibrio, una balanza, que por ejemplo se percibe muy acertadamente en “Con dignidad”, en la que tratas el crudo tema del paso del tiempo, pero de un modo muy liviano, incluso festivo…
Eso pretendo. Hacer más llevadera la vida y tratar de quitar hierro a los asuntos más duros inevitables, pero sin frivolidad ni hedonismo barato. Todos vamos a morir, pero hoy estamos vivos. Brindemos, bailemos, cantemos y sobre todo agradezcamos.

 

«No pertenezco a ningún mundo, a ninguna escena, bando, ni tribu»

 

Las influencias de las que sueles hablar y que se perciben en tu obra, van desde AC/DC y ZZ TOP hasta Fito Páez e incluso Manolo García. ¿De qué manera conviven en tu imaginario referentes tan dispares?
Joder, lo de Manolo García es la primera vez que me lo dicen, y la verdad que nunca me ha llamado la atención ni he oído un disco suyo, qué fuerte. Como decía, soy poliédrico y muy ecléctico. Un hooligan o un fanático ama a muerte a su equipo, a su cantante favorito o a su amado líder. Yo amo con la misma intensidad que un hooligan ama a su equipo, pero yo no amo solo a uno. Me gustan tanto Elvis Presley, Chuck Berry o Gene Vincent, como Mercedes Sosa, Atahualpa o Jobim. Amo tanto a Fito Páez, Charly García, Calamaro o Spinetta como a los Ramones, The Cramps o los Sonics.

 

¿En qué punto entre Andrés Calamaro y Tom Petty se encuentra Cuti Vericad?
Me veo más entre Randy Newman y Jackson Browne.

 

Si tuvieras que definirte como músico, para aquellos que todavía no te conocen, ¿cómo lo harías?
Soy un músico de rock and roll venido a más, o venido a menos , dependiendo a quién preguntes. Soy un músico libre y entregado a su oficio. No pertenezco a ningún mundo, a ninguna escena, bando, ni tribu. Aunque mi música diste mucho estilísticamente del rockabilly que practiqué en mis inicios, nunca he dejado de considerarme un rocker. Simplemente trabajo solo, sin representar a nadie que no sea a mí mismo.

 

¿Y a tu música, cómo la defines?
Música libre de sesgo, sin complejos, ni etiquetas, ni esclavitudes estéticas. Hago lo que quiero hacer. Hago la música que me gusta y quiero hacer. Así de fácil.

 

Volviendo a La venganza del Samurái… De todos los mensajes cifrados que se ocultan en sus letras, ¿cuál es el que querrías que nos llegara con mayor claridad?
Saber perder, saber agradecer y aceptar con estoicismo lo que nos toque. Ese mensaje domina el disco de principio a fin. No hay mejor venganza hacia todos aquellos que pretender imponer la fealdad, que la aceptación y la gratitud.

 

Este trabajo, como ya viene siendo algo habitual en ti, es autoproducido. ¿Se trabaja más libre en soledad?
Se es más libre. Y también más pobre. Todo bien. Nada que objetar. Es la vida que elegí.

 

¿Cómo planteas el directo de estas nuevas canciones, qué nos vamos a encontrar en tus conciertos?
Estas canciones fueron escritas para ser tomadas en directo y se crearon de tal forma que, en directo, aún en días malos, sonarán rotundas e increíbles. Ya lo veréis.

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